Sabiduría y gnosis judaica
Existe una gnosis judaica de la que nos habla el Dr. Montserrat en su estudio sobre los gnósticos . En su introducción hace una breve alusión a diferentes textos gnósticos y autores, que eran judíos y a los que se les puede incluir en el conjunto más amplio de los llamados gnósticos, entendiendo por tales a un grupo heterogéneo que tiene un lenguaje semejante y manifiesta unas ideas determinadas sobre la sabiduría y el cosmos. Baste en una primera aproximación apuntar que efectivamente hay textos gnósticos judaizantes y que consisten en una exégesis del Antiguo Testamento. El Dr. Montserrat habla de los textos de Nag Hammadi siguientes: Hipóstasis de los arcontes y el Tratado sobre el origen del mundo, a los que, sin duda, hay que sumar El trueno: intelecto perfecto . Estos son los principales textos gnóstico-judaicos, y entre los personajes que se citan como tales, estarían Cerinto, Dositeo, Simón el mago y un tal Menandro. Hay otras corrientes gnósticas que se encuentran a medio camino entre la gnosis judaica y la gnosis propiamente cristiana, como la de Valentín o Marción, estas corrientes o escuelas que son varias, destacamos los gnósticos de Barbeló, que identifican a Barbeló con la Sabiduría, los ofitas, los naasenos y setianos o los cainitas, todos ellos encuentran una mayor inspiración en los textos del Antiguo Testamento que en el Evangelio.
Lo que ninguno de los estudiosos parece considerar son las evidentes conexiones entre los textos gnósticos y sus doctrinas, y la tradición sapiencial, sobre todo, del libro de la Sabiduría, que sin duda se puede considerar un claro antecedente de la gnosis judaica. La literatura sapiencial, que incluye la literatura didáctica contenida en máximas y proverbios, así como la literatura apocalíptica, presenta a la sabiduría como una necesidad que sobreviene al hombre que busca conocer la creación, la obra de Dios. En principio no es a Dios al que se busca a través de su creación, sino que es a la creación misma, la que aspira a conocer el sabio, la sabiduría, que es expresión de la potencia creadora y ordenadora de Dios, tal como las presenta Filón de Alejandría, ya que suponen el orden que ha establecido Dios en el cosmos, es el mayor tesoro, según esta literatura sapiencial, dado a los hombres. La sabiduría es, por tanto, el orden del cosmos, las fuerzas y leyes que rigen el cosmos, entendido como creación divina, que no es otra cosas que el objeto de toda ciencia, es decir, de toda gnosis. Esta literatura incluye el conocimiento o gnosis del cosmos, así como de la historia universal, en particular la apocalíptica se centra en su aspecto escatológico . Es frecuente por tanto, la aparición de la Sabiduría personificada como una mujer, “la Sabiduría se ha edificado una casa, ha labrado siete columnas, ha matado las reses, mezclado el vino y puesto la mesa” (Prov. 9: 1-2), “el que guarda la Ley alcanza la Sabiduría, que le saldrá al encuentro como una madre y lo recibirá como la esposa de la juventud” (Eclo 15: 1-2). Sin embargo, esta Sabiduría de los libros sapienciales es solo una criatura, un don de Dios, como dice Gerhard von Rad, “habrá que esperar al libro de la Sabiduría – fiel representante, en infinidad de aspectos, de la tradición doctrinal palestinense – para apreciar, concretamente en este punto, una desviación de la línea tradicional y un paso decisivo hacia la divinización de la sabiduría en un marco de especulaciones mitológicas” .
Estamos de acuerdo con Rad en la idea de que es en el Libro de la Sabiduría donde ésta aparece divinizada, como una hipóstasis divina, en el marco de una nueva mitología, al menos con relación al resto del ciclo sapiencial. Se trata de un libro escrito, con seguridad en Egipto y en particular Alejandría, entre los años 100 a.C. y 40 de nuestra era. Lo que no nos parece tan evidente es que el libro de la Sabiduría sea un fiel representante de la tradición doctrinal palestinense, sino que más bien, nos parece que se trata de una tradición algo extraña a la concepción judía, pues presenta a la sabiduría como diosa, como compañera de Dios, muy en la línea de las concepciones alejandrinas de la diosa pagana Isis. De hecho el Dr. Quispel encuentra claros paralelismos entre la aretalogía de Isis y esta obra tardía de la literatura sapiencial, la caracterización de la sabiduría que presenta Filón de Alejandría o incluso con El trueno: intelecto perfecto gnóstico .
Podemos ofrecer como conclusión la idea de la existencia de una gnosis judaica muy vinculada a la tradición sapiencial, que se aproxima mucho a la tríada pagana Serapis-Isis-Harpócrates, en la ciudad de Alejandría. No olvidemos que en esta ciudad el imponente Templo del Serapeum, con su biblioteca y sus escuelas filosóficas, dedicadas por otra parte al estudio del cosmos, irradiaba una cierta concepción muy sólida del cosmos y de la teología, que seguramente influyó, no solamente a los sabios judíos, que se aproximarían con seguridad a las escuelas filosóficas del Serapeum, sino también a la gnosis que comenzaría sus desarrollos mitológicos en ésta época, y con seguridad bajo la influencia egipcia.
Tenemos pues el libro de la Sabiduría que debe ser tomado como manifestación de la corriente sapiencial en el siglo I de nuestra era, y como antecedente más directo de la gnosis tanto judaica como cristiana. Libro que está incluido en los textos que comprenden la versión griega de la Biblia, la Septuaginta, y que pasará al canon cristiano, pero no al canon de libros sagrados del judaísmo tras la segunda destrucción del Templo. Pues bien, en dicho libro, la sabiduría aparece como espíritu de Dios: “invoqué, y me vino un espíritu de sabiduría (epekalesámên, kaì êlthén moi pneûma sofías), Sab. 7: 7, en este fragmento tenemos tanto al espíritu como a la epíclesis del ritual de la eucaristía cristiano, la invocación y la manifestación del espíritu como revelador de la sabiduría, es decir de una gnosis, un conocimiento sobre los seres y el cosmos: “que el fue quien me dio gnosis verdadera sobre los seres para conocer la trabazón del cosmos y la actividad de los elementos…” (Sab. 7: 17) Por tanto, es la Sabiduría, o más bien el Espíritu de Sabiduría el que revela la gnosis, el conocimiento verdadero sobre la creación, esto es el cosmos. Esta Sabiduría es la que convive con Dios y a la que ama Dios por encima de todo, pues es iniciada en la ciencia de Dios y es adepta a sus obras. Esta Sabiduría es muy similar a la Isis que nos presentan Apuleyo de Madaura en su aretalogía final del libro “Metamorfosis” o como la presenta Plutarco de Queronea en su “Isis y Osiris”, una diosa, por otra parte, muy próxima a la Deméter y Perséfone eleusinas, relacionadas con los misterios y la epopté, no en vano se representa a Isis sentada con un niño en sus faldas que se lleva el dedo índice a la boca en señal de silencio, de secreto iniciático. Estas diosas se identificarán de la mano de los filósofos platónicos con la Naturaleza, con el Alma del mundo, el cosmos mismo. Por ello Sofía, Isis, es el Alma del mundo, la primera y más querida creación del dios Demiurgo.
(Continuará).
Juan Almirall
Existe una gnosis judaica de la que nos habla el Dr. Montserrat en su estudio sobre los gnósticos . En su introducción hace una breve alusión a diferentes textos gnósticos y autores, que eran judíos y a los que se les puede incluir en el conjunto más amplio de los llamados gnósticos, entendiendo por tales a un grupo heterogéneo que tiene un lenguaje semejante y manifiesta unas ideas determinadas sobre la sabiduría y el cosmos. Baste en una primera aproximación apuntar que efectivamente hay textos gnósticos judaizantes y que consisten en una exégesis del Antiguo Testamento. El Dr. Montserrat habla de los textos de Nag Hammadi siguientes: Hipóstasis de los arcontes y el Tratado sobre el origen del mundo, a los que, sin duda, hay que sumar El trueno: intelecto perfecto . Estos son los principales textos gnóstico-judaicos, y entre los personajes que se citan como tales, estarían Cerinto, Dositeo, Simón el mago y un tal Menandro. Hay otras corrientes gnósticas que se encuentran a medio camino entre la gnosis judaica y la gnosis propiamente cristiana, como la de Valentín o Marción, estas corrientes o escuelas que son varias, destacamos los gnósticos de Barbeló, que identifican a Barbeló con la Sabiduría, los ofitas, los naasenos y setianos o los cainitas, todos ellos encuentran una mayor inspiración en los textos del Antiguo Testamento que en el Evangelio.
Lo que ninguno de los estudiosos parece considerar son las evidentes conexiones entre los textos gnósticos y sus doctrinas, y la tradición sapiencial, sobre todo, del libro de la Sabiduría, que sin duda se puede considerar un claro antecedente de la gnosis judaica. La literatura sapiencial, que incluye la literatura didáctica contenida en máximas y proverbios, así como la literatura apocalíptica, presenta a la sabiduría como una necesidad que sobreviene al hombre que busca conocer la creación, la obra de Dios. En principio no es a Dios al que se busca a través de su creación, sino que es a la creación misma, la que aspira a conocer el sabio, la sabiduría, que es expresión de la potencia creadora y ordenadora de Dios, tal como las presenta Filón de Alejandría, ya que suponen el orden que ha establecido Dios en el cosmos, es el mayor tesoro, según esta literatura sapiencial, dado a los hombres. La sabiduría es, por tanto, el orden del cosmos, las fuerzas y leyes que rigen el cosmos, entendido como creación divina, que no es otra cosas que el objeto de toda ciencia, es decir, de toda gnosis. Esta literatura incluye el conocimiento o gnosis del cosmos, así como de la historia universal, en particular la apocalíptica se centra en su aspecto escatológico . Es frecuente por tanto, la aparición de la Sabiduría personificada como una mujer, “la Sabiduría se ha edificado una casa, ha labrado siete columnas, ha matado las reses, mezclado el vino y puesto la mesa” (Prov. 9: 1-2), “el que guarda la Ley alcanza la Sabiduría, que le saldrá al encuentro como una madre y lo recibirá como la esposa de la juventud” (Eclo 15: 1-2). Sin embargo, esta Sabiduría de los libros sapienciales es solo una criatura, un don de Dios, como dice Gerhard von Rad, “habrá que esperar al libro de la Sabiduría – fiel representante, en infinidad de aspectos, de la tradición doctrinal palestinense – para apreciar, concretamente en este punto, una desviación de la línea tradicional y un paso decisivo hacia la divinización de la sabiduría en un marco de especulaciones mitológicas” .
Estamos de acuerdo con Rad en la idea de que es en el Libro de la Sabiduría donde ésta aparece divinizada, como una hipóstasis divina, en el marco de una nueva mitología, al menos con relación al resto del ciclo sapiencial. Se trata de un libro escrito, con seguridad en Egipto y en particular Alejandría, entre los años 100 a.C. y 40 de nuestra era. Lo que no nos parece tan evidente es que el libro de la Sabiduría sea un fiel representante de la tradición doctrinal palestinense, sino que más bien, nos parece que se trata de una tradición algo extraña a la concepción judía, pues presenta a la sabiduría como diosa, como compañera de Dios, muy en la línea de las concepciones alejandrinas de la diosa pagana Isis. De hecho el Dr. Quispel encuentra claros paralelismos entre la aretalogía de Isis y esta obra tardía de la literatura sapiencial, la caracterización de la sabiduría que presenta Filón de Alejandría o incluso con El trueno: intelecto perfecto gnóstico .
Podemos ofrecer como conclusión la idea de la existencia de una gnosis judaica muy vinculada a la tradición sapiencial, que se aproxima mucho a la tríada pagana Serapis-Isis-Harpócrates, en la ciudad de Alejandría. No olvidemos que en esta ciudad el imponente Templo del Serapeum, con su biblioteca y sus escuelas filosóficas, dedicadas por otra parte al estudio del cosmos, irradiaba una cierta concepción muy sólida del cosmos y de la teología, que seguramente influyó, no solamente a los sabios judíos, que se aproximarían con seguridad a las escuelas filosóficas del Serapeum, sino también a la gnosis que comenzaría sus desarrollos mitológicos en ésta época, y con seguridad bajo la influencia egipcia.
Tenemos pues el libro de la Sabiduría que debe ser tomado como manifestación de la corriente sapiencial en el siglo I de nuestra era, y como antecedente más directo de la gnosis tanto judaica como cristiana. Libro que está incluido en los textos que comprenden la versión griega de la Biblia, la Septuaginta, y que pasará al canon cristiano, pero no al canon de libros sagrados del judaísmo tras la segunda destrucción del Templo. Pues bien, en dicho libro, la sabiduría aparece como espíritu de Dios: “invoqué, y me vino un espíritu de sabiduría (epekalesámên, kaì êlthén moi pneûma sofías), Sab. 7: 7, en este fragmento tenemos tanto al espíritu como a la epíclesis del ritual de la eucaristía cristiano, la invocación y la manifestación del espíritu como revelador de la sabiduría, es decir de una gnosis, un conocimiento sobre los seres y el cosmos: “que el fue quien me dio gnosis verdadera sobre los seres para conocer la trabazón del cosmos y la actividad de los elementos…” (Sab. 7: 17) Por tanto, es la Sabiduría, o más bien el Espíritu de Sabiduría el que revela la gnosis, el conocimiento verdadero sobre la creación, esto es el cosmos. Esta Sabiduría es la que convive con Dios y a la que ama Dios por encima de todo, pues es iniciada en la ciencia de Dios y es adepta a sus obras. Esta Sabiduría es muy similar a la Isis que nos presentan Apuleyo de Madaura en su aretalogía final del libro “Metamorfosis” o como la presenta Plutarco de Queronea en su “Isis y Osiris”, una diosa, por otra parte, muy próxima a la Deméter y Perséfone eleusinas, relacionadas con los misterios y la epopté, no en vano se representa a Isis sentada con un niño en sus faldas que se lleva el dedo índice a la boca en señal de silencio, de secreto iniciático. Estas diosas se identificarán de la mano de los filósofos platónicos con la Naturaleza, con el Alma del mundo, el cosmos mismo. Por ello Sofía, Isis, es el Alma del mundo, la primera y más querida creación del dios Demiurgo.
(Continuará).
Juan Almirall
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