En algunas entradas anteriores hemos hablado de los cambios que se advierten en el estudio comparado de las religiones, y que podrían estar relacionados con la evolución de la conciencia, en un proceso hacia la individuación, tal como proponía el psiquiatra suizo C.G. Jung. Concretamente, hablamos de tres formas básicas y diferentes de entender a Dios, el mundo y el ser humano. Las religiones más primitivas, como pudieron ser las religiones egipcia, mesopotámicas o la religión védica (la religión de los Vedas, no las religiones sectarias que se agrupan hoy en el concepto más amplio de "hinduismo"), concebían los dioses como fuerzas de la naturaleza, rectoras del cosmos, en constante relación con éste y que se revelaban a través de los sonidos imperceptibles, que solo los sabios-videntes o mejor clariaudientes, podían escuchar, estas fueron las religiones de los sabios, las formas más antiguas de religión, en el marco de grandes civilizaciones, que tenían mucho que ver con el chamanismo. Los himnos más antiguos de los Veda-samhîta (colecciones de himnos para cantar en los sacrificios de fuego) ponen una gran atención en la pronunciación y formulación de los mantra o versos, que son expresión del movimiento cósmico y con él se integran, haciendo del ser humano una criatura privilegiada en el orden universal, dado que es capaz de reproducir y hacer audibles los sonidos que mueven todo el universo, pudiendo participar con su canto de este devenir universal.
Un segundo momento, en el proceso de evolución hacia formas más individualizadas de conciencia, se aprecia en el binomio "religiones de dioses humanizados" y teología. Con "religiones de dioses humanizados" nos referimos a tipos de religiosidad donde los dioses principales no son fuerzas de la naturaleza, sino que encarnan fuerzas psíquicas, de entre las cuales se impusieron formas de monoteísmo que designaban al Intelecto como divinidad suprema, por lo que rápidamente estas religiones de dioses humanizados desarrollaron teologías o metafísicas sobre el Ser, el Intelecto, los Números divinos y otras categorías del pensar conceptual, como formas supremas de la divinidad. Esta religiosidad cambió sus formas litúrgicas, mucho menos "gramaticales" y más "expresivas". Con estos dos conceptos ponemos de relieve el valor del lenguaje como forma de participación del ser humano en lo divino, en el marco de este proceso evolutivo. En un primer momento, las reglas de recitación condicionaban la ejecución correcta de la liturgia, pues una incorrecta ejecución de la recitación del mantra podría condicionar la suerte del sacrificio o ritual realizado. Ello propició la existencia de una literatura sobre gramática y fonética muy antigua, en la que se establecían las normas de ejecución correcta de la liturgia, es, por tanto, una liturgia muy reglamentada, que exige la pericia de una casta sacerdotal, cuya principal dedicación, desde la infancia, es el estudio de las reglas de ejecución de la liturgia. Cuando hablamos de formas "expresivas" de la liturgia nos referimos a formas más "emocionales" de ejecución, en el que se pierden las normas gramaticales, en pro de una forma más sentida de expresión, el canto bizantino es fruto de esta mayor expresividad, el lamento por el sufrimiento padecido por la divinidad, se muestra en una ejecución mucho más libre del canto litúrgico. Este segundo momento en la historia de la religiosidad está determinado por la concepción mucho más humana de la divinidad, dioses que expresan sentimientos y que en realidad representan distintas manifestaciones de la psique humana, con la divinidad suprema representada por el Intelecto. Esta evolución va desde los dioses humanizados y la introducción de los héroes semidioses, que por lo general son hijos de un dios y un mortal, que se presentan en la poesía épica, propia de la casta de los guerreros, y que destacan los ideales éticos, principalmente, asociados con una concepción militar de la vida, y termina en las complejas teologías que son herederas de la primera filosofía metafísica, que especula sobre las distintas categorías del pensar, y que entroniza al Ser, el Intelecto, el Uno, y otras formas conceptuales de entender a la divinidad. Esta teología entra en crisis a partir del siglo XVII y XVIII, pero los gérmenes de esta crisis se pueden rastrear en la teología tomista sobre la unidad del intelecto humano y la escolástica nominalista, que reduce las Ideas universales a meros conceptos mentales.
En el tercer momento no vamos a entrar, aunque queremos apuntar que está relacionado con las concepciones modernas en las que se concibe el cosmos y la materia en términos absolutos, digamos que estamos en una época en la que el ser humano solo le queda hacer metafísica de la materia y el universo, donde no existen formas artísticas de liturgia, digamos que la liturgia ha sido substituida por el estudio científico y académico, en el que todo lo que no es técnica también se encuentra en crisis, pues no sirve para nada. Vivimos en una época de afirmación de la individualidad, donde lo único sagrado son los derechos individuales, lo cual culmina este proceso de individuación, y genera importantes preguntas sobre ¿y ahora qué? Por ello se va imponiendo una cierta espiritualidad individualmente comprendida, en el marco de una tremenda olla de grillos que son los canales de difusión de información y comunicación, donde el estrés fruto de la gran ansiedad que genera la hiper comunicación y super masificación de información, que nuestras mentes tienen que procesar a diario, conducen hacia la necesidad de silencio y meditación, que van ganando terreno a cualquier otra forma de religiosidad.
Pero volvamos a las dos formas litúrgicas que hemos denominado "gramaticales" y "expresivas", pues ellas nos pueden aportar alguna luz sobre la evolución de la conciencia de la que hablaba C.G. Jung. Fuerzas de la naturaleza, como los dioses egipcios o védicos, próximos al chamanismo, donde lo complejo tal vez no sean los elementos rituales, sino la ejecución del ritual. Complejas reglas de ejecución o "reglas sin significado" como las llamaba Fritz Staal, donde el factor decisivo no es lo que se dice, sino el cómo se dice. La gramática sánscrita ordena los sonidos articulados en seis grupos principales, según el punto de articulación consonántico, que por orden de profundidad puede ser velar, palatal, cerebral o retroflejas, dentales, labiales y silbantes. Los cinco primeros grupos se dividen en sonidos sordos, sonoros y nasalizados, y los dos primeros tienen formas aspiradas. Lo que clasifica y ordena perfectamente los sonidos consonánticos, según punto de articulación, como si de una notación musical se tratase. El sonido consonántico se produce cuando el aliento (el espíritu) encuentra un obstáculo en su recorrido a través de la garganta y por la boca, puede suceder una oclusión en la garganta generando sonidos velares, o bien en el paladar, o al atravesar la zona dental o labial. Los sonidos consonánticos son significativos, es decir, la carga de significado de una palabra procede de las consonantes o de grupos de consonantes, las vocales en sí, por el contrario, no son significativas, están cargadas de expresividad y emotividad, es decir, con la vocal se pone un cierto énfasis emocional, por ello si queremos agredir a alguien no le diremos "¡iiiii!", sino "¡aaaaa!", por ejemplo. La vocal es un sonido que se produce cuando el aliento no encuentra ningún obstáculo en la garganta, paladar o boca, sino que depende de la variación en la altura de la lengua y la posición de los labios, es un sonido abierto, que expresa mejor aspectos emotivos de una lengua.
Ello hace que la recitación litúrgica sea más o menos expresiva, en función del protagonismo que tengan las vocales en el canto, frente a las consonantes. El canto bizantino, por ejemplo alarga las vocales y juega con el sonido vocálico, dándole expresividad y emotividad a la litúrgico. Mientras que la recitación védica pone un mayor acento en el uso de los sonidos consonánticos, en el uso de una gama mucho más amplia de consonantes, que, por otra parte, el griego no tiene. Las reglas de recitación védica son muy estrictas y sus normas gramaticales condicionan la forma litúrgica, donde no hay expresividad, sino un complejo juego de articulación de sonidos.
Ello hace que la recitación litúrgica sea más o menos expresiva, en función del protagonismo que tengan las vocales en el canto, frente a las consonantes. El canto bizantino, por ejemplo alarga las vocales y juega con el sonido vocálico, dándole expresividad y emotividad a la litúrgico. Mientras que la recitación védica pone un mayor acento en el uso de los sonidos consonánticos, en el uso de una gama mucho más amplia de consonantes, que, por otra parte, el griego no tiene. Las reglas de recitación védica son muy estrictas y sus normas gramaticales condicionan la forma litúrgica, donde no hay expresividad, sino un complejo juego de articulación de sonidos.
Ejemplo de recitación védica se puede escuchar en el siguiente vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=xCQCSN38KYY. Una buena muestra de canto bizantino se puede escuchar en el siguiente vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=RwFYUJb03d0.
La liturgia védica tenía por objeto conectar con las fuerzas de la naturaleza, sus sonidos consonánticos eran el reflejo de los movimientos del cosmos en su constante devenir, solo los sabios videntes podían escuchar estos sonidos inaudibles y plasmarlos en el juego de complejas reglas gramaticales, donde una gran gama de sonidos era necesaria para mostrar el juego universal, al que el ser humano se encontraba conectado y participaba a través del canto litúrgico. Pero la religión cambió con el ser humano, mucho más individualizado que el vidente naturalista, el poeta litúrgico canta los sentimientos y emociones de los dioses humanizados, por ello encuentra en el griego, una lengua con una gama mucho menor de sonidos, una vía de expresión adecuada, donde el juego con las vocales plasma mucho mejor las nuevas relaciones con la divinidad, que son más de orden emotivo y donde el sentimiento precisa de una fuerza expresiva que solo las vocales pueden dar.
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