sábado, 29 de mayo de 2010

Arqueología de la religión

¿Cuál es el origen de la religión? ¿Qué tipos de religiosidad se encuentran en el origen de las creencias religiosas? Sin duda son preguntas complejas, pues a lo largo de la historia vemos como distintos tipos de religiosidad se mezclan y crean formas nuevas. Intentar llegar al origen, a las formas más primitivas de religiosidad, para ir reconstruyendo la historia de las formas religiosas es la intención de este artículo, que solo pretende ser un apunte, una guía sintética de este fenómeno complejo que acompaña a la humanidad desde sus orígenes históricos, y que se trata de un fenómeno vivo y mutante, refractario a toda idea fija y estable de verdad sobre Dios o los Dioses. Como se verá, distintas necesidades humanas en función de la evolución histórica de la conciencia, han hecho surgir distintas formas de religiosidad. Este artículo es solo una propuesta de debate sobre la cuestión, y nos gustaría que fuera completado con las opiniones de nuestros lectores.

Las formas más primitivas de religión son básicamente dos. En un momento histórico donde el ser humano concibe el mundo como totalmente interpenetrado por fuerzas espirituales, encontramos dos tipos básicos de religiosidad, en función del tipo de sociedad. Los pueblos más antiguos se agrupaban bien en tribus nómadas, bien en tribus sedentarias. La percepción del fenómeno sobrenatural tenía que ser muy distinta en el caso de un pueblo pastor nómada, de la de un pueblo agricultor sedentario. Los primeros, se movían de aquí para allí buscando pastos, de manera que debían encontrar gran cantidad de conflictos con otras tribus a lo largo de su recorrido. La tribu nómada necesitaba un tipo de divinidad “tutelar”, que la protegiese de toda amenaza. Los dioses patronos, padres y tutores de un pueblo, tienen su origen en este tipo de sociedad tribal. Dioses terribles y destructores, con prescripciones duras para su pueblo, dado que la derrota significaba un abandono de la protección. Sacerdotes mediadores, con estrictas reglas de pureza, oráculos del dios, que en su enfado había abandonado a su pueblo, y exigía sacrificios expiatorios.

Los pueblos sedentarios, aunque también se encontraban amenazados, sobre todo por pueblos nómadas, eran agricultores, a los que les preocupaba más la regularidad del ciclo natural, por lo que sus divinidades tenían que ser del tipo “agrícola”, divinidades cíclicas, muy relacionadas con el aspecto femenino de la divinidad. Como el ciclo natural es más estable y no depende de la victoria guerrera, este tipo de religiosidad tenía que ser más rica y libre en formas de expresión. Y por otra parte, al tratarse de un culto “materno” debía acoger a todos los miembros de la comunidad, bajo la “amorosa” protección de una divinidad dadora de abundantes bienes. Por tanto, aquí nos encontramos con una forma “chamánica” de religiosidad, vinculada con el ciclo de la naturaleza, y con una tendencia a divinizar los fenómenos naturales.

La religión tutelar implica una tiempo lineal, la creación del mundo y del pueblo tutelado, mientras que la religión chamánica implica la idea de un tiempo cíclico, tal como se manifiesta en la naturaleza. Por tanto, la primera forma religiosa es eminentemente creacionista y la segunda reconoce la eternidad del mundo y la idea de reencarnación y transmigración de las almas, aunque en las religiones primitivas estas ideas todavía no fueran expresadas. En general, la religión tutelar crearía un tipo de divinidad celeste y trascendente, dioses paternales o patrones, mientras que la religión chamánica crearía más un tipo de divinidad ctónica, relacionada con los misterios del interior del vientre de la tierra y con la medicina (la sanación o salvación por el contacto con la tierra).

Todo ello para justificar dos tipos de culto claramente diferenciables, que se colocan en el centro de la vida de los dos tipos de sociedad. Un culto propiciatorio que requería de la pureza, en el sentido de ajustarse a las prescripciones legales de la divinidad tutelar, en general muy exigente, ya que la derrota en una batalla podría de esta manera justificarse por la impureza o infracción de normas estrictas, debido a la debilidad humana. Y un culto mistérico, relacionado con los misterios de la naturaleza y sus ciclos, que carecía de prescripciones legales, con ritos iniciáticos para cada etapa del ciclo vital, y con el misterio agrícola en el centro de la piedad religiosa, un misterio también relacionado con la sexualidad.

En lo relativo al objeto del culto, también vemos una progresiva humanización de lo divino, a lo largo de la historia. En general, las religiones más primitivas del tipo que fueran, adoraban sobre todo, ciertos fenómenos naturales, como podían ser los elementos, o los fenómenos atmosféricos, que en el período histórico ya nos aparecen humanizados. Es probable que en el período prehistórico, tomaran la forma simplemente de algunos animales y objetos totémicos. Lo cierto es que en las religiones de las antiguas civilizaciones, con las que se da comienzo al período histórico, los dioses son fuerzas antropomórficas. El dios sol, el dios fuego, el dios de la lluvia, la vaca celeste, etc. Las grandes civilizaciones son fruto de una agrupación de tribus, algunas nómadas y otras agrícolas, por lo que encontraremos diversidad de divinidades tutelares y ctónicas, formando un único panteón, pero del que no sería muy difícil identificar su origen. Por ejemplo, en Egipto todavía se respetan los centros de culto respectivos, cada nomo del Imperio tenía su propia divinidad originaria, que a la vez se incluía en el panteón común del Imperio, con un mayor o menor protagonismo, en función de la importancia del correspondiente nomo dentro del Imperio. En general, se puede constatar un desplazamiento de los dioses ctónicos, frente al protagonismo que toman los dioses masculinos tutelares. Sin embargo, en la Antigüedad, vemos como convivieron fundamentalmente estas dos formas de religiosidad, gracias a la formación de panteones de dioses y mitos, cultos tutelares y cultos chamánicos conviven en las culturas y civilizaciones que se desarrollaron en el Mediterráneo.

Como lo guerrero es lo que marcó el desarrollo del período histórico, la religiosidad tutelar se impone a la religiosidad chamánica, que sin embargo sobrevive gracias a los Misterios, de hecho, los grandes centros agrícolas tenían mucho protagonismo, y se encontraban en el centro de la civilización en cuestión. Las grandes ciudades normalmente se establecían en los centros de producción agrícola, determinados por ríos o zonas de gran fertilidad. Podemos decir que, en general, los Imperios civilizados tienen su punto central en una zona de gran fertilidad, y por ello su capitalidad es sedentaria, aunque mantienen una constante pugna por ampliar sus fronteras, que varían en función del poderío militar de cada Imperio. En estas épocas también tiene un gran protagonismo la metalurgia y los misterios divinos relacionados con ella, que aunque también son ctónicos, tienen una tendencia más hacia lo masculino, dado que el destino general del metal se encuentra en la fabricación de armamento cada vez más y más poderoso.

Asentadas las civilizaciones y sus respectivas culturas, con una mezcla sincrética de divinidades y complejos mitos y misterios, vemos como se produce un movimiento en la concepción de la divinidad, de las divinidades antropomórficas de las que hemos hablado, al mito humanizado, que dará pie a nuevas formas de expresión religiosa. La divinidad humanizada es propia de una cultura ya no tan primitiva que se aparta de las complejas formas de culto y mito de las castas sacerdotales, encargadas de la administración de la liturgia. Las sociedades de la Antigüedad se encuentran jeraquizadas según un orden funcional. Básicamente la ciudad requiere de esclavos y sirvientes, artesanos y agricultores, militares defensores y sacerdotes consagrados a los complejos cultos divinos. El fenómeno religioso se encuentra en el centro de las civilizaciones, que se ordena de forma teocrática. Un faraón o un emperador es sobre todo un consagrado a las divinidades del Imperio, esto es un sumo sacerdote. Sin embargo, aunque sería muy difícil precisar cuándo, de la sociedad teocrática se pasa a la sociedad militar, la polis griega es un tipo de sociedad claramente militar, mientras que las grandes ciudades imperiales de Egipto y Mesopotamia siguen manteniendo formas teocráticas de organización social.

El mito teocrático y sacerdotal es, como dijimos, más antropomórifico y a la vez más “científico”, pues mantiene un interés por los fenómenos naturales, tanto terrestres como celestes, que en estas culturas teocráticas, se asocian claramente, creando calendarios astrológicos, que rigen la vida social y religiosa de las mismas. Sin embargo, el mito militar es de orden épico. Al mito militar le preocupan las relaciones de los hombres militares con los dioses, aparecen los héroes como figuras centrales de la literatura épica, se trata de semidioses, hombres y mujeres con un padre o una madre divinos, los hijos de los dioses, son héroes modélicos, que son adorados tanto como los dioses. La épica nos aporta un nuevo personaje religioso: el héroe semidivino.

Y a partir del siglo V, con la introducción de una nueva forma de pensar y de expresión, aparece la divinidad “intelectual” o “trascendente”. La aparición de la filosofía aportará una nueva forma de religiosidad y una nueva “ciencia” (lo entrecomillamos dado que hoy se niega este valor de ciencia a la metafísica), nos referimos a la Teología. La teología es la ciencia del Ser según Aristóteles, que bautiza a esta nueva forma de religiosidad. Los filósofos renuncian poco a poco a la religiosidad anímica de la épica militar, y ensalzan las virtudes intelectuales, creando un tipo de divinidad que sacraliza las diferentes formas del pensamiento. Los Pitagóricos divinizan los Números, Platón las Ideas puras, la Escuela de Eléa al Ser, Aristóteles al Intelecto agente, todo son categorías del pensar, los nuevos Dioses serán formas mentales del pensamiento. Lo curioso de esta nueva religiosidad es su carencia de culto, y tal vez sea esta su gran dificultad. Curiosamente, lo que más se puede acercar a un posible culto a los dioses filosóficos, son los Misterios ctónicos, los cultos agrícolas, consistentes en distintas iniciaciones. De manera que la filosofía adopta el discurso iniciático para describir el culto racional a Dios. Platón instaura el banquete báquico, siguiendo la tradición órfico pitagórica, sin embargo el Estoicismo verá este tipo de prácticas filosóficas como demasiado impuras, los estoicos se consagrarán a la estricta observancia de reglas de pureza, que serán muy bien acogidas en el universo cultural romano, dado el predominio del componente militar. El estoico simplifica al máximo su teología, existe un Logos, la Palabra-Razón, que ordena la Fisis creando un Cosmos, se trata de un racionalismo extremo, derivado sobre todo, de la teología Aristotélica sobre el Intelecto, que los estoicos simplifican.

Todas las religiones se subirán al carro de la filosofía y la teología, a principios de nuestra era, la cultura helenística se impone en todo el mundo civilizado, lo griego es el referente intelectual para sacerdotes egipcios, caldeos, persas, romanos, etc. Y como no podían ser menos, los judíos, un pueblo que se había extendido por todos los centros culturales del Imperio Romano, también se suben al carro de la filosofía griega. La traducción de sus distintas colecciones de escritos, de distintas épocas, al griego, aporta una nueva forma de religiosidad legalista, que coincide con el pensamiento ético de los estoicos, introduciéndo la idea de una única divinidad. Ahora solo faltaba que viniera alguien a abolir los estrictos preceptos legales, y permitiera al judaísmo adoptar un tinte más cosmopolita y universal, que abriera la posibilidad a todos los ciudadanos del Imperio de acoger la fe en un único Dios, que además tuviera un único hijo: el Emperador. Y esta persona fue Pablo de Tarso, un judío fariseo, que acepta la revelación del Espíritu del Dios único, por encima de las normas de pureza prescritas por la Ley. Si bien, Pablo como buen espiritualista carismático acepta la diversidad en la manifestación del Espíritu, lo que él llama carismas, ya se encargarán los obispos de Roma, poco tiempo después de su muerte, de institucionalizar la liturgia, el culto, y establecer un clero legitimado que la administre.

Juan Almirall