domingo, 15 de junio de 2008

Anotaciones y comentarios a los textos de Prisciliano III



Sobre el Tratado V o del Génesis

“Y “por medio de lo visible” (Rom. 1,20) muestra en nosotros los hechos “de las intelecciones espirituales” (ib.)

"Mostrando la obra del verbo con los hechos...
Todo lo visible es perecedero, y las tinieblas fueron iluminadas e ideada la creación con el fin de ofrecer al hombre que trabaja en la obra de Cristo, las divisiones contables de los tiempos y el habitáculo de los días y de no sobrepasar lo establecido por la voluntad divina el que quisiese guardar los mandamientos divinos con la prestación de nuestro ministerio. Pues sobre ellos está escrito: “vuestro padre, el diablo, fue embustero desde el principio” (Juan. 8,44) y es forzoso que la naturaleza que dio el principio de la mentira no puede guardar el camino de la verdad.
Por lo cual os exhorto y aconsejo que “quienes, bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo, despreciando las tinieblas del siglo, paséis honestamente como a la luz del día, etc.” (Col. 2,8; I Cor.3,19).



En el tratado V, Prisciliano hace una ligera crítica de ciertas creencias gnósticas y filosóficas; no se detiene mucho, simplemente las cita; las resumimos:

1. Rechaza que el mundo sea eterno e increado
2. Rechaza que el mundo sea malo y que haya sido creado por el diablo. Hace al hombre responsable del mal que este debe corregir en sí mismo.
3. No acepta que el sol y la luna sean dioses y que el poder de los elementos lo atribuyan a los principados del mundo, idea que luego acepta (“principados terrígenos” cita un poco más adelante, así como también ocurre, con matices, con el segundo punto.)

El tratado continúa con una exposición sobre la creación y más tarde con la situación del hombre con respecto a ella. A continuación una pequeña muestra:

“…tomando el hombre del hombre su hospitalidad corporal por intermedio de la naturaleza, naciese este carne de la carne, así, creados nosotros y siguiendo las normas de los mandatos divinos, venciese la carne purificada la obra del mundo y la naturaleza de la materia terrenal…Tuviese en sí el testimonio de la imagen y semejanza de Dios, e iluminado en el cuerpo “se convierta en templo del Señor” (I Cor. 3,6)”

La primera parte de esta cita parece querer decir que el hombre, de alguna forma, preexistía como ser incorpóreo, y en algún momento del proceso de creación, ese hombre incorpóreo se “incorporase”, es decir, adoptase una “vestidura” corporal-terrenal, es decir, carnal, "obra del mundo", la cual ha de ser vencida por una "nueva corporalidad", una realidad corporal, templo del espíritu, "nacida de Dios", (Juan 1) y llamada aquí "carne purificada" o "revestir a Cristo".
En algún momento hemos de tratar este punto más detenidamente y podremos mostrar las vinculaciones que tiene con el mundo griego y otras tradiciones.

El cuerpo, nacido de la naturaleza terrenal, ha de convertirse en templo del Espíritu, como dice Pablo. Esto no es entendido de manera simbólica, sino como un proceso de transformación y reconstrucción en siete días o en siete fases o momentos de un proceso; como un reflejo en lo pequeño del acto de creación en lo grande. Prisciliano comienza el tratado con la creación divina del mundo, luego prosigue con la creación divina del hombre espiritual en siete días, como si se tratase de una relación de semejanza entre macrocosmos y microcosmos.

“Y por ello, vosotros, dilectísimos míos, “purificad vuestras almas para la obediencia de la fe” (I Pedro 1,22) y” despojándoos del viejo hombre con todos sus actos y concupiscencias, vestíos del hombre nuevo” (Col. 3, 9-10). Entrando en la obra de las lecturas para la comprensión de las virtudes espirituales, preparad en vosotros el cielo y la tierra del Señor, para que disipada la oscuridad de la ignorancia, se exclame en vosotros: “hágase la luz” (Gen. 1,3) y, corregida la oscuridad del cuerpo corruptible y establecida en vosotros la luz del Espíritu Divino, seáis llamados “día del Señor”.

En verdad, aquel que, en las obras de Cristo, primero, llena el día con el cocimiento de sí mismo y, segundo, situado correctamente en su lugar, aprende así, el firmamento de todos los mandamientos, de forma tal que, fecundado por el Verbo del Señor, todo lo que había de estéril en él reciba la lluvia de la predicación divina, instruido en toda la gracia de la profesión católica, creciendo en gloria y obra de la semana perfecta, reformando en sí la Iglesia del Señor por la fe de Cristo, tal como está escrito: “la sabiduría edificó su casa y la asentó sobre siete columnas” (Prov. 9,1). En esta fe, también vosotros, como piedras vivas seréis edificados en casas espirituales, “ofreciéndoos como víctimas de sacrifico inmaculadas y agradables a Dios” (I Pedro 2,5) “renacidos, no de semilla corruptible, sino de semilla incorruptible, por el Verbo del Dios Vivo y permaneciendo en la eternidad” (I Pedro 1,23) para que, convertidos en sábado del Señor, despojados de todos los actos del mundo, no debáis nada al siglo, sino que descanséis en Dios.”


Renacimiento espiritual y transformación, reconstrucción del templo que es el hombre perfecto u hombre nuevo; sabiduría, comprensión espiritual y conocimiento de sí mismo; simbolismo del número siete en esta ocasión: siete días, siete columnas; inmortalidad y eternidad como consecuencia de la transformación y reformación de un cuerpo espiritual o templo de Dios, a partir de la sustancia espiritual, a partir de la actividad del “Verbo de Dios” o Logos, tal como dice el prólogo del evangelio de Juan:

“Más a cuantos le recibieron les dio poder de venir a ser hijos de Dios, que no de sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios, son nacidos”. (Juan 1,12,1

Para entender a Prisciliano es necesario hacer una lectura simbólica del contenido del evangelio y al mismo tiempo, es necesario hacer una interpretación literal de contenidos como el que acabamos de citar.

A pesar de hablar de profesión católica, el texto citado posee elementos que se acercan más a posiciones gnósticas que a la ortodoxia del siglo IV y, sin embargo, todos los contenidos del texto son perfectamente evangélicos, lo cual muestra, de momento, dos cosas:

1. Que es posible una lectura "gnóstica" del Nuevo Testamento.
2. Que hay en el catolicismo de Prisciliano una reforma del cristianismo de su tiempo hacia la tradición de los apóstoles, como han señalado algunos eruditos.

En este sentido cabe destacar la sorprendente la actitud de Agustín de Hipona, quien insulta apasionadamente a Prisciliano porque en la obra de este hay constantes referencias a la Biblia.

Saludos cordiales, Jesús Rodríguez.

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