El politeísmo es como una democracia liberal, donde hay muchas palabras, muchos discursos. Donde el vivir consiste en el desgaste del mutuo derribarse: orgía olímpica, aristocracia divina, teomaquias... Pero cuando el hombre se pone a imitar a los dioses olímpicos, se entera tarde de que no hay ambrosía, de que no hay néctar para las heridas humanas. (De El Logos alejandrino, de Agustí Andreu, Ed. Siruela, 2009). En algún momento el autor identifica las formas religiosas con formas de gobierno: paganismo = democracia liberal y monoteísmo = dictadura con vocación imperialista.
Esta cita, sumamente interesante, nos muestra el efecto psicológico que provocan la distintas formas de pensamiento religioso. Pero sin embargo, no tiene en cuenta un factor importante: la religión como misterio, como camino de realización. Donde el politeísmo ofrece una gran cantidad de referentes psicológicos, de patrones psíquicos, para abordar el tema del alma humana, en proceso de profundo auto-conocimiento. Vista la religión como religión social o como ideología de un determinado colectivo, como fenómeno antropológico, o mejor, sociológico, seguramente las ideas religiosas tienen el efecto que A. Andreu comenta en su libro.
Sin embargo, la religión monoteísta/mono-personalista, sin relato, sin héroe semi-divino o divino del todo, sin mitos, es decir, solo como norma, solo como pauta moral, deja totalmente huérfana a la persona que busca su auto-conocimiento. Los mitos mostraban al ser humano el camino hacia uno mismo y sus dificultades, y el misterio era mito en acción, mito litúrgico. Sobre esto hablaremos próximamente cuando tratemos la Alquimia como una necesidad, como relato y símbolo, adherido por necesidad al Cristianimo, tras la desaparición de la Sabiduría del Paganismo.
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