Filón (30 a.C. – 50) es un autor fundamental y clave para comprender los derroteros que seguirá el platonismo, a partir de Antíoco de Ascalón (130 – 68 a.C.). Este último enseñó en Alejandría, y fue decisivo en la formación de Eudoro de Alejandría (c. 25 a.C.), autor que incorpora el pitagorismo a la mezcla sincrética de su antecesor, Antíoco. Por tanto, en el ambiente filosófico de Alejandría, que conoció Filón, tenemos maestros sincréticos o eclécticos, que mezclan el platonismo de Jenócrates, con el estoicismo de Posidonio de Apamea y algunos elementos del aristotelismo, a lo que se le suma el pitagorismo, que reaparece a principios en el siglo I a.C. De Antíoco vemos los criterios de certeza que le permiten construir cosmologías platonizantes, de Posidonio tenemos toda una visión cosmológica, y de Aristóteles predomina la psicología del De anima, que se suman al interés por el Cielo que demuestra Filón (Libro III de la Alegoría de las Leyes, 1-2: “Hubo un tiempo en que, entregado a la filosofía y a la contemplación del universo y de lo que contiene, gozaba en espíritu de lo que es realmente hermoso, deseable y bienaventurado en el comercio constante con pensamientos y doctrinas divinas, en las que encontraba una felicidad inagotable e insaciable… mi alma parecía elevada por una inspiración que la arrastraba hacia las alturas haciéndola girar con el sol, la luna y el cielo entero.” El interés por la cosmología también se refleja en una de sus obras principales "La creación del mundo", en el que comenta el relato de la creación del "Génesis" a la luz del "Timeo" de Platón. Filón fue el autor más destacado de la Escuela Alegórica de Alejandría, y aunque la exégesis alegórica es anterior a él, Filón fue su máximo exponente. Después de él la Escuela continuó, como dice Eusebio de Cesarea en su "Historia Eclesiástica": “Existía entre ellos, por antigua costumbre, una escuela de las sagradas letras.” (V.10.1). Se refiere a la Escuela Alegórica de Alejandría que parece dirigía Panteno, un cristiano alejandrino maestro de Clemente. El método alegórico, en el contexto cristiano, alcanzará su máximo exponente con Orígenes, que interpreta tanto el Nuevo como el Antiguo Testamento.
El aporte, en general, del helenismo a la religión judaica es la afirmación de la trascendencia divina, donde se trasladan los dualismos filosóficos, que distinguen el mundo sensible del mundo inteligible, al plano de la creación y lo increado, la esencia divina, que además permanece incomprensible e inalcanzable, podemos hablar en Filón de una trascendencia absoluta de la ousía divina. Otro elemento, típicamente mosaico es la unidad del Dios trascendente: “no hay más que un Dios, creador y causa de todo, y también soberano de todos los fenómenos, ya que sólo a él pertenece realmente la estabilidad, la inmutabilidad y la indefectibilidad” (Alegoría de la Leyes, I, 30). El dios trascendente, único, irá adquiriendo a lo largo de la obra de Filón diferentes características que definen su naturaleza, y la principal es su incomprensibilidad, su esencia es invisible e incorpórea, que en un momento de su obra es identificado con el Ser (De mutatione, 7 – 8), Ser inefable, por que es absolutamente simple, una simplicidad que no se puede alcanzar ni con los sentidos ni con la inteligencia corriente. La identificación con el Ser viene determinada por la afirmación bíblica de Éxodo 3, 14: “Respondió Elohim a Moisés: Yo soy el que es. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: el que es me ha enviado a vosotros.” Así que dentro del marco del platonismo, el Dios filoniano es Ser, y por tanto, está determinado, pues se trata en realidad de un Intelecto (noûs) trascendente, totalmente inefable, incomprensible e innominado, atributos todos ellos posibles de un Intelecto separado y agente, tal como es concebido en esta época. Pese a la alta admiración que le produce la creación, Dios la trasciende toda, “en el orden del universo existe una causa activa y una causa pasiva , y la causa activa es el intelecto universal (tôn hólon noûs), perfectamente puro e incontaminado, que trasciende la virtud, que trasciende la ciencia, que trasciende también al bien y lo bello…” (De opificio mundi, 8). Juega por tanto con los conceptos platónicos de forma distinta y a conveniencia, para construir un dios que es realidad viva, lo que lo alejará del primer principio, el “Uno” que es demasiado intelectual y alejado de la idea de un dios vivo. Filón se queda con el segundo principio platónico, el Intelecto, en grado eminente: un Dios que es Intelecto y Ser.
Pero tal vez, donde Filón nos resulta más interesante, es en la doctrina de las potencias (dynámeis), por medio de las cuales, acerca la trascendencia al cosmos, ya que la esencia de Dios incomprensible puede sondearse a través de sus sucedáneos Y así, las vías de acceso a Dios son dos: “El que está en el centro es el Padre del universo, que es llamado frecuentemente en la Escritura Santa, con su propio nombre, el Ser. Los que aparecen a cada un de los lados son las potencias más venerables y más cercanas al Ser, la creadora y la regia.” (Abr., 121) Dios se revela en la creación mediante la potencia creadora y la potencia gobernadora, pero además distingue otras tres potencias, que deduce de la propia Escritura: la potencia que ordena y la potencia que prohíbe, así como la potencia misericordiosa, con las que queda justificado, en el orden de las potencias divinas, la visión legalista mosaica: “Las cinco potencias están representadas y tienen sus imágenes en las cosas santas: las leyes depositadas en el arca son la imagen de la potencia que ordena y de la potencia que prohíbe; la tapa del arca es la imagen de la potencia misericordiosa – se le llama propiciatoria –, los querubines alados que están a cada uno de los lados son la imagen de la potencia creadora y de la potencia regia.” (De fuga, 100). Estas cinco potencias son una constante en la teología de Filón, son una jerarquía de potencias, que ya nos comienza a aproximar a la idea de jerarquías menos conceptuales y más hipostáticas, como veremos un poco más tarde con las emanaciones gnósticas o maniqueas, claros antecedentes de los rangos de la jerarquía divina del intelecto de la Teología platónica tardía, de Jámblico, Siriano, Plutarco de Atenas, Proclo y Damascio, aunque éste último, más como crítico que como defensor de los rangos hipostáticos del intelecto. Pues bien, este orden jerárquico también le sirve a Filón como escalera de ascenso hacia Dios, es decir, como vía afirmativa o katafática, en la que ya podemos ver clarísimamente la función ascendente de la escalera de órdenes jerárquicos: pues los primeros pasos en el ascenso se dan en el plano de la observancia de la Ley, tanto de las prohibiciones como de los mandamientos, tras lo que sigue la misericordia por el arrepentimiento, el reconocimiento de la soberanía divina y finalmente la adhesión al amor creador. Vemos aquí la Escalera del Eros, del Banquete de Platón, en clave mosaica, en vez de un ascenso por medio de la abstracción del pensamiento, hasta las realidades en sí, un ascenso por la obediencia y observancia de la Ley y los preceptos, todo ello más en la línea de las creencias del pueblo judio que del intelectualismo académico.
Pero tal vez la característica más interesante de la doctrina filoniana y que nos aporta un material que ha dado mucho que pensar a muchos autores, y que nos permite comprender el prólogo del Evangelio de Juan, o el subordinacionismo de Orígenes, o la propuesta cristológica del arrianismo, y otras muchas dificultades con las que la teología cristiana ha tenido que batallar, y que por otra parte, nos presenta por primera vez, de forma clara, la necesidad de separar el primer principio de la causa del mundo, es la doctrina del Logos de Filón. Se trata de una doctrina que acerca a Filón al Cristianismo, lo que explica la repudia que le valió por parte de los judíos, pues resulta difícil de reconocer a un judío en estas palabras: “Si alguien no es todavía digno de ser nombrado hijo de Dios, que se apresure a conformarse con el Logos primogénito, el más antiguo de los ángeles, de tal suerte que es arcángel y que lleva varios nombres: es llamado, en efecto, principio, nombre de Dios, Logos, hombre a imagen, vidente de Israel. Así, si no somos todavía capaces de ser considerados como hijos de Dios, al menos podemos serlo de su imagen sin forma el santísimo Logos. Porque el Logos muy antiguo es la imagen de Dios.” (Conf. 146 – 147). Filón ahora traslada al protagonista de la doctrina estoica a su sistema universal, el Logos nos aparece así como hijo primogénito de Dios, pues estaba con él desde el principio. Aquí hay que hacer la siguiente observación: la Biblia que leía Filón era la versión griega de los Setenta, por lo que no era extraño identificar conceptos filosóficos con términos bíblicos, y es precisamente, el Génesis donde se habla de la creación por medio del logos divino, la palabra de Yahveh Elohim. Se trata de un logos diferenciado de la mónada divina, pero sin embargo, más antiguo y más perfecto que ninguna de las potencias. Por su carácter, es el más antiguo de los ángeles, es un arcángel. Estas cosas las veremos trasladadas a muchos textos de la primera literatura cristiana, Jesús será identificado por algunos con un ángel, lo que puede extrañar a los lectores de la literatura sinóptica, pero no así en algunos textos de los padres apostólicos, apócrifos y literatura gnóstica. En el siguiente pasaje tenemos el germen de las doctrinas subordinacionistas de Orígenes o de Arrio: “Al Logos arcángel y muy antiguo es a quien el Padre que lo ha engendrado todo ha hecho el don insigne de estar situado en la frontera para separar la creación del Creador. Intercede sin cesar cerca del incorruptible por la naturaleza mortal y frágil y es enviado por el Señor al servidor. No es ingénito como Dios, ni engendrado como nosotros, sino intermedio entre los dos extremos, y comunica con el uno y con el otro.” (Her. 205 – 206). El logos es también una criatura, pues Dios lo ha creado todo primero en su logos, y a través del logos llevará el cosmos a la existencia, pues el logos es el verdadero principio creador de lo inteligible y de lo sensible, es el instrumento de Dios: “Es del Logos, más antiguo que lo que ha sido creado, de quien se sirve, como de un gobernante, el piloto del universo para dirigir el universo. Y cuando formaba el mundo le ha utilizado como un instrumento para la realización irreprochable de su designio.” (Migr. 6), es por medio del Logos que lo ha creado todo, se trata de una lectura del Génesis que le permite personalizar y dar autoconciencia a la palabra, Filón hace del Logos una hipóstasis distinta de Dios, que es además el Demiurgo, así tendremos en la cosmología filoniana una transposición hipostizada de los principios platónicos, la causa primera y la causa eficiente, que darán tanto juego a los autores de teologías platónicas, y que se despliega en la Teología Platónica y el Comentario al Timeo de Proclo, que son los últimos textos conservados de una extensa literatura especulatia sobre la distinción entre principios. Por otra parte, tendremos el famoso misterio cristiano, Jesús como encarnación del Logos filoniano, que además, será punto de encalle de la teología cristiana, pues se trata de una cuestión que no queda resuelta racionalmente en la dogmática ortodoxa, y que requiere del dogma de fe, por la imposibilidad racional de salvar el misterio, lo que comportó el consiguiente rechazo como heterodoxas de todas aquellas doctrinas que presentaran alguna solución, y que lógicamente resultaban muy próximas al planteamiento del judío alejandrino, como el subordinacionismo de Orígenes o el del Arrianismo.
Para terminar esta introducción a la cosmología de Filón de Alejandría, introducir la distinción entre Logos y Sophia: “Moisés llama Edén a la Sabiduría del Ser. El Logos desciende, como de una fuente, de esta Sabiduría a la manera de un río y se divide en cuatro principios, que son las virtudes. Comparando el Logos a un río, un compañero de Moisés ha dicho en sus himnos: el río de Dios está repleto de agua (Ps. LXIV, 10). Así designa al Verbo divino, henchido en la fuente de la Sabiduría y que no deja vacía ninguna de las partes de sí mismo. Otro cántico dice: Ríos impetuosos alegran la ciudad de Dios (Ps. XLV, 5). ¿Qué ciudad es ésta? Porque la ciudad santa que existe actualmente, en donde se encuentra el Templo Santo, está construida lejos del mar y de los ríos. El sentido es evidentemente alegórico. En realidad, el flujo del Verbo divino, que corre con continuidad, potencia y medida, se desparrama a través del universo y alegra todas las cosas.” (Somm. II, 245 – 246). Por tanto, tendríamos a la Divinidad, que es Ser e Intelecto, de la cual procede Sabiduría, que es idéntica al Logos, salvo en que este último, está en contacto con la creación, y es el primero de entre las potencias divinas que lo gobiernan todo, y permiten al alma el regreso hacia el Padre de todas las cosas.
Las obras de Filón de Alejandría son: La creación del mundo, los tres libros de La interpretación de las Leyes, Sobre los Querubines, De los sacrificios de Abel y Caín, El malvado tiende a sobrevivir al bueno, la posteridad de Caín, De los gigantes, La inmutabilidad de Dios, De la agricultura, Sobre Noé, Sobre la ebriedad, Sobre la sobriedad, Sobre la confusión de lenguas, La migración de Abraham, El heredero de las cosas divinas, El connubio, La fuga, La mutación de los nombres, Sobre los sueños y Sobre José.
Saludos,
Juan Almirall
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