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domingo, 30 de octubre de 2011

NIETZSCHE CONTRA EL DEMONIO DE SÓCRATES, por Juan Almirall


"Una clave para descifrar la esencia de Sócrates la encontramos en aquel fenómeno extraño que, bajo el nombre de Demonio de Sócrates, nos permite ver más claramente en el fondo de la naturaleza de este hombre. En estas circunstancias, cuando la extraordinaria lucidez de su inteligencia parecía abandonarle, una voz divina se dejaba oír dentro de él y le daba nuevos ánimos. Cuando esta voz le habla, siempre le disuade. La sabiduría instintiva en esta naturaleza completamente anormal no interviene nunca más que para entorpecer, para combatir al entendimiento consciente." Nietzsche, El origen de la tragedia.

Una extraña criatura poseía el alma de Sócrates. Él mismo habló de ello, y muchos autores escribieron después sobre el tema, preguntándose qué podía ser esa criatura: el daimon de Sócrates. En el alma del sofista anidó una fuerza que transformó el rumbo de la historia de Occidente. Una fuerza que se abrió camino entre las dos tendencias del espíritu griego: Apolo, el principium individuationis, y Dioniso, la potencia instintiva, origen, según Nietzsche, de la creatividad, del genio kantiano, con la que el polifacético escritor se identificaba.

Sin duda la historia de nuestra cultura no es otra cosa que la progresiva implantación del demonio de Sócrates, desde las civilizaciones pre-socráticas, hasta la modernidad, donde se implanta el espíritu socrático y ejerce su tiranía, teñido de importantes rasgos apolíneos. La moderna ciencia es el triunfo del demonio de Sócrates sobre toda forma de menadismo y genialidad. La Ilustración es puro socratismo, sus luces, las Luces de la Razón ilustrada, son las luces del demonio de Sócrates. Unas luces que disuaden toda forma instintiva e irracional de manifestación de lo humano.

Pero hoy el socratismo se apaga ante la ponderada manifestación de un nuevo espíritu, de una nueva fuerza: el demonio de Nietzsche. El gran genio alemán no se dio cuenta que hasta él mismo estaba profundamente tocado por el demonio de Sócrates, contra el que se revelaba. Su respuesta fue la invocación del demonio de Dioniso, pero Dioniso ya llevaba muchos siglos muerto y enterrado. Y como toda invocación es escuchada en el mundo de los espíritus, conjuró, sin saberlo, otra fuerza demoníaca: Ahriman. Una criatura que anida en la facultad imaginativa de la psique humana y transforma sus fantasías y figuras mentales. Es un genio romántico capaz de acabar con Dios, el Padre, el Gran Intelecto, el principio último de toda dialéctica socrática.

Nuestra cultura experimentó un giro. El demonio de Nietzsche puso fin a la historia de su gran enemigo: el espíritu socrático. La historia de la humanidad es la historia de las fuerzas antagónicas que anidan en el alma de los seres humanos, de los grandes espíritus que determinan el carácter de las civilizaciones. Hoy Ahriman, el asesino de Dios, transita la imaginación de muchos seres humanos, y transforma nuestra cultura. Nada tiene que ver con Dioniso, la fuerza instintiva y creadora del genio humano primitivo. Hoy ya no hay almas geniales, todo se pierde en un sordo murmullo de infinitas voces. Hoy es Ahriman quien se expresa desde lo profundo del alma humana, Ahriman que ha devorado a Sócrates.

Bruno, Spinoza y todos los románticos, conjuraron al espíritu de Ahriman, y Nietzsche se erigió en su profeta. Su evangelio, el evangelio para el alma individual que niega la dialéctica y ensalza el instinto, lo puso en boca de Zaratustra, el profeta de la Luz. Pero Ahriman destruye a los suyos, y volvió loco a su profeta, y como una mancha de aceite se extendió por las conciencias. Como nadie cree en él, nadie advierte su presencia. Ahriman dirige la historia de la humanidad en el siglo XXI. Su sello es el instinto que oprime a la razón profunda, y aísla al individuo en la superficie.

Y en medio del caos, comenzó a surgir la luz de una estrella danzarina. Una voz que una vez conmovió a toda Persia. Una voz que explicó la victoria de la Luz sobre las tinieblas. Solo Mani, el mensajero de la Luz, tiene la llave para atar a la bestia conjurada por los filósofos. Y la Luz se dejó devorar por las Tinieblas, para que, así, en el núcleo de las Tinieblas volviera a brillar la Luz.

(Para conocer mejor el mito maniqueo ver: Fernando Bermejo Rubio, El maniqueísmo estudio introductorio)

Juan Almirall

domingo, 19 de abril de 2009

SOFIA, LA HERMANA DIVINA DEL LOGOS

El emperador Justiniano mandó construir una imponente catedral en Constantinopla, en el año 532, que fue finalizada cinco años más tarde. Cuando el Augusto la vio, dijo: “Salomón, te he superado”. La basílica más grande y hermosa de la Cristiandad estaba dedicada a Santa Sofía, Hagia Sophia. Para la Iglesia latina Sophia, la Sabiduría, no merece ningún templo, y menos la basílica más grande e importante, no así, para la Iglesia Oriental. ¿Cuál es la razón por la que el templo más grande e importante, en la capital del Imperio Bizantino, se levanta en honor y para rendir culto a la Sabiduría, un personaje totalmente ajeno a la Iglesia latina? El Cristianismo oriental todavía rinde culto a Santa Sophia, y para ellos se trata de un personaje tan importante como el Logos, el Cristo, el Hijo de Dios Padre. El origen de esta tradición se encuentra en Filón de Alejandría, el sabio y filósofo judío, fundador de la teología alegórica, que más tarde incorporaron al Cristianismo, Orígenes y sus Escuelas, la de Alejandría y la de Cesarea.

Santa Sofía es el Espíritu Santo, la naturaleza femenina de la Santísima Trinidad. Dios Padre, el Noûs o Intelecto, eterno e insondable, se desdobla en dos: Sophia y el Logos. La primera, permanece como pura naturaleza divina, como la expresión inteligible y pensamiento de Dios, el Padre; el Logos, es su Hijo, el Demiurgo, el creador y ordenador del cosmos, pues Él es la Palabra, la manifestación y revelación del Pensamiento de Dios. En Sophia la Verdad divina permanece inmanifestada, y toma la forma de la Gracia directa del Padre, se trata de un pneuma divino, cuyo contacto directo, es contacto con el mismo fuego de Dios, tal como se expresan sus pensamientos. El hombre no puede recibir el fuego divino directamente, si no se ha purificado, si no se ha bautizado (sumergido) en el agua de la purificación, y después ha seguido el camino y las enseñanzas que son reveladas por el Logos. Solo entonces, después de haber sido purificado gracias al Hijo, el puro puede recibir el fuego del Espíritu. El Espíritu Santo, Sophia, unge y nos hace verdaderos cristianos, verdaderos ungidos.

Filón de Alejandría hereda toda la tradición veterotestamentaria sobre la Sabiduría, de los Libros Sapienciales tan importantes para el Judaísmo de la época helenística, en la que muchos de ellos fueron escritos. Sophia es considera, por tanto, una de las potencias de Dios, del primer principio, la mónada o el Noûs, que es anterior al Logos: “Moisés llama Edén a la Sabiduría del Ser. El Logos desciende, como de una fuente, de esta Sabiduría a la manera de un río…” (Sobre los sueños, II, 242). En Filón Sophia es preeminente al Logos, que desciende de ella.

Orígenes recoge la distinción entre Sabiduría y Logos, pero a diferencia de Filón, los identifica completamente, como dos aspectos de la naturaleza del Hijo, el Hijo es la Sabiduría misma de Dios, que estaba con Dios desde el principio, y también es el Logos, por el cual toda cosa fue creada. Sin embargo, en el “Tratado sobre los Principios”, no encontramos bien resuelta la tercera hipóstasis de la Trinidad divina, habla del Espíritu Santo siempre por referencias a los textos, que testimonian de su existencia, y de su importancia. Orígenes se decanta por el Hijo, a la hora de expresar la importancia de éste, del Hijo recibimos la Sabiduría, del Espíritu Santo, el hombre se hace santo y espiritual.

Del Antiguo Testamento y sus Libros Sapienciales procedía la Sophia, y del Evangelio de Juan, influido por la filosofía estoica, el Logos que se vuelve inmanente, y que gobierna el mundo. De la filosofía platónica y el gnosticismo estos principios encuentran su origen trascendente, como eones o ideas, habitantes del Pleroma (la plenitud), que es el universo trascendente de los gnósticos, donde se encuentra el primer principio, la mónada hermafrodita y del que surgen los eones. De la aplicación de la filosofía platónico-pitagórica a estos conceptos judeocristianos, resulta la teología gnóstica, que intenta resolver el problema del Uno y lo múltiple (la Díada platónica), pero en el propio cielo pleromático: Abismo, es el primer padre origen de todo, de él surgen otros dos principios: Pensamiento y Silencio, los tres grandes, que engendran, sin pasión, a Intelecto y Verdad, que engendran a su vez a una Tétrada: Logos y Vida, y Hombre y Ekklesia, de estos últimos proceden doce nuevos eones, seis masculinos y seis femeninos, de los cuales, el último, femenino, es Sophia. Por tanto, para el gnosticismo Sophia es posterior al Logos, y además es la causante del mal, pues ella quiso conocer al Padre antes de tiempo, y de su deseo surgió la materia, esta materia es expulsada del Pleroma, y delimitada. Allí es donde irá a caer Sophia, el Alma del Mundo, que vendrá a ser redimida y devuelta al Pleroma, gracias a nueve cantos de arrepentimiento. La Cruz simbolizará el límite entre el Pleroma, la plenitud divina, y el mundo formado a partir de la materia de deseo. Dos Sophias quedarán separadas por la Cruz-Límite: Sophia, la pareja celeste del Cristo, que se une a él en la Cámara Nupcial que se encuentra en el centro de la Cruz, y Sophia Prounico, madre de los vivos y la Jerusalén Celeste, también llamada Ogdóada (es decir el Cosmos de las Esferas Celestes) y Espíritu Santo, que tiene por pareja a Jesús.

El Maniqueísmo hereda la teología mítica de los gnósticos, pero con una versión propia, dualista en cuanto a principios, donde Sophia es la pareja del Hombre Primordial, emanaciones ambas de la Luz, cuya misión es la de entablar combate contra las Tinieblas, por medio del auto sacrificio, a fin de producir la mezcla, que debe terminar con la redención de éstas. El Hombre Primordial aparece acompañado de la Madre de la Vida, ambas hipóstasis del Dios Padre de la Grandeza, estos dos principios se despliegan en una tétrada, formando así la Péntada del Pleroma maniqueo: Noûs y la Madre de la Vida, que constituyen el elemento Luz, Paternidad y Ennoia, que constituyen el elemento Viento, Luz y Reflexión que son Agua, Fuerza e Intención Arie, y Sophia y Logos, que forman el elemento pneumático, el Aire. Así en la cosmovisión maniquea, el Espíritu tiene la forma de estad dos hipóstasis: Sophia y Logos.

La Sophia pagana estaba relacionada con Pronoia, la Providencia divina, que es la acción del Noûs, como motor de las esferas celestiales, en particular la octava esfera de las estrellas fijas, frente a la heimarméne o destino, que regían los siete planetas, y que decidían la suerte de todo lo corporal y las pasiones anímicas. En definitiva, todo ello está ligado al eje celeste, el “axis mundi”, que es el que permite el movimiento traslacional de las esferas, un eje que sustenta todo el engranaje, al igual que la columna vertebral del ser humano. Este es el aspecto femenino de la divinidad, que en las tradiciones orientales es denominado Kundalini. Y este carácter de eje central, une a Sophia con la Jerusalén Celeste, que desciende de los cielos por su eje, y se asienta en las antípodas del Purgatorio, y por tanto, es el Espíritu Santo misterioso, la morada que el Cristo ha preparado a sus fieles, y que es la Novia celestial.

El mito de Logos y Sophia, que tiene fuerza, sobre todo, en las Iglesias Gnósticas y Maniqueas, así como en la Iglesia Oriental ortodoxa, también se plasma, en las Iglesias más esotéricas, en la relación de Jesús con María Magdalena, que aparece como la discípula más próxima y receptora de la Sabiduría secreta del Logos, en el Evangelio de María. Aparece igualmente como amante de Jesús, en el Evangelio de Felipe, y como la discípula favorita junto a Juan, en la Pistis Sophia. En Lucas 8: 2 aparece María Magdalena: “y algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios (daimónia)”, si se piensa que siete son las esferas planetarias y siete sus arcontes o rectores, y estos constituyen la Heimarméne, Magdalena puede ser perfectamente una mujer curada del Destino, del condicionamiento astral, de las pasiones del alma, es decir, una alma purificada, que luego es capaz de escuchar y comprender las doctrinas del Logos, tal como la presenta el Evangelio de María, o el mismo Evangelio de Lucas 10: 39. En cualquier caso, María aparece como una personificación de la Sophia espiritual, al igual que aquella Helena, compañera de Simón el Mago, que había sido rescatada de los prostíbulos, y regenerada en el Pensamiento divino, o la divina Sophia. Se trata del mito gnóstico de la caída del eón Sophia en la materia, y como los arcontes y seres malignos abusan de ella, y la mantienen prisionera en la materia o el caos. Sophia es también el Alma del Cosmos, igualmente, unida a la materia, pero conservando su divinidad, y en definitiva expresa la tragedia de todas las almas particulares, atadas por violencia a la materia. Justino en su Apología I, 64, habla del primer pensamiento divino, o el Espíritu divino que se movía sobre las aguas, al que los gentiles, dice Justino, llamaron Proserpina (es decir, la diosa infernal Perséfone), hija de Júpiter – Zeus, o como sabiduría es llamada Minerva, o Atenea, la diosa nacida de la cabeza de Zeus, sin coito. En cualquier forma, Atenea era representada por serpientes, como el modelo oriental de Kundalini, y Perséfone o Coré, que a veces aparece identificada como Atenea Coré, era la diosa iniciadora, la que permitía al alma escapar del mundo de las sombras y dirigirse a la morada de los bienaventurados. Por tanto, aquí Sophia o la divinidad femenina tiene un papel incuestionable como iniciadora en los Misterios soteriológicos.

En definitiva, estamos ante el misterio de la divinidad femenina, al que el primer Cristianismo, y todavía hoy, el Cristianismo oriental, no es del todo ajeno, pues honra a dicho principio como Sophia, en la forma hipostática del Espíritu Santo. No es extraño pues, que la Iglesia Ortodoxa considerase herética la doctrina de la Filioque, que adoptó la Iglesia Latina, y que consistía en que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Para la Iglesia Oriental, que ve a Sophia, el Espíritu divino, como el gran misterio no revelado, el aspecto femenino que otorga la curación y espiritualiza la forma, procede del Padre, únicamente, es algo así como la pareja del Logos, el que enseña el camino hacia el Padre. Es la Mónada divina andrógina, que se desdobla y revela por medio del Logos y Sophia, el Hijo y el Espíritu Santo, lo masculino y lo femenino, sin que haya una preeminencia de uno sobre la otra. Así el misterio de la Eucaristía tiene los dos elementos, la acción del Logos se produce por la palabra, la enseñanza, del “Prefacio”, y la acción del Espíritu Santo por la “Epíclesis” o consagración, que consiste en una invocación del Espíritu Santo. Es la acción de ambos lo que permite siempre la manifestación de lo divino, la acción del Logos y Sophia, que están igualmente valorados en las Iglesias Orientales, donde el misterio se conserva con toda su carga mágica y mística, en rituales arcanos, con el griego como lengua santa de transmisión, tanto de la enseñanza, como del Espíritu.

Juan Almirall

sábado, 7 de febrero de 2009

LA IGLESIA INTERIOR

Origen de la Iglesia Interior: Supuestamente, seis años tras la muerte del Salvador, el apóstol Pablo se convirtió al Cristianismo, por una visión de camino a Damasco. Hasta aquel momento, los cristianos eran una secta más entre los judíos que se encontraban en las sinagogas de la diáspora y un grupo proporcionalmente más grande, en el Templo de Jerusalén. Pablo era un judío helenizado, de la secta de los fariseos, una secta muy helenizada e influenciada por la filosofía estoica de la época. Pablo dirigió varias comunidades cristianas, que adoptaron el nombre helenizado de ekklêsía, es decir, el nombre de las asambleas de las polis griegas. Pero estas ekklêsías o asambleas de cristianos, que en tiempos de Pablo se reunían en las sinagogas o en el Templo de Jerusalén, tenían una serie de particularidades, en ellas pasaban cosas “extrañas”, practicaban el bautismo o purificación de los judíos y practicaban la cena ritual, pero no atendían a todas las normas de pureza y exigencias de la Ley mosaica. Los gentiles eran admitidos en estas asambleas, pero además, el Espíritu Santo (pneûma hagío) se manifestaba en los distintos miembros de la asamblea: “Porque a uno, mediante el Espíritu, le es dada la palabra de sabiduría (lógos sophías), a otro palabra de conocimiento conforme al mismo Espíritu (lógos gnôseos katà to autò pneûma), a otro fe en el mismo Espíritu (pístis en tô autô pneümati), y a otro dones de curación en el único Espíritu (jarísmata iamátôn en tô henì pneúmati), a otro realización de milagros (energêmata dynámeôn); a otro profecía (profêteía), a otro, discernimiento de espíritus (diakríseis pneumátôn); a otro, géneros de lenguas (gene glôssôn), a otro interpretación de lenguas (hermêneía glôssôn), pero todas estas cosas efectúa el único y mismo Espíritu, distribuyendo en particular a cada uno, conforme le place.” (I Cor. 12: 4-11). Este Espíritu Santo es el Espíritu del Cristo, que transmite a quien lo recibe algunos de los poderes que aquél tenía. Pues bien, esta extraña comunidad asamblearia de personas capaces de hacer milagros, profetas, interpretes de lenguas, gente con el don de curación, según un único Espíritu Santo, el Espíritu del Cristo, es la verdadera Iglesia fundada por Pablo en la diáspora, no en Jerusalén. Esta es la Iglesia Interior o la Iglesia del Espíritu Santo que a lo largo de los siglos se irá distanciando, primero de la Iglesia de Jerusalén, después de la Iglesia Imperial, continuadora del Imperio Romano.


Formación de los Misterios Cristianos: Tras la desaparición de Pablo y los Apóstoles el testimonio de la vida de Jesús, el Cristo (el rey), se recogió en los distintos Evangelios (de euaggélion, prefijo eu – buen y aggélion o angelion que significa mensaje, tal como ángel ággelos significa mensajero, Evangelio sería el buen mensaje), donde se narraban las cosas que había hecho el Cristo y los Apóstoles por medio del Espíritu Santo. Marcos es el primer Evangelio, luego Mateo y Lucas, y por último Juan y su misterioso Apocalipsis, un libro en la más pura tradición profética, como los grandes profetas de Israel, donde se recoge la manifestación del Cristo al final de los tiempos profanos, y la apoteosis de las Iglesias, es decir, de los discípulos del Cristo. En estos textos sobre la vida de Jesús destaca el episodio de la Transfiguración o Metamorfosis de Jesús, y la Resurrección en un cuerpo inmortal, así como la relación de los hechos maravillosos que le permitía el poder del Espíritu del Cristo. Estos serán algunos de los Misterios del Cristianismo, en el más puro estilo helenístico, donde Metamorfosis o Apoteosis (de meta-morfê trans-formar y apo-theosis divinizar, en el mundo clásico a un héroe), constituían las transformaciones y exaltaciones de la naturaleza humana, junto a la bienaventuranza (makários) que recibía el iniciado que, tras su muerte, era capaz de recordar la senda que conducía a los Campos Elíseos, a los lugares de la bienaventuranza y de la vida eterna. Los Misterios Cristianos tendrán los mismos objetivos que los Misterios Paganos, divinizar al hombre, pero la iniciación cristiana tomará de las reglas de pureza de la Ley mosaica, sus catarsis y purificaciones (esto se verá claro en los escritos de los Padres Apostólicos, como la Didaché o El Pastor de Hermas), son las condiciones necesarias para recibir el Espíritu Santo procedente del Cristo y del Dios único, el Padre. Sin embargo, el Cristianismo primitivo no será ni mucho menos homogéneo, durante los primeros siglos muchos colectivos y sectas distintas se moverán entre dos tendencias, una primera helenizante, que busca distanciarse de la Ley mosaica y se abre a los gentiles, y una segunda más judaizante, que tiene como manifestaciones más radicales el ebionitas y los elcasaitas.

El dualismo de la Iglesia Interior: El Evangelio de Juan es el Evangelio del Lógos, la Palabra y la Razón divina, que viene al mundo de las tinieblas, pero que procede de Dios y conserva su pureza. Esto llevó a algunos grupos de cristianos a afirmar el docetismo (de dóxa o apariencia) del cuerpo del Señor (Hechos de Juan 93, 1-3: “Otro hecho glorioso os contaré, hermanos: una vez cuando quise tocarlo sentí un cuerpo material y sólido. Pero otras, al palparlo, era su ser sin sustancia, incorpóreo y como inexistente. Cuando algunos de los fariseos lo convidaban y aceptaba la invitación, íbamos con él. A cada uno se le daba un pan, y también él recibía uno. Mas él lo bendecía y lo repartía entre nosotros. Cada uno de nosotros se sentía satisfecho con esa porción, y nuestros panes quedaban intactos, de tal modo que los anfitriones se admiraban. Muchas veces, caminando con él, quise ver si dejaba huellas visibles sobre el suelo, pues había visto que se elevaba sobre la tierra. ¡Y nunca vi ninguna!”). El docetismo será una solución para todos aquellos que quieren salvar la pureza y perfección del Logos, mientras que el drama del Dios hecho carne será la solución más popular con la que la que una mayoría se podrá identificar. El Gnosticismo llevará al extremo el docetismo, los pneumáticos o espirituales serán los únicos poseedores de la Gnosis y por tanto de la liberación, ellos explicarán de forma dualista las dos naturalezas hílica o carnal y pneumática o espiritual. Ello les permitió construir una mitología basada en dos realidades, que encarnan dos Dioses, un Demiurgo perverso y creador del mundo, y un Padre perfecto escondido en un más allá, denominado Plêrôma o Plenitud, rodeado de sus Eones (este esquema es similar al que se deduce de los diálogos de Platón: un Demiurgo artesano del Alma del Mundo, un Hiperurano donde se encuentran las Ideas, y por encima de todas, el Bien). El Gnosticismo será una verdadera Iglesia pneumática o del Espíritu Santo, que aparece como Gnosis.

Sin embargo, este Gnosticismo será rechazado por una ortodoxia más popular, que no acepta el docetismo ni el dualismo gnóstico, por lo que comenzará a producir una teología alegórica, para explicar el drama de Jesús Dios y Hombre, que le llevará a formulas cada vez más absurdas y difíciles de argumentar por medio de los tradicionales conceptos filosóficos, este es el origen de toda la producción teológica, que mantendrá ocupadas a las mentes más lúcidas de la ortodoxia. Y que finalmente, con la cristianización del Imperio Romano, recibirá su sanción definitiva. Durante los primeros siglos de Iglesia Imperial, presbíteros, obispos y patriarcas mantendrán interminables disputas sobre la relación entre las distintas personas (hipóstasis) de la Trinidad divina, y sobre la naturaleza del Cristo (Cristología), fundamentalmente contra las tesis de los teólogos neo-origenistas, que asumieron una cierta subordinación entre el Padre y el Hijo, sin tener ya muy claro, el papel del Espíritu Santo, en todo este lío especulativo. Por otra parte, la Iglesia oficial rechazará toda magia, oráculos, profecías, y otras manifestaciones de los dones del Espíritu, en su lucha por erradicar el paganismo y sus demonios, dejando estas cuestiones como una anécdotas históricas, y potenciando así el culto personal a la figura del Jesús histórico y sus santos.

El Maniqueísmo o la Iglesia de la Luz: Sin embargo, la Iglesia Interior tomará nuevas formas. En Persia vemos aparecer a Mani, el Apóstol de la Luz, que inspirado por el Gnosticismo y el ascetismo de distintas sectas cristianas de Asia Menor, funda, bajo la influencia y dirección de su gemelo espiritual (sýzygos), una especie de doble espiritual (como el ángel de la metanoia o el arrepentimiento), una Iglesia que tomará de la tradición religiosa persa, el conflicto entre la Luz y las Tinieblas, en un dualismo materialista, del que abominará primero la Iglesia ortodoxa, bajo la estricta crítica de Agustín de Hipona, que en su juventud había formado parte de la secta, y luego la Iglesia Imperial, transformándose en la bestia negra de la Iglesia antigua y medieval. Agustín de Hipona también utilizará por primera vez el nombre de “cátaros” o puros, para designar a un grupo de cristianos estrictos, que se negaron a admitir de nuevo en sus comunidades y rehabilitar a aquellos que habían renunciado a la fe cristiana, para evitar las persecuciones de Diocleciano, y que tras la llegada de Constantino al poder, pretendían rehabilitarse. Estas sectas puristas propias de los siglos III y IV. Estos cátaros fueron conocidos también como novacianos, por ser seguidores de Novaciano, un amigo del ascetismo extremo y de la pureza de la fe. Pero mientras estos últimos fueron aceptados por la gran Iglesia, los Maniqueos fueron perseguidos en todo el Imperio Romano, y también en el Imperio Persa, por lo que la Iglesia Maniquea emigrará hacia Oriente por las Rutas de la Seda. El Maniqueísmo compartía el ideal de pureza y de extremo ascetismo de las comunidades más consagradas, los elegidos o perfectos, que llevaban una vida errante, aunque con reglas monásticas. La misión de los maniqueos era la de formar parte de las huestes de la Luz, para colaborar en la victoria definitiva sobre las Tinieblas, el mundo de la carne, con el que se habían mezclado las diversas hipóstasis o emanaciones de la Luz, entre las que destaca el Hombre Primordial, verdadero arquetipo del Hijo de la Luz, que realiza el sacrificio de mezclarse con las Tinieblas para redimirlas. Los mitos maniqueos serán recuperados por los movimientos dualistas de la alta Edad Media.

La Iglesia del Paráclito y la Leyenda del Santo Grial: El Maniqueísmo influirá en algunas sectas dualistas que se fundaron y desarrollaron en los territorios pertenecientes al Imperio Bizantino, donde todavía reinaba el Emperador de Oriente, y en el que también existía un segundo Papa, el Patriarca de Constantinopla, cabeza de una Iglesia cada vez más desconectada de la Iglesia Occidental, pero que aún formaba parte de la gran Ecumene Católica. Este Patriarca era el último superviviente de una época en la que habían existido cinco Papas o Patriarcas, bajo el poder del Emperador, que era el verdadero sucesor del Cristo. Todo ello dentro ya de la Iglesia Imperial, la Iglesia del poder. Pues bien, en los, cada vez más, reducidos dominios del Emperador bizantino, la Iglesia Oriental sufrió toda la disputa iconoclasta y otras discusiones con un trasfondo teológico. En dicha disputa participó, del lado de los iconoclastas, una secta dualista, llamada de los Paulicianos, de marcada influencia maniquea. Los Paulicianos se extendieron por la Europa Oriental, y se hicieron muy fuertes, hasta el punto de amenazar al Emperador, que en el siglo IX fueron perseguidos y paulatinamente exterminados. Sin embargo, en Bulgaria surgió un nuevo movimiento dualista, los Bogomilos, continuador de los Paulicianos, que llegó a tener una gran organización en la administración de sus Iglesias. Estos Bogomilos al igual que los Maniqueos, eran personas muy ascéticas, que buscaban una perfección y pureza muy grande, a fin de poder recibir el Espíritu Santo.

En Occidente, también encontramos grupos de cristianos partidarios de la pureza y la pobreza, como preparación para recibir al Espíritu, destaca la comunidad fundada en España por Prisciliano de Ávila, que fue acusado de Gnóstico y Maniqueo. Pero también, a los albores del siglo IX aparecen en las tierras occitano-catalanas, grupos de cristianos que aspiran a una perfección, de una forma similar a los puros y perfectos de las Iglesias de Oriente. Recibieron el nombre genérico de Albiguenses. Pero de entre ellos destacó una comunidad cristiana, en torno a unos hombres llamados bons homes o perfectos, que llegó a estar organizada como grupo de Iglesias, tal como nos muestra el acta del Sínodo de San Félix de Caraman, donde la Iglesia de los Cátaros, se organiza en obispados, y los obispos y fieles reciben el Consolamentum del Patriarca Bogomilo Nicetas, la transmisión del Espíritu Santo. Los Cátaros llamaban a su comunidad la Iglesia del Paráclito, la verdadera Iglesia Interior, de los Santos y Perfectos, en el Espíritu del Cristo. El Catarismo se extendió por toda Europa durante la baja Edad Media, hasta el inicio de su persecución.

Junto con el movimiento Cátaro, asistimos en Europa Occidental a la formación de los Mitos y Leyendas del Cristianismo. Chretien de Troyes, un trovador de la corte de Champaña, traductor y conocedor de los mitos clásicos, en particular de las Metamorfosis de Ovidio, compone relatos de caballeros cristianos, e incorpora la historia de Percival y el Santo Grial. Pronto la Comunidad del Santo Grial se convertirá en uno de los mitos y leyendas más importantes del Cristianismo Medieval, y la Comunidad del Castillo del Santo Grial, el referente espiritual para distintas Ordenes de Caballeros, como los Templarios y sus órdenes derivadas, como los Fideli d’Amore o la Fede Santa, entre los que encontramos a otro gran trovador medieval: Dante Alighieri, un hombre comprometido con la causa de los Hohenstaufen o gibelinos, partidarios de restaurar la Monarquía del Sacro Imperio, y terminar con el creciente poder del Papado Romano, y sus pretensiones de ser la cabeza de la Iglesia Universal.


Saludos,

Juan Almirall

miércoles, 12 de noviembre de 2008

CICLO MÍTICO DEL MANIQUEISMO


El ciclo mitológico del autor persa Mani (216 – 277) tiene una gran importancia para comprender la problemática que plantea Agustín de Hipona, cuya teoría sobre el origen del mal viene totalmente condicionada por su convivencia y posterior rechazo de las tesis maniqueas. El maniqueísmo bebe de la fuente gnóstica, que combina con el dualismo de la religión persa, fundada por Zoroastro. Sus dos principios: Ohrmuz o Auramazda y Ahriman, Dios y el demonio, se transforman en Luz y Tiniebla. Se trata de una cosmología con elementos helenísticos, donde vemos una nueva interpretación de los dos primeros principios de Platón, el Uno y la Díada, como Luz y Tiniebla, dos realidades materiales, idea que coincide, al menos de planteamiento, con el estoicismo.

Fases del ciclo mítico:

1ª.- LOS DOS PRINCIPIOS: Se trata de dos principios coetáneos: “Bendito el que comprende que ellos no surgieron uno de otro, ni que vinieron uno de otro. ¡Ellos no vinieron de uno!” (Keph. Copto 2). Los dos principios originarios que determinan el dualismo maniqueo, en el texto citado, expresamente se niega la procedencia de un principio del otro, es decir, la díada de la mónada, o la procedencia de un tercero, origen de ambos, es decir, de un único principio todavía más antiguo del que hubieran salido los dos. De manera que se eleva a la Díada al principio de todo. Se trata de una cosmología materialista, pues ambos principios son sustancias, muy en la línea del estoicismo, pues como veremos no son principios incorporales, como los entes incorporales del Neoplatonismo, los inteligibles, que se identifican con las Ideas de Platón, o los Eones de los gnósticos.

Estos principios se corresponden e identifican con las divinidades mítico persas Ohrmuz y Ahriman. En los textos maniqueos se les llama unas veces principios, otras sustancias, otras naturalezas e incluso raíces, lo que nos recuerda a las dos raíces de la cosmología china: Yin y Yang, origen de sus cinco elementos, lo que tiene cierta concordancia con la cosmología maniquea, aunque no son del todo coincidentes, pues los cinco elementos chinos proceden de las relaciones mutuas entre las dos raíces, sin embargo, veremos que los elementos de la Luz son sólo de ésta, no son producto de la relación con Tiniebla. Y así, introducimos los nombres más comunes con los que se conoce a estos principios: Luz y Tiniebla. Tienen también un correlativo moral: bien y mal, o incluso una denominación personal, dios y demonio. Se trata de realidades corporales, y por tanto habitan en sus propias regiones, la Luz mora al norte, este y oeste, y Tiniebla en el sur. Por tanto, vemos que no hay simetría perfecta entre ambos principios, Tiniebla es considerablemente inferior en todo. Los autores Neoplatónicos, como Alejandro de Licópolis, vieron en estos dos principios un equivalente a Dios y materia.

2ª.- LOS TRES TIEMPOS: Se trata de las diferentes etapas de relación mutua entre los dos principios: un primer momento, llamado creación, de independencia de los principios; un segundo momento, llamado mezcla, caracterizado precisamente porque estos dos principios entran en contacto y se mezclan; y un tercer momento, llamado separación, en la que se disuelve la mezcla, y se produce la redención de los elementos de la Luz, y la desaparición de la tierra, que existe en tanto que receptáculo de la mezcla de los dos principios.

3ª.- LA LUZ: El principio Luz está, a su vez, compuesto por cinco elementos luminosos: el Aire o Noûs; la Luz o Énnoia (pensamiento); el Agua o Phrónêsis (discernimiento); Viento o Enthýmêsis (intención, procede de la raíz timo, es decir, se corresponde con la zona emocional, el alma irascible); y el Fuego o Logismós (el Fuego identificado con el Logos, es propio del estoicismo). La Luz también es denominada eón, y se trata de una hipóstasis, y también son eones las emanaciones de la Luz. Esta es una denominación gnóstica, como los Arcontes de los distintos planetas, que son demonios como en el gnosticismo.

4ª.- TINIEBLA: A menudo es designada con el término griego: hýlê (materia) lo que le aproxima a la concepción platónica de la khôra (receptáculo) del Timeo. Se trata de un fuego oscuro, expresado en términos más míticos que filosóficos, como el fuego de la pasión origen del mal. Sus elementos son el humo, el fuego, el viento, el agua y la tiniebla. Y así como el reino de la Luz tiene a su cabeza visible en el Padre de la Grandeza, el reino tenebroso está dominado por el Arconte supremo, el Diablo o Príncipe de las Tinieblas.

5ª.- LA MEZCLA: Pues sucedió que los habitantes del reino del sur llegaron hasta las fronteras de la gloriosa Tierra de la Luz, y pudieron contemplar la hermosa visión, y de ahí nació el deseo de Tiniebla de poseer el reino de la Luz. Y así, las hordas de las Tinieblas, dejaron de luchar entre ellas, para unirse con un único propósito común, invadir el reino de la Luz. Así comienza la primera guerra. El Rey de la Luz proyectó castigar a Tiniebla, “pero carecía de mal con el que poder castigar: en efecto, no hay mal en la morada de Dios” (según el testimonio de Alejandro de Licópolis, CDM, p. 5). De aquí surgirán las primeras emanaciones de la Luz, cuya misión era vencer al mal, y en esta lucha se produce el cosmos en el que vivimos, y en nosotros se reproduce la lucha entre la Luz y las Tinieblas.

6ª.- LAS PRIMERAS EMANACIONES DE LA LUZ: Los maniqueos hablan de emanación y no de generación como los cristianos. Del Padre de la Grandeza procede la primera emanación femenina: la Madre de la Vida, y de esta al Hombre Primordial, quien combatirá directamente las tinieblas, y por tanto, el Hombre Primordial se convertirá en el verdadero adversario de las Tinieblas, dispuesto a defender el Reino de la Luz. Para ello, el Hombre Primordial evoca nuevas emanaciones: el aire, el viento, la luz, el agua y el fuego. El Hombre Primordial y sus cinco hijos son engullidos por Tiniebla y olvidan su origen luminoso, con el fin de crear el cosmos de la mezcla, pues elementos luminosos son mezclados con las sombras, así, esta aparente derrota, es las estrategia de la Luz, para vencer a las tinieblas, precisamente mezclando los elementos. Este es el ciclo de la captura de la Luz.

7ª.- LAS SEGUNDAS EMANACIONES DE LA LUZ: Así nuevas emanaciones son llamadas para dirigirse al cosmos y despertar al Hombre Primordial y los elementos de la Luz. Por ello el Padre de la Grandeza llama al Amado de las Luces, éste al Gran Arquitecto, y éste al Espíritu Viviente y sus cinco hijos: el Ornamento del Esplendor (Intelecto), el Gran Rey de Honor (Pensamiento), Adamante de Luz (Discernimiento), el Rey de la Gloria (Intención) y el Portador (Razonamiento). El Espíritu Viviente que es el importante en este segundo grupo de emanaciones, contacta con el viento, el elemento menos contaminado de la mezcla, y de este contacto surgen Llamada, el propio Espíritu Viviente, y Respuesta, la Madre de los Vivientes, que serán dos momentos esenciales en el despertar del alma cautiva de las tinieblas. Es en esta fase en la que el cosmos es encerrado y algunos Arcontes son encadenados a la rueda del Zodíaco. El Espíritu Vivificante construye con las pieles de los Arcontes diez firmamentos y con sus huesos las montañas, así que aquí tenemos a un nuevo Demiurgo, el Espíritu Vivificante es el que ordena el cosmos de la mezcla, y colocará a sus cinco hijos como rectores de los distintos cielos. Este es el ciclo demiúrgico.

8ª.- EL TERCER CICLO DE EMANACIONES: Una vez dispuesto el cosmos como Alma viviente, las emanaciones de la Luz piden un guía, que dirija el proceso de salvación. Y de la Luz emana el Tercer Enviado, que pone en actividad los elementos luminosos del cosmos, y ordena al Sol y la Luna que se pongan en marcha, estos serán dos símbolos importantísimos de devoción para los maniqueos, pues son los mensajeros y portadores de los elementos de la Luz redimidos, serán llamados las “Naves de la Luz”. El Tercero Enviado evoca a Columna de Gloria, Jesús Esplendor y Virgen de Luz, que tendrán sus propias emanaciones, estos dos últimos, serán el Logos y la Sophia maniqueos, que tendrán un papel eminentemente soteriológico. Pero será el Arconte de la Tiniebla quien cree al ser humano, Adán y Eva, víctimas de la concupiscencia. Aunque este ser humano lleva, por su composición, elementos de Luz, por lo que el Espíritu Viviente envía a Jesús Esplendor para que despierte al hombre de su sueño de concupiscencia.

Toda esta compleja cosmología fruto de las emanaciones de la Luz, es perseguida y combatida con saña por Agustín de Hipona, que en su juventud había sido maniqueo. En distintas obras contra maniqueos, entre las que destacan distintos escritos refutatorios de textos pilares del maniqueísmo, así como en actas de disputas, levantadas ante notario público, Agustín niega la existencia de dos principios antagónicos que coexistan, uno origen del bien, y el otro del mal. Y se lanza a explorar cuál es la naturaleza del mal, cosa que no encuentra en el conocimiento, ni en la naturaleza, reflejo de Dios, sino que reside en el libre arbitrio del ser humano. De Dios proceden todos los bienes espirituales y corporales. La naturaleza corruptible es sólo bien relativo, pero es también obra de Dios, y ahí comenzará una nueva polémica, ¿cómo es posible que si Dios es perfecto, haya creado algo imperfecto y corruptible? Agustín se convirtió en un gran opositor de los maniqueos, porque era incapaz de superar el elemento judaico legalista, lo que le obliga a confrontar la fe con el conocimiento, del que desconfía, la ley es concebida por Agustín como ciega sumisión a la omnipotencia de Dios, su entrega incondicional a la fe (credo quia absurdum) es declarado en sus confesiones, donde se deshace en encomios excesivos a Dios, con el que mantiene una relación totalmente personal. Agustín construye su teoría sobre el origen del mal, basándose en la ley divina, el componente judaico al que no puede renunciar, y el libre arbitrio de la voluntad, es decir, a aquel comportamiento que no se ajuste a la ley eterna, pues el exceso de presencia de Dios por todas partes, muestra la bondad de dios en la naturaleza, y nos obliga a negar la mezcla maniquea, en aras al principio de belleza de la creación, que además está tutelada por la atenta mirada y presencia divina, que todo lo ve y controla, y a la que el alma humana debe plegarse y ajustar el libre arbitrio de su voluntad.

Saludos,

Juan Almirall

domingo, 5 de octubre de 2008

LOS HECHOS APÓCRIFOS DE JUDAS TOMÁS, EL GEMELO DE JESÚS

“Taciano, que había sido discípulo de Justino mártir, no se mantuvo fiel a las enseñanzas de su maestro y se lanzó a novedades hablando de eones invisibles y explicando fábulas parecidas a las de los valentinianos. Considera que el matrimonio es corrupción, empleando términos parecidos a los de Marción.” (Hipólito, Refutación, VIII, 16). Taciano es uno de los autores agrupados entre los rigoristas o ascetas extremos, técnicamente su tendencia se denomina encratismo, de “egkráteia” o continencia, principalmente sexual. Este autor fue muy influyente en la Iglesia siria, y en particular en los llamados Hechos Apócrifos de Tomás, Judas Tomás Dídimo (el gemelo de Jesús).


La narración de los Hechos de Tomás pertenece al género literario de la novela cristiana, que narra las aventuras del apóstol, tras su venta por el mismísimo Jesús a un mercader de la India. Se supone que el gemelo de Jesús tuvo por misión evangelizar la India, pero lo hizo de una manera muy particular, pues efectivamente diseminó la fe en Jesús, el Cristo, una fe que tenía los componentes judeo-sirios, con los componentes mágicos a que eran tan aficionados el helenismo asiático, plagado de profecías, visiones, exorcismos, ascetismo, que eran muy comunes en la vida religiosa sirio-caldea, que influyó en el Neoplatonismo tardío, de autores como Porfírio o Jámblico. El misterioso reino que los H.T. denominan la India, parece más bien una satrapía del Imperio Persa, que el continente bañado por el Ganges y el Indo, dominio de los brahmanes recitadores de himnos védicos. El caso es que, a pesar de las resistencias del apóstol, el mismísimo Jesús vende a Tomás a un mercader que se embarcaba hacia la India. Por tanto, un cristianismo mágico gnóstico será el que según los H.T. se extenderá por el Imperio Persa, y que será el que influya un tiempo después en la espiritualidad maniquea.

En general, los hechos del gemelo de Jesús son básicamente exorcismos que realiza como acciones milagrosas, que provocan la fe de sus seguidores, los encuentros de Tomás con démones que violan y maltratan a mujeres y niños, son frecuentes en el periplo indio del apóstol. Nuestro santo acostumbra a recitar himnos que va improvisando en cada momento, destinados a Jesús, tanto para promover la fe en él, como para bendecir los distintos instrumentos de bautismo y sellamiento, de los que hablaremos más adelante, y para sus continuos exorcismos.

Lo singular de esta novela, es que la fe en Jesús, pasa por un riguroso encratismo, que no deja de sorprender, pues parece que el apóstol lo que verdaderamente promueve es una estricta vida monástica, destinada a la oración y a la preparación de la revelación de Jesús, pero una revelación muy real, como a él mismo se le aparece, y al que a menudo trata de hermano gemelo. Esta será una de las razones por las que Mani y el maniqueísmo tendrán en alta estima los H.T., pues es sabido que Mani recibe toda su revelación de un espíritu al que llama su gemelo. Pero este no será el único caso de apariciones de entidades estrechamente vinculadas con el ser humano, ya hablamos del Pastor de Hermas, donde al protagonista, este Hermes cristiano, muy aficionado a estrictos ayunos en pos de visiones, se le aparece un ángel, un espíritu de la penitencia (metanoia), que le acompañará y le dictará las normas de vida propias de un buen cristiano, normas que, en general, coinciden con las compendiadas en aquel breviario cristiano de los primeros tiempos llamado la “Didajé” o “Enseñanzas de los Doce Apóstoles”, y que básicamente, constituyen el programa “iniciático” de los nuevos Misterios Cristianos, muchos de cuyos preceptos se encuentran ya en el programa moral del judaísmo, como pueden ser los ayunos, el bautismo y otra serie de preceptos de la Ley.

Especial mención merece el Hecho Segundo, consistente en la construcción que el apóstol realiza de un Palacio para el Rey Gundafor. Pues bien, el rey le había dado importantes sumas de dinero a Tomás para la construcción de un palacio, pues él era artesano y constructor, sin embargo, todas las fortunas entregadas al apóstol eran repartidas entre los pobres y necesitados, cuando esto llega a oídos del rey monta en cólera y sólo piensa en vengarse de él, sin embargo, se produce un hecho insólito, el hermano del rey muere y vuelve a la vida, y narra sus visiones en el más allá, donde ha podido observar la belleza del palacio celeste que el apóstol ha construido para el rey, siguiendo el precepto evangélico no acumular riquezas en el mundo, sino en el cielo, donde no hay ni herrumbre, ni ladrones, etc.

En particular, Tomás sella la unión de sus fieles con Jesús, por medio de un ungimiento con aceite, una inmersión bautismal y una eucaristía. A partir de aquí, los fieles deben permanecer puros, esto es, entre otras cosas, sin contacto sexual, ni siquiera con sus respectivos maridos y mujeres, lo que es causa de la caída en desgracia del apóstol, tras sellar nada menos que a la mujer y al hijo del rey de la India. De ahí viene el evidente rigorismo encratita de los H.T., pero que dejan traslucir otras importantes influencias, una de ellas es el ciclo de caída y redención gnósticos, narrado en el Himno de la Perla, con el que abríamos este blog hace algunos meses. En una de las visitas del apóstol a las cárceles del rey, canta este hermoso himno, donde recuerda al cristiano que él es hijo de un Rey y de una Reina, que tiene un Hermano, que presumiblemente es Jesús, junto con los que vivía en un maravilloso Reino, sin duda el Pleroma de la Luz, del que habla Valentín, y también Bardesanes, un gnóstico dualista, de origen caldeo, que igualmente influyó poderosamente en las imágenes míticas que presentó el Maniqueísmo como “dógma”; elemento esencial de dicho Himno es la Perla que el príncipe tiene que recuperar de las garras de un dragón que la custodia, y que es la pieza ornamental definitiva de su vestido luminoso, vestido luminoso que le aguarda a su regreso, una vez recuperada la Perla. Sin duda, esa Perla es la “centella” espiritual de los pneumáticos, y el vestido de luz que le aguarda a su regreso a la Casa del Padre, bien podría ser su gemelo pneumático, es decir, una entidad idéntica a él, pero de otra naturaleza, una naturaleza “etérica”, sustancia celeste o de luz, que recubre al candidato que ha recuperado la perla, y que ha negado todo vínculo con el mundo. De ahí la pureza de los sellados, que no sólo incluye la abstinencia sexual, sino los ayunos, Judas Tomás se alimenta de pan con sal y agua, “ayuna y reza continuamente; come tan solo pan con sal, y su bebida es agua. Lleva un único vestido tanto en buen tiempo como cuando hace frío; nada recibe de nadie y lo que tiene lo da a los demás.” (H. II, 20). De hecho este planteamiento es de lo más parecido a una vida monacal en el sentido más oriental de la propuesta.

Igualmente, la idea de pureza y abstinencia sexual era sin duda una tradición muy extendida en Asia menor, en la zona sirio-caldea, el precepto de la circuncisión, requerido entre los sacerdotes y fieles tanto egipcios como caldeos, entre los que se incluyen los judíos y luego los árabes, tiene por finalidad reducir la sensibilidad del glande, por lo que limita el placer sexual del hombre, pero también eran conocidas las prácticas de emasculación entre los sacerdotes gayos de la diosa frigia Cibeles, y hasta el propio Orígenes se castró pensando que esta era una exigencia de pureza, idea que debía estar muy extendida por el Oriente próximo. En nuestro texto, se arman unos líos tremendos por culpa de la abstinencia sexual, sobre todo entre las mujeres aristócratas.

Por último, el apóstol es condenado a muerte, y en sus últimos momentos, cuando para quieto en la cárcel a donde le había confinado el rey sin mucho éxito, pues entra y sale cuando le da la gana, ya que la fe en Jesús abre todas las puertas, Judas Tomás nos recuerda a Sócrates, rodeado de sus discípulos en sus últimos momentos, recordando la intensa alegría que le produce abandonar la envoltura de huesos y carne, que tantos problemas le ha dado, y dirigirse hacia aquel objetivo amado, que ya no es los Campos Elíseos donde van los filósofos en un cielo noético o intelectual, sino a los brazos de Jesús, “Ho Kýrios mou kaì ho theós mou”, esperanza, redentor, caudillo y guía en todos los países, estate junto aquellos que te sirven, y condúceme hoy a mí que me dirijo hacia ti. Que nadie se apodere de mi alma, que a ti he entregado. No me vean los publicanos, ni me acusen falsamente los exactores. No me mire la serpiente, ni me silben los hijos del dragón. He aquí, Señor, que he llevado a término tu obra y cumplido tus mandatos. Siervo he sido, por ello recibo hoy la libertad. Dámela tú, pues, y llévala a su cumplimiento. No digo esto como quien duda, sino para que escuchen los que deben oír.”

Juan Almirall

miércoles, 9 de julio de 2008

TEXTOS MANIQUEOS



Transformar o mal em Bem é a missão do homem. Mas só está capacitado para isso a-quele que morreu segundo a sua natureza terrestre e renasceu, segundo a sua natureza divina. Este profeta indomável rejeita as autoridades dos sacerdotes e dos magos. Ambos, diz ele, “desviaram-se da verdade e enredam-se na ilusão”
Mani viveu há cerca de 1700 anos. Geralmente é atrihuida a data de 216 d.C. ao seu nascimento, na Babilónia. Apresentou-se ao mundo como apóstolo de Jesus, repondo o seu ensinamento gnóstico. Voltou a trazer o ensinamento de Buda e de Zoroastro (Zaratustra), isento dos acrescentos e mutilações que entretanto o tempo e os seus cultos e seguidores lhe tinham conferido. Formou uma religião de Luz que foi acolhida por milhões de corações de homens e mulheres. Esta religião, que se expressava na língua e na mentalidade daquele que escutava, estendeu-se por todo o médio oriente, mas também pela Europa, Norte de África e Ásia. Durou mais de mil anos. Todos os po-vos que estiveram sob a sua directa influência experi-mentaram nessa época um alto desenvolvimento cultural, material e humano.



Este movimento internacional deu a conhecer, sob as asas do impulso cristão, uma vasta síntese daquilo que havia de verdadeiro no Cristianismo, no Budismo e no Mazdeísmo. Os Chineses chamavam-lhe “Buda de Luz”, e os Egípcios, “Apóstolo de Jesus”.

Até ao século XIX, o conhecimento e o estudo do Maniqueísmo baseou-se somente em testemunhos indirectos, textos de adversários como Agostinho (cuja obra haveria de lançar as bases para a futura Inquisição, a qual, a partir de 1231, perseguiu sistematicamente “o abominável sacrilégio da heresia” do Catarismo).
“Ser confundido com a seita maldita, era a pior sorte que poderia ameaçar um grupo cismático ou herético”, escreveu Decret, um arqueólogo investigador deste tema.

Em 1930 foram achados no Egipto vários manuscritos originais maniqueus (Os Salmos, Os Kephalaia, as Homilias, entre outros). A descoberta tornou mundialmente reconhecida a importância do Maniqueísmo como religião universal. Com este acontecimento, a herança gnóstica do passado começou a solicitar um considerável interesse entre os pesquisadores.
Posteriormente, a tradução dos textos essénios em Qúmram (1947), e da biblioteca gnóstica encontrada em Nag Hammadi (1945), no Egipto, inauguram um movimento mundial de ressurgimento do pensamento gnóstico, que torna ainda mais pertinente o conhecimento da doutrina de Mani.

Em perfeita sintonia com a tradição hermética, o maniqueísmo parte da observação que o homem é um deus mortal. A filosofia maniqueia explica que o homem imortal, tendo sido apanhado numa consciência que não é a sua, jaz aprisionado, latente, no imo do homem da natureza da morte, obrigado a viver uma vida que lhe é estranha.
Na concepção filosófica maniqueia, o homem maduro, cansado de viver esta semi-vida, volta-se para o Pai, em anseio de salvação. Mas, para que a nova consciência se possa manifestar, é necessário construir passo a passo um novo veículo. Um novo corpo, perfeitamente estruturado e imortal.

Um salmo maniqueu fala a respeito da alma quíntupla do homem: Da pura veste-de-Luz, veículo da consciência nova, que o candidato tece e reconstrói no seu processo de libertação. Essa veste é a “serva equipada com cinco forças, a fim de combater os cinco abismos das trevas”.

Nos salmos maniqueus, é dito que “a Igreja Perfeita é Uma, Duas e Três”.
Havia três degraus que correspondiam aos três graus de desenvolvimento espiritual e interior. O primeiro grau (o mais externo) dizia respeito àqueles que aspiravam à libertação da alma original. O segundo, àqueles em quem a alma original se estava a tornar dinâmica. O terceiro, àqueles em quem agia o Espírito Divino.

Esta divisão aparece na disposição da estrutura do templo tríplice que foi descoberto recentemente pelo pesquisador alemão A. von Le Coq.

Agostinho, pai da Igreja de Roma, pertenceu ao círculo mais externo da comunidade maniqueia (a fase dos ouvintes). Durante nove anos, ele fez parte desse círculo da Fraternidade Maniqueia no Norte de África. Mais tarde abandonou-a e converteu-se ao catolicismo romano,como é atestado no seu livro “confissões”.

No entanto, quando um ouvinte, impulsionado por um ardente desejo do coração, queria prosseguir, ele tinha toda a liberdade de entrar para a Igreja Interna.

“Vim do país de Babel, para fazer ressoar um grito em todo o mundo”. É assim que o escritor libanês, Amin Maloouf, no seu livro “Os Jardins de Luz”, fala sobre o chamado e a mensagem de Mani. É este o grito que Mani fez ressoar no decorrer de uma longa peregrinação através de inúmeros países. Das “regiões da Luz” lançou o seu chamado e trouxe a sua mensagem a toda a humanidade.
Segundo a lenda, Mani nasceu na Pérsia, em 216, em Selêucida-Ctésifon centro de uma po-derosa civilização (entre 2100 a.C. e 602 d.C.). Daí lhe veio o apelido árabe de “al-babilyu”, o babilónio, ou a designação de “o mensageiro do Deus da Verdade, vindo de Babel”.

Em 276, acusado de heresia, Mani é colocado a ferros por ordem do rei Bahram, filho de Sapor I. “O médico de Babel”, agonizou durante 26 dias até lhe sobrevir a morte. Não é provável que tenha sido crucificado como se diz.
Segundo a citação de um Codex, Mani é chamado para a sua missão pelo Espírito Santo, que lhe aparece sob a forma do “Divino Companheiro” at- Taum. Nos textos maniqueístas coptas este companheiro é chamado Saís e nos Kephalaia ele é designado como “o Paracleto Vivo”.

Citações dos Kephalaia:

“Ele coloca seu Espírito, que é Amor, no Espírito do Novo Homem.
Seu Pensamento, que é Fé, no pensamento do Novo Homem, o qual ele liberta.
Seu discernimento, que é a Perfeição, no discernimento do Novo Homem.
Sua Compreensão que é Paciência, ele o coloca na compreensão do Novo Homem.
E a Sabedoria, que é Razão, Na razão do Novo Homem.
Ele purifica a imagem da Palavra pecadora e a coloca em sua palavra (...).
O espírito das Trevas é aprisionado (...).
O Novo Homem reina em seu Amor, sua Fé, sua Perfeição, sua Paciência, sua Sabedoria.”

Citações dos salmos maniqueus:

“Cinco são as grandezas que reinam desde o princípio.
Todas emanaram do Espírito Único.
O Espírito Santo vem em cinco forças.
A alma recebeu-o em cinco órgãos.
Ele liberta os membros da alma e destaca-os dos cinco membros do pecado.
Estes cinco membros do pecado, assim destacados, ele prende-os.
Ele eleva então os membros da alma, reconstrói-os, purifica-os e a partir deles, forma um novo homen que é o filho da justiça.”

Alma, Alma,
Lembra-te do Éon da Luz.

Ó, Alma, de onde vens?
Vens do alto.
És estrangeira no mundo.
Estás apenas de passagem na terra.
Tua morada é no alto,
Uma tenda de alegria.
Aí, tens um verdadeiro pai e uma
Verdadeira mãe.
Aí tens verdadeiros irmãos.

És uma batalhadora.
És a ovelha que vagueia no deserto.
Teu pai procura-te
E por amor a ti
O pastor saiu em tua busca.

És a vinha de cinco ramos,
Que é o alimento de Deus,
O alimento dos anjos,
A festa dos justos,
O manto dos santos,
O conhecimento dos perfeitos,
A memória dos crentes.

(Texto extraído dos salmos maniqueus)

Ó Alma, levanta-te
Nesta casa cheia de pesares,
Ladrões e demónios.
Não te enganes.
Todos querem a tua vida.
Caçadores de morte,
Eles apanham o pássaro na armadilha
E quebram-lhe as asas,
Para impedir que ele volte ao ninho.
Ó Alma, levanta-te!
Volta para a tua Pátria.
Já te libertaste dos laços que te prendem.
Entra na morada da alegria.

Brilha por toda a Eternidade.

(Texto extraído dos salmos maniqueus)

Que devo fazer para viver?
Meu Salvador,
Que devo fazer para viver?

Jejua, ó Alma, e viverás!
Dá repouso à tua mão.
Reveste-te com a pureza da Verdade.
Dá à tua inteligência o dom do Amor.
Oferece a tua razão à Fé.
Dá ao teu pensamento a Perfeição,
Ao teu direccionamento a perseverança,
À tua vontade, a Sabedoria.
Cria o espaço em ti para as pombas
De asas brancas.
Não acolhas em ti nenhuma serpente.
Não abrigues a cólera...

A Fé é quem comanda.
Aperfeiçoa a tua Perfeição.
A tudo suporta com paciência.
Com o conhecimento tudo compreenderás.
Guarda a Lei interior.
Aperfeiçoa os teus actos.
Permanece eternamente voltado para a tua missão.

(a partir da tradução directa do Copta para o inglês por Alberry)

Sou uma odorosa semente da luz,
Lançada num bosque cerrado
Sob os espinhos.
Oh apanha-me e colhe-me!

Leva-me para casa
para o eirado da Lei Divina,
no celeiro da Luz!

(Salmo Maniqueu)

O Espírito da Verdade veio
e separou-nos da ilusão do mundo.
Ele trouxe-nos um espelho.
Olhando para o espelho estamos a ver o todo.
O espelho mostra-nos que existem duas ordens:
A ordem da Luz e a ordem das trevas.
A ordem da Luz interpenetra a ordem da escuridão.
Mas, apesar de tudo,
as trevas estão desde sempre separadas da ordem da Luz.

(Texto extraído do livro dos Salmos de Mani)

Quero glorificar-te,
Pedra angular inalterável,
Eternamente a mesma.
Alicerce inabalável,
Cordeiro atado à cruz da natureza,
Tesouro oculto na terra,
Jesus, filho do orvalho da manhã,
Seiva de todas as árvores,
Doçura de todos os frutos,
Olhar do céu,
Guardião de todos os tesouros,
Herói que carrega o universo,
Alegria de todas as criaturas,
Paz dos mundos.
É uma maravilha falar de ti.
Estás no interior, estás no exterior.
Estás lá em cima,
Estás aqui em baixo.
Estás perto e estás longe.
Estás oculto e manifesto.
Calas-te, e, no entanto, falas.

Tu és a glória por inteiro.

(Fragmento do Livro dos Salmos de Mani)

Salvé, ó alma.
É jubilando
Que conduziste tua luta
A um bom fim.
Ficaste livre do antro do leão,
Da casa dos ladrões,
Deste corpo mortal,
Por quem todos choram.
O mar e as ondas,
Tu os venceste pela fé.
Os monstros que aí moravam
E que queriam engolir teu barco,
Tu os venceste a caminho.
Eles nem te conheceram,
Nem te compreenderam.
O pecado
Está em grande confusão
Pois de repente escapaste dele
E não o seguiste
Na sua falta de rumo.
E o fogo dos seus demónios
Tu o extinguiste
Com a tua crescente virtude.
Confundiste os caçadores
Que queriam caçar-te.
Desfizeste as suas armadilhas
E olha como eles se espantam
Com a beleza das tuas asas
Agora que, magnífica,
Te elevas como as águias
Rumo ao pombal da liberdade.

(Fragmento do Livro dos Salmos de Mani)

À esquerda e à direita,
em cima e em baixo
andei por toda a parte,
a vida inteira.

Nunca deixei que o inimigo
apagasse a minha candeia.
(...)
Entre júbilos e cantares
voltei à minha terra natal.

Vede, aqui estou,
A emergir do corpo da Morte.

(Excertos retirados dos Salmos de Mani e dos Kephalaia)

A todos nos deixaste o legado,
Para no justo espírito da verdade
Encontrarmos protecção

E do teu Reino
Trouxeste-nos o espelho,
Onde podemos ver o Universo.
Passado, Presente e Futuro,
tudo nos deixaste conhecer.

Tu nos livraste da dor ó Senhor.
Ó Paracleto, espalhaste sobre nós a alegria.
(...)
Hoje, ofertamos-te a nossa Rosa,
Como as árvores dão os seus frutos,
De modo a que ela se torne uma corôa
Que tu colocarás na nossa cabeça.

Procurava, e encontrei.
Encontrei o porto de abrigo.
O porto é o mandamento Divino.
Lanço os meus pés ao caminho.
O caminho é o conhecimento de Deus,
a Gnose.

Rui Freitas