LA ACADEMIA DE ATENAS, FUNDADA POR PLATÓN, EN EL AÑO 388 A.C., Y CLAUSURADA POR EL EMPERADOR JUSTINIANO EN EL AÑO 529, FUE UNA INSTITUCIÓN QUE FORMÓ A FILÓSOFOS, GOBERNANTES, CIENTÍFICOS, TEÓLOGOS, MISTICOS Y MAGOS, TANTO PAGANOS COMO CRISTIANOS, E INFLUYÓ EN TODAS LAS OTRAS RELIGIONES Y ESCUELAS FILOSÓFICAS DE NUESTRO ENTORNO CULTURAL. SIN EMBARGO, SU RASTRO NO ES CLARO, PUES NO SIEMPRE ESTUVO EN EL MISMO LUGAR, NI SIQUIERA EN LA MISMA CIUDAD. LA HISTORIA DE LA ACADEMIA ES LA HISTORIA DE LOS MAESTROS PLATÓNICOS, LA LLAMADA CADENA DE ORO.
La Academia antigua
Platón (428 – 348 a.C.) fue, sin duda, uno de los filósofos más influyentes de la Antigüedad. En el año 388 a.C. fundó la Academia, una escuela de filosofía, a las afueras de Atenas, en el bosque sagrado de un antiguo gimnasio consagrado al héroe Acádemos. Muchos fueron los maestros que enseñaron e interpretaron las doctrinas de Platón, pero no todos lo hicieron en Atenas. La suerte de la Academia va ligada a una cadena de filósofos platónicos, que enseñaron las famosas doctrinas platónicas sobre las Ideas, el Demiurgo, la reminiscencia, la elevación del alma a través de los círculos celestiales, etc.
Aristóteles (384 – 322 a.C.) llegó a Atenas a los 17 años, y rápidamente entró a formar parte del círculo académico. Los académicos eran personas muy reconocidas en Atenas, se distinguían por su elegancia y refinado comportamiento. Aristóteles fue uno de los discípulos más aventajados de Platón, pero no le sucedió en la dirección de la Academia. En el año 348 a.C. muere el Maestro en un banquete nupcial, a la edad de ochenta y cuatro años, y le sucede Espeusipo (c. 407 – 339 a.C.), el hijo de su hermana. Espeusipo era conocido por su mal carácter, pero sin embargo embelleció la Escuela, que en su época ya gozaba de un gran prestigio.
El tercer diádoco de la Academia fue Jenócrates (396 – 314 a.C.), que era conocido por su austeridad. Durante su dirección, Aristóteles regresó a Atenas, pero sus desavenencias con los académicos le llevaron a enseñar en el gimnasio del Liceo, donde, más tarde y tras su muerte, Teofrasto, su discípulo, fundaría el Peripato. Peripatéticos fueron Estratón y Demetrio de Falero, padres de la Biblioteca de Alejandría, fundada por el rey egipcio Ptolomeo Filadelfo.
Discípulo y amante de Jenócrates fue Polemón (350 – 267 a.C.), un hombre dado a los excesos que contrastaba con la sobriedad de su maestro. Polemón sucedió a Jenócrates en la dirección de la Academia. Discípulo de ambos fue un importante personaje: Zenón de Citio (336 – 264 a.C.), que en el año 300 a.C. se distancia de sus maestros platónicos y funda su propia escuela: la Estoa o la Escuela del Pórtico. El Estoicismo fue la escuela filosófica más influyente en el pensamiento latino y cristiano.
La Academia media y nueva
Crates y luego Crantor fueron directores de la Academia. De este último la heredó Arcesilao (315 – 241 a.C.). Con él comienza un nuevo período, denominado la Academia Media. Arcesilao estudió dialéctica y sus contradicciones le llevaron a suspender el juicio, epojé, a modo de los escépticos de la Escuela de Pirrón.
Lácides fundó la Academia Nueva, que cedió en vida a Telecles y Evandro. A este último sucedió Hegésino de Pérgamo, y a éste Carnéades de Cirene (214 – 128 a.C.), máximo exponente de la Academia Nueva. Carnéades fue también escéptico y mantuvo una polémica contra los estoicos, en particular contra Crisipo. A Carnéades le sucede Clitómaco y a éste Filón de Larisa, con el que se cierra un período histórico, marcado por el intento de mantener la pureza doctrinal y el escepticismo, como lógico resultado de la dialéctica, la ciencia suprema para los platónicos. A pesar de ello, en la Academia Nueva los maestros hablaban de ciertos misterios, que no se solían mostrar a los profanos y que se encontraban en la cima del conocimiento.
El academicismo ecléctico
En el año 88 a.C. el rey Mitrídates, enemigo de la república romana, acosa Atenas. Filón de Larisa y su discípulo Antíoco de Ascalón (130 – 68 a.C.) se trasladan a Roma, donde tomarán contacto con Cicerón, quien da testimonio de este encuentro en gran parte de su obra. Poco más tarde Antíoco se traslada a Alejandría, donde reunirá a un grupo de discípulos, entre los que se encuentran sus continuadores Heráclito de Tiro y Dión de Alejandría. Antíoco y sus sucesores fueron grandes admiradores del sirio Posidonio de Apamea, filósofo estoico que tenía su escuela en Rodas, y era conocido por su mente poderosa y enciclopédica. Esta circunstancia hizo que el platonismo se acercara al estoicismo de Posidonio, así como al aristotelismo imperante en el Museo de Alejandría. Antíoco y sus sucesores le darán al platonismo un carácter ecléctico, pues consideraban que estoicismo, peripatetismo y platonismo concordaban en lo esencial. Pronto un nuevo elemento se sumará a este sincretismo filosófico: el pitagorismo, que resurgía en el siglo I a.C., sobre todo en medios romanos. Eudoro de Alejandría recogerá este nuevo interés por el pitagorismo platónico, que se justifica en las últimas obras y diálogos de Platón. Eudoro fue discípulo de Dión.
En la Alejandría de principios de nuestra era tendremos, por un lado, la tradición platónica ecléctica en la línea iniciada por Antíoco, y por otro, un creciente interés por el pitagorismo. Este es el ambiente filosófico que conocerá uno de los personajes más importantes del Platonismo medio: Filón de Alejandría (20 a.C. – 50). Filón era un judío de la diáspora alejandrina, una de las más grandes de la época. Su lengua materna era el griego y, por tanto, conoció la Biblia griega de los Setenta. Siguiendo la tradición alegórica de su pueblo, interpretará el Pentateuco en términos filosóficos, pero según la filosofía alejandrina del momento, es decir, el platonismo ecléctico de Antíoco y un tímido pitagorismo incipiente. Filón coincide con los platónicos en la importancia de los misterios que se encuentran en la cima de todo conocimiento: la Sabiduría o el Lógos de los Libros Sagrados se trasforma en una hipóstasis del Dios creador del Génesis. Con Filón de Alejandría la mística religiosa se incorpora al platonismo.
La nueva cátedra de filosofía platónica en Atenas
El regreso del Platonismo a Atenas se lo debemos a Amonio de Alejandría, maestro que encontramos en torno al año 66 enseñando de nuevo en Grecia. En esta época Plutarco de Queronea (45 – 125) estudia platonismo con Amonio. El autor de las grandes obras Moralia y Vidas paralelas, fue además sacerdote en Delfos, donde escribe sus Diálogos píticos, e iniciado en los Misterios egipcios, de los que habla en su obra Sobre Isis y Osiris. Plutarco fue un autor platónico, con ciertas influencias pitagóricas. Su sobrino Sextus fue preceptor del emperador Marco Aurelio.
La antigua Academia había quedado desierta, ya que nadie pudo asumir la herencia de las propiedades. Sin embargo, el platonismo continuó entre los distintos círculos de filósofos que se consideraban discípulos y seguidores de Plutarco de Queronea.
En el año 161 sube al trono imperial Marco Aurelio, el emperador filósofo. Su pasión por la filosofía y las letras le lleva a fundar en Atenas, en el año 176, una cátedra de retórica, y cuatro de filosofía, correspondientes a las grandes escuelas filosóficas: la cátedra de Platón, la de Aristóteles, una estoica y otra epicúrea, dotando a cada una de ellas con un salario anual de 10.000 dracmas. En el año en que se funda la nueva cátedra de Platón, es Ático quien se sienta en la silla de Platón. Era pariente y preceptor del rey Herodes Ático, al que el emperador había asignado la misión de dotar a las cátedras de los maestros más capaces. Ático había sido discípulo de Calvenus Taurus, del que hereda la disputa con el peripatetismo, que arrancaba de ciertas diferencias sobre cuestiones de lógica, en particular contra la obra de Aristóteles las Categorías. La polémica se radicalizó y llegó a poner en tela de juicio la superioridad de Platón sobre su discípulo, en un tono de vehemente lucha entre las escuelas. Herederos de la cátedra y de la disputa anti-aristotélica fueron Harpócrates de Argos y Severo, que regentaron la Academia en Atenas hasta principios del siglo III.
Por otra parte, el platonismo florecía en Asía Menor de la mano de Albino de Esmirna, discípulo de Gayo, Teón de Esmirna, autor de una introducción matemática a las doctrinas de Platón, Galeno, el reformador de la medicina, y Apuleyo de Madaura, filósofo platónico y literato, que nos describe los Misterios de Isis en su obra El asno de oro. Estos filósofos trascenderán la disputa anti-aristotélica, mostrando una visión muy amplia de la dialéctica platónica, que incorporaba toda la lógica de silogismos desarrollada por Aristóteles.
De esta época son también los filósofos que relacionan el platonismo con una mística del número inspirada en el pitagorismo, que tuvieron una gran importancia en el desarrollo de las doctrinas neoplatónicas. Nos referimos a Moderato de Cádiz, Nicómaco de Gerasa y, sobre todo, a Numenio de Apamea, que ejercerá una especial fascinación sobre los neoplatónicos, especialmente sobre Plotino, que en algún momento fue acusado de plagiar sus doctrinas.
El platonismo místico
La influencia del platonismo en el mundo antiguo excedió el ámbito puramente filosófico o científico. Lejos ya de la Academia de Atenas, el platonismo transformaba todos los ámbitos de la espiritualidad helenística: el Cristianismo, que se presenta como un judaísmo helenizado; la religión caldea y sus nuevas escrituras filosóficas: los oráculos; y los Misterios Egipcios, con los escritos filosóficos de Hermes Trismegisto.
Los primeros escritos cristianos, las cartas de Pablo, que están datados en los años sesenta del siglo primero, se aproximan más al estoicismo que al platonismo. La formación de Pablo pasa por la escuela de los fariseos, escuela judía que estaba emparentada con el estoicismo. Sin embargo, durante el siglo II se extenderá una versión del Cristianismo de fuerte raigambre platónica: el Gnosticismo. Integrado por distintas escuelas judías, cristianas y paganas, el Gnosticismo difundirá una doctrina soteriológica basada en la gnosis, un tipo de conocimiento esotérico, principalmente sobre el más allá y las posibilidades de liberación del destino determinado por las potestades del cosmos. Las Escuelas Gnósticas más importantes fueron las de Valentín, Marción, Basílides, los gnósticos de Barbeló y los ofitas. La gnosis dio pie a que un grupo de cristianos más instruidos y conocedores de las corrientes filosóficas del momento, comenzaran a escribir los primeros textos teológicos, que, en su mayoría, son denuncias de las presuntamente falsas doctrinas de los gnósticos. El primer gran apologista fue Justino mártir, cristiano apasionado por la filosofía platónica. Destacaron Tertuliano, Ireneo de Lyon y, sobre todo, el fundador de la llamada Escuela de Alejandría, Clemente, que, influenciado por Filón, intentará conciliar en sus escritos filosofía y revelación. De la Escuela de Alejandría veremos surgir a uno de los filósofos cristianos más importantes de la antigüedad: Orígenes (185 – 254), discípulo de Amonio Saccas y compañero de Plotino. Orígenes construye un sistema filosófico inspirado en Platón, con el que pretende explicar las verdades evangélicas.
El emperador Marco Aurelio se hacía acompañar en sus campañas de un mago y astrólogo caldeo, conocido como Juliano el caldeo, padre de Juliano el teúrgo, autor de los Oráculos Caldeos, un conjunto de sentencias dirigidas a iniciados en los misterios caldeos, escritas en forma de discurso filosófico de inspiración platónica.
Los siglos II y III marcan una época de fascinación por el misterio en el mundo pagano, aficionado a las mezclas sincréticas. Los sacerdotes de los misterios egipcios, totalmente helenizados, escriben el Corpus Hermeticum, la revelación del filósofo profeta Hermes Trismegisto, padre de la Alquimia y de la magia de los talismanes. Igualmente se escriben en esta época gran cantidad de papiros sobre magia y alquimia.
El sincretismo pagano afecta incluso a la religión imperial. A finales del siglo II comienza la dinastía de los Severos, procedentes de Libia. Septimio Severo, el fundador de la dinastía, estaba casado con Julia Domna, hija de Julio Basiano, sacerdote del Sol en Emesa (Siria). Los Severos institucionalizarán los cultos orientales a Helios en Roma, que se identifica con el Ser supremo del que habla Platón en la República, y la erudita emperatriz Julia Domna mantendrá un círculo literario, conocido como la sofística nova, entre los que destacan Diógenes Laercio, autor de las Vidas de filósofos ilustres, y Filóstrato, autor de la Vida de Apolonio de Tiana, teúrgo capadocio que tuvo una vida paralela a la de Jesucristo, y que encaja bastante bien con el modelo de santidad helenística. La dinastía siria de los Severos duró hasta el año 235, fecha en que muere Alejandro Severo, el último miembro de la familia imperial. Su antecesor, Heliogábalo, había sido un sacerdote del Sol en Emesa, y había traído a Roma el Gebal, un meteorito negro, símbolo de Baal de Emesa, que fue adorado como protector del Imperio. El joven emperador fue asesinado junto con su madre, Julia Soemias, quien gobernaba efectivamente, mientras su hijo se ganaba las antipatías del pueblo romano con una conducta escandalosa. Cincuenta años de disensiones militares siguieron a la caída de los Severos, en las que los generales se repartieron el Imperio, hasta su total reunificación de la mano de Diocleciano y su famosa tetrarquía, formada por Maximiano Hércules, Galerio y Constancio Cloro, padre de Constantino el grande. Durante este período el cristianismo padeció una importante persecución oficial, a la par que el paganismo se transforma en la religión helenística de la mano de los grandes filósofos-teólogos del neoplatonismo.
El Neoplatonismo
Del último filósofo neopitagórico, Numenio de Apamea, fue discípulo Amonio Saccas, que enseñaba en Alejandría durante la primera mitad del siglo III. A las lecciones de Amonio concurren dos grandes filósofos de esta época: Plotino y Orígenes. En la segunda mitad del siglo tercero vemos florecer el neoplatonismo, de la mano del gran filósofo Plotino (203 – 270), fundador de la Escuela. Estudió primero en Alejandría, luego enseñó en Roma, y finalmente se trasladó a la Campania, donde intentó fundar sin éxito una ciudad organizada según los criterios platónicos, Platonópolis, para lo que contó con el apoyo del emperador Galieno. Autor de una serie de textos conocidos tradicionalmente como las Enéadas, Plotino sienta las bases de la filosofía neoplatónica y su construcción trinitaria, donde la realidad ontológica queda constituida por tres hipóstasis o fundamentos: el Uno, el Intelecto (noûs) y el Alma. Sus dos grandes discípulos fueron Porfirio (234 – 305) y Amelio (220 – 272), el primero, autor de una prolífica obra, entre la que destaca una Vida de Pitágoras y una obra contra los cristianos; polemizó con su maestro sobre la importancia de Aristóteles en la instrucción filosófica.
Pero el verdadero padre de la escuela neoplatónica, que encontrará su continuidad en Atenas, fue Jámblico de Calcis (245 - 330), filósofo y sacerdote de Zeus-Belos en Apamea, e iniciado en los Misterios egipcios, cuya obra sintetiza las grandes tendencias de su época: el platonismo y el pitagorismo, incorporando la obra de Aristóteles como una propedéutica a la iniciación filosófica, que consiste en el conocimiento de los diálogos de Platón y culmina con una revelación religiosa a través de los Oráculos Caldeos.
Platonismo y Cristianismo
El siglo IV marca el declive del paganismo y su filosofía, tras la conversión del Imperio al cristianismo de la mano de Constantino el Grande (312 – 337). De hecho, la filosofía pagana tardará un siglo en volver a dar un gran filósofo. Los emperadores de la segunda dinastía Flavia realizarán grandes esfuerzos por cristianizar el Imperio, especialmente el emperador Constancio y Teodosio. Sin embargo, no podrán evitar las luchas internas de la nueva jerarquía cristiana por el poder y la imposición de sus puntos de vista. Con el Concilio de Nicea, en el año 325, comienzan los concilios ecuménicos, con el objeto de fijar el dogma universal o católico, y las grandes disputas teológicas sobre la Divina Trinidad, cristología, soteriología, etc. Durante todo el siglo IV, la Iglesia griega debatió sobre todo la cuestión de la Trinidad con los seguidores del obispo Arrio, mientras que la Iglesia latina intentaba poner fin a las polémicas generadas por los donatistas, pelagianistas y priscilianistas. La Iglesia latina contaba con Agustín, obispo de Hipona y teólogo ecléctico, cuya visión se acabará imponiendo en toda la cristiandad latina, hasta la irrupción del averroísmo y la escolástica, en el siglo XIII. El arrianismo, sin embargo, reviste especial interés, pues se trata de un planteamiento continuador de Orígenes y, por tanto, muy próximo a la filosofía platónica. Mantenía la diversidad de esencia entre las personas de la Trinidad, que en griego todavía se conocen con el nombre neoplatónico de hipóstasis. Los padres niceanos que combatieron la herejía arriana mantenían contrariamente la identidad de esencia de las tres hipóstasis, el famoso “homoousion”, que se acabó imponiendo: Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen una única naturaleza, pero son tres hipóstasis diferentes. A los ojos de cualquier filósofo pagano esto debió verse como una aberración, sin ningún fundamento lógico, pues el monoteísmo judío casa muy mal con la teoría neoplatónica de las tres hipóstasis.
Los arrianos ganaron protagonismo con el emperador Constancio y su sucesor Juliano (331 – 363), que durante su breve reinado intentó organizar al helenismo y restaurar los viejos cultos paganos, atizó el fuego de las disputas teológicas a fin de crear el caos entre los cristianos y ganar adeptos para la causa helenística. Juliano mismo se reveló como un gran seguidor de Jámblico de Calcis y escribió algunos discursos influidos por las doctrinas éticas y teológicas neoplatónicas.
Sin embargo, la escuela neoplatónica durante el siglo IV se encuentra dividida en dos: por una parte la Escuela de Pérgamo, donde enseña Edesio de Capadocia, discípulo directo y más destacado de Jámblico; fueron sus seguidores: Eusebio, Crisanto, Prisco y Máximo de Éfeso. Prisco vivió gran parte de su larga vida en Atenas y tuvo un destacado discípulo, el emperador Juliano, y a Hilario. Así lo narran Eunapio en sus Vidas de filósofos y sofistas, y Libanio, otro importante maestro helenista, que junto con Prisco y Máximo formaron parte del círculo del emperador Juliano.
La Academia Neoplatónica de Atenas
Por otra parte, la Escuela de Jámblico, fundada en Apamea, tuvo como sucesor a Sópatros, cuyo nieto, llamado también Jámblico, enseñó en Atenas. Así, en la Atenas del siglo IV, en la que estudió el emperador Juliano, enseñaron varios maestros seguidores de las doctrinas teosóficas del divino Jámblico de Calcis: los dos más importantes fueron Prisco, formado en la Escuela de Pérgamo, y el Jámblico de la Escuela de Apamea. Esto explica por qué en la última Academia dominó esta corriente filosófica: el neoplatonismo sirio. Plutarco de Atenas fue el fundador, a principios del siglo V, del último reducto del helenismo, la nueva Academia neoplatónica de Atenas, donde ocupó la cátedra del divino maestro hasta el año 432, fecha en que le sucede Siriano.
El siglo V comienza con las grandes persecuciones del paganismo, la destrucción de los grandes templos y oráculos y el asesinato de Hipatia de Alejandría, filósofa y matemática, en el año 415. Alejandría fue un centro de polemistas cristianos, algunos de ellos muy ambiciosos, como Cirilo, el perseguidor del nestorianismo, que junto con el monofisismo fueron las dos grandes herejías perseguidas en los Concilios de Éfeso y de Calcedonia, respectivamente. Se trataba ahora de disputas teológicas sobre las naturalezas del Cristo, una nueva dificultad para el dogma, que termina con la excomunión de nestorianos y monofisistas, y su traslado a tierras de Persia, donde crearán en el siglo VI las grandes escuelas médicas de Edesa, Nísibis y Jundi-Shapur, instrumentos esenciales en la transmisión de la filosofía griega al mundo árabe.
Tras la muerte del maestro Siriano, en el año 437, el gran Proclo (412 – 485) se sienta en la cátedra de Platón y dirigirá la nueva Academia de Atenas hasta su muerte en el año 485. Escribirá extensos comentarios a los diálogos platónicos más importantes, la Teología platónica y los importantísimos Elementos de teología, obras de gran trascendencia para la filosofía occidental. Entre los discípulos del gran diádoco se encontrará un cristiano, conocido después con el nombre de Pseudo-Dioniso Areopagita, autor de importantes obras sobre teología mística. Los últimos años del siglo V transcurrirán bajo la sombra de Proclo. Marino de Neápolis (440 – 495), un autor más bien mediocre, le sucede en la cátedra, seguido después de Isidoro.
A principios del siglo VI, Damascio (460 – 532) ocupó la cátedra de Platón en la Academia, fue uno de los últimos grandes comentaristas y filósofos helenistas, junto con su discípulo Simplicio, que tras el edicto de Justiniano, en el año 529, por el que se prohíbe a los paganos enseñar filosofía, inician un exilio a Persia, junto con otros cinco filósofos. Los siete filósofos son acogidos en la capital del Imperio Persa, Seleucia-Ctesifonte, por el Emperador filósofo Cosroes. Los nombres de estos siete eran Damascio, Simplicio, Prisciano de Lidia, autor de un Liber solutionum ad Chosroem, Eulamio de Frigia, Hermias de Fenicia, Diógenes de Fenicia e Isidoro de Gaza. En el año 532 los siete abandonan Persia y algunos de ellos regresan al Imperio Bizantino. La prohibición de enseñar pesaba, y con la muerte en prisión del último gran filósofo neoplatónico latino, Boecio, autor de la Consolación de la filosofía, el helenismo y su sustento filosófico, el neoplatonismo, se irán apagando hasta su total extinción.
Juan Almirall, marzo 2007
3 comentarios:
Según el texto la fecha de fundación de la Academia coincide con la de la muerte de Platón. ¿es esto así?
Oyesss coleguilla, ¿tú te has leído bien el texto? ¿Cómo iba a fundar algo si estaba muerto? La fecha que he encontrado de fundación de la Academia es el 388 a.C. Platón murió en el 348, así que a los 40 años fundó la Academia y a los 80 la palmó. Todo me parece demasiado cuadrado, así que supongo que las fechas son aproximadas, o tal vez un regalo de la tradición, piensa que Ficino celebraba en Villa Careggi el día exacto de la fundación de la Academia, o ¿era el día de la muerte de Platón? Bueno, fuera lo que fuera, supongo que se lo inventaron...
Un saludo,
Juan
Ok, ok, había un error que ya he corregido. Platón nació en el 428 a.C., fundó la Academia en el 388 y murió en el 348. Según Diógenes Laercio habría muerto mientras asistía a un convite de bodas, en el año primero de la Olimpiada ciento ocho (347 a.C.), a la edad de ochenta y un años. Aunque según otros murió a los ochenta y cuatro años. Pues eso, ¡vaya uno a saber!
Juan
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