miércoles, 14 de enero de 2009

¿DIOS EXISTE?

La campaña “probablemente Dios no existe, disfruta de la vida” nos plantea algunas reflexiones con las que queremos contribuir a la misma, que nos parece, por otra parte, totalmente legítima y muy oportuna, la prueba es la cantidad de debates que ha generado tanto en medios públicos, como privados. Dios es un fenómeno muy interesante y curioso, privativo del género humano, pues que yo sepa, hasta la fecha, no se ha viso a ningún animal o vegetal adorando a un ser que le trascienda. Y es que la trascendencia es propia del género humano, se admita ésta o no se admita. Lo que nos proponemos a continuación es aportar una serie de elementos, que consideramos necesarios para poder sondear una respuesta a la pregunta sobre la existencia de Dios. Y es que el ser humano, a lo largo de la historia, ha ido variando su concepción de la divinidad. Esto es un hecho cierto, que debería tomarse en cuenta, junto al otro hecho, este evidente, de que los distintos pueblos han creado distintas imágenes de Dios, aunque en algunos trazos son coincidentes, sobre todo si se profundiza a nivel intuitivo sobre las imágenes simbólicas que representan a Dios y todo lo que le afecta.


Si tomamos por ejemplo la cultura egipcia como una de las primeras manifestaciones del fenómeno que llamaremos “representación de Dios”, nos encontramos que se produce un salto abismal de una representación primitiva y tribal anterior, a una representación mítica, propia de una cultura de civilización. Aunque de la representación egipcia podemos rastrear el “tribalismo”, en las imágenes antropomórficas de dioses con cabeza de animal y otros objetos esquemáticos y simbólicos. Los egipcios construyeron sus mitos por acumulación y asimilación, ello permitió la convivencia de distintas cosmogonías, como era la Heliopolitana, la Menfita, la Tebana y la Hermopolitana. En la misma tradición religiosa nos encontramos cuatro génesis del mundo: el Dios Ra es el Creador de la ciudad solar de Heliópolis; el alfarero momiforme Ptah es el Creador según los teólogos de Menfis; en Hermópolis fue el dios Thot; y en Tebas Amón, el Dios oculto. Esto es, sin duda, fruto de la asimilación, de la agrupación de tribus y mitos en un Imperio civilizador. Ahora bien, la nota distintiva de todas estas divinidades es su representación antropomórfica, indicando que la divinidad es una suerte de fuerza o, incluso, de función que se expresa en distintas partes del cosmos, y que de alguna manera está relacionada con el ser humano, si se atiende al cuerpo humano que caracteriza dicha representación. En Egipto tenemos los restos de un tipo de religiosidad relacionada con la expresión de lo vital, en la que la trascendencia se asocia con ese factor unificador de la naturaleza que es la vida y su expresión en las distintas funciones vitales.

Otro salto importante, lo encontramos cuando observamos el fenómeno religioso tal como se nos presenta en los mitos griegos. Los dioses griegos no son expresión de fuerzas de la naturaleza o de principios vitales, sino que el dios griego es un dios humanizado, que principalmente se asocia con aspectos anímicos de la naturaleza humana. Tenemos a dioses de la ira, de la inteligencia, de la sabiduría, del amor, de la vida hogareña, formando el panteón que preside la corte de los inmortales. Junto a estos, en estadios inferiores, tenemos divinidades relacionadas con fenómenos de la naturaleza, como ríos, mares, distintas moradas infernales, plantas, cultivos, cereales, etc. También tenemos dioses patrones de las ciudades, reinos, imperios… Todos ellos representados de forma humana, y muy vinculados al culto de las estatuas que los representaban. Esta humanización de los dioses, les da ese carácter anímico que permite su incorporación en el relato mítico, más allá de las meras fórmulas rituales, donde encontrábamos, principalmente, a los dioses antropomórficos de las antiguas civilizaciones.

El siguiente salto lo encontramos con al entrada en escena de los filósofos, que dan un nuevo giro a la trascendencia. Para los pitagóricos los dioses eran los números, para la Escuela de Elea el Ser, para Platón y los académicos las Ideas, y en Aristóteles y su escuela, que presidirá la teología medieval, Dios es pensamiento que se piensa a si mismo, el Noûs o el Intelecto. La Filosofía aporta una nueva concepción y representación de la divinidad, marcada por la actividad intelectual que la define.

Y hoy, ¿dónde nos encontramos hoy? En principio, la mayoría de Iglesias, conservan la idea intelectualista de Aristóteles del Dios pensamiento puro, en el mejor de los casos, cuando no se insiste en una representación humanizada de Dios, como la de los antiguos griegos. Dios es, como decía Feuerbach, un ser con los atributos de nuestro intelecto. Pues muchos siguen creyendo que la actividad intelectual es la más elevada y propia del género humano. Por otra parte, menos popular en nuestro universo cultural, es una visión de la trascendencia ligada a los descubrimientos del fascinante mundo de la física cuántica, donde lo que despunta es la preocupación por la energía y la consciencia, dos de los grandes enigmas que la ciencia moderna trata de descifrar, y para ello cuenta con las mejores aportaciones de las mentes más preclaras de la moderna humanidad. Lo fascinante del caso, es que la nueva cosmología, plantea cuestiones que los filósofos y teólogos de Oriente ya venían explorando desde antiguo, sobre todo, como resultado de las sorprendentes obras conocidas como los Upanisad.

Nos gustaría aportar al debate sobre la existencia de Dios estas pocas líneas, que plantean una visión dinámica del tema, que pretenden hacernos pensar que en el ser humano se han venido produciendo cambios profundos, cambios que han condicionado su representación de Dios, desde los dioses vitales de los egipcios, pasando por los dioses anímicos de los griegos, a la visión intelectual de los filósofos griegos y de las Religiones posteriores a la Filosofía, como el Cristianismo o el Islam, hasta los nuevos planteamientos sobre la energía y la consciencia, donde la ciencia moderna puede tener puntos de encuentro con las filosofías orientales, herederas de los Upanisad, como son el Vedanta o el Budismo. Estas últimas, nos aportarían ideas muy nuevas y diferentes sobre la trascendencia, ideas que incluso pueden ayudarnos a trascender las tradicionales representaciones de Dios.

Aunque, lamentablemente, en este mundo de hoy, o lo cuelgas en los autobuses, o las grandes cuestiones que afectan al ser humano, no despiertan ningún interés.

Saludos,

Juan Almirall


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