Sobre la vida de
Jámblico tenemos el testimonio de Eunapio, Vida
de filósofos y sofistas, escrita entre los años 396 y 399, que atestigua el
origen sirio de nuestro autor, procedente de la ciudad de Calcis. Su vida
transcurre aproximadamente entre los años 250 y 325, de origen aristocrático,
habría vivido la época del Imperio militar, los años de esplendor de la
Tetrarquía de Diocleciano y el acceso de Constantino y la Iglesia al poder. Su
primer maestro fue Anatolio y luego Porfirio, con quien se habría encontrado en
Roma, tras el regreso de éste de su exilio siciliano, al que le habría
recomendado Plotino, tras su intento de suicidio. Poco tiempo después de la
muerte de Plotino, Porfirio regresa a Roma, donde se lamenta de no haber podido
estar cerca de su maestro, corrían los años setenta del siglo III. Diez años más tarde, Porfirio se encontraría
con Jámblico, a quien adoptaría como discípulo. Seguramente, antes de ese
encuentro en Roma, Jámblico se habría establecido en Alejandría con Anatolio,
discípulo de Porfírio, que más tarde, en el año 270, habría alcanzado la
dignidad de obispo cristiano. Anatolio fue peripatético y muy interesado por
las matemáticas, autor de una introducción a la aritmética, que seguramente
habría influido en la redacción de la obra Theologumena
arithmeticae, atribuida a Jámblico.
La formación de
Jámblico es profundamente alejandrina, mostrando un remarcable interés por la
vida theoretica, las matemáticas, así
como por una actividad espiritual de carácter animista, inspirada en la magia y
la teurgia, muy propia de esta época en Egipto. Estos serán los rasgos
característicos de esta nueva tendencia Neoplatónica, que se distancia bastante
de la propuesta meditativa y pureza platónica de Plotino, muy transformada por
la influencia de Porfirio. La obra conservada de Jámblico consiste en los
cuatro libros de la Synagogé Pythagorica,
la Vida de Pitágoras, la Exhortación a la Filosofía, La ciencia matemática común y la Isagoge a la aritmética de Nicómaco, a
los que se suma generalmente la Theologumena
arithmeticae, dado que la Synagoge
consistía en una suma más amplia, que efectivamente incluía un tratado sobre
teología matemática; también se atribuye a Jámblico, desde antiguo, la obra Sobre los Misterios egipcios, que
consiste en una serie de respuestas del maestro y sacerdote egipcio llamado
Abamon, a la carta de Porfírio dirigida al también sacerdote egipcio Anebo.
Pero la obra de Jámblico es mucho más extensa, de entrada la Synagogé estaba formada por diez libros,
tres libros más de aritmética, uno sobre geometría, otro sobre música y el
décimo sobre la esfera; después se han conservado fragmentos de un tratado
sobre el alma, de los extensos comentarios tanto a las obras de Aristóteles
como de Platón. También se conocen referencias a distintas obras de Jámblico,
de las que destaca una Teología caldaica,
con amplios comentarios a los Oráculos
Caldeos, una Teología Platónica y
un tratado sobre Symbólôn pitagóricos,
entre los que se incluiría los sýmbola
y los versos de oro.
Antes de regresar a
Siria, Jámblico habría permanecido una larga temporada en Alejandría donde dejó
una huella imborrable, su influencia se dejará ver en Siriano, originario de
Alejandría, maestro de Proclo, y Amonio, fundador de una escuela en Alejandría
que influirá en Damascio y Simplicio. Parece que Jámblico terminó sus días en
la ciudad siria de Dafne, cerca de Antioquia, donde habría reunido a un grupo
de discípulos, entre los que destacaron Sopatro de Siria, Edesio y Eustaquio de
Capadocia, Teodoro y Eufrasio, griegos.
Jámblico fue considerado un hombre divino, su inclinación por la mística es muy conocida, se decía de Jámblico que
cuando rezaba a los dioses se elevaba del suelo por los aires, y su cuerpo
asumía un color de resplandeciente oro; fue tratado de maestro divino como Platón, Plotino y más tarde, Proclo.
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