jueves, 19 de diciembre de 2013

SOBRE EL CANTO LITÚRGICO, por Juan Almirall Arnal

En algunas entradas anteriores hemos hablado de los cambios que se advierten en el estudio comparado de las religiones, y que podrían estar relacionados con la evolución de la conciencia, en un proceso hacia la individuación, tal como proponía el psiquiatra suizo C.G. Jung. Concretamente, hablamos de tres formas básicas y diferentes de entender a Dios, el mundo y el ser humano. Las religiones más primitivas, como pudieron ser las religiones egipcia, mesopotámicas o la religión védica (la religión de los Vedas, no las religiones sectarias que se agrupan hoy en el concepto más amplio de "hinduismo"), concebían los dioses como fuerzas de la naturaleza, rectoras del cosmos, en constante relación con éste y que se revelaban a través de los sonidos imperceptibles, que solo los sabios-videntes o mejor clariaudientes, podían escuchar, estas fueron las religiones de los sabios, las formas más antiguas de religión, en el marco de grandes civilizaciones, que tenían mucho que ver con el chamanismo. Los himnos más antiguos de los Veda-samhîta (colecciones de himnos para cantar en los sacrificios de fuego) ponen una gran atención en la pronunciación y formulación de los mantra o versos, que son expresión del movimiento cósmico y con él se integran, haciendo del ser humano una criatura privilegiada en el orden universal, dado que es capaz de reproducir y hacer audibles los sonidos que mueven todo el universo, pudiendo participar con su canto de este devenir universal.
Un segundo momento, en el proceso de evolución hacia formas más individualizadas de conciencia, se aprecia en el binomio "religiones de dioses humanizados" y teología. Con "religiones de dioses humanizados" nos referimos a tipos de religiosidad donde los dioses principales no son fuerzas de la naturaleza, sino que encarnan fuerzas psíquicas, de entre las cuales se impusieron formas de monoteísmo que designaban al Intelecto como divinidad suprema, por lo que rápidamente estas religiones de dioses humanizados desarrollaron teologías o metafísicas sobre el Ser, el Intelecto, los Números divinos y otras categorías del pensar conceptual, como formas supremas de la divinidad. Esta religiosidad cambió sus formas litúrgicas, mucho menos "gramaticales" y más "expresivas". Con estos dos conceptos ponemos de relieve el valor del lenguaje como forma de participación del ser humano en lo divino, en el marco de este proceso evolutivo. En un primer momento, las reglas de recitación condicionaban la ejecución correcta de la liturgia, pues una incorrecta ejecución de la recitación del mantra podría condicionar la suerte del sacrificio o ritual realizado. Ello propició la existencia de una literatura sobre gramática y fonética muy antigua, en la que se establecían las normas de ejecución correcta de la liturgia, es, por tanto, una liturgia muy reglamentada, que exige la pericia de una casta sacerdotal, cuya principal dedicación, desde la infancia, es el estudio de las reglas de ejecución de la liturgia. Cuando hablamos de formas "expresivas" de la liturgia nos referimos a formas más "emocionales" de ejecución, en el que se pierden las normas gramaticales, en pro de una forma más sentida de expresión, el canto bizantino es fruto de esta mayor expresividad, el lamento por el sufrimiento padecido por la divinidad, se muestra en una ejecución mucho más libre del canto litúrgico. Este segundo momento en la historia de la religiosidad está determinado por la concepción mucho más humana de la divinidad, dioses que expresan sentimientos y que en realidad representan distintas manifestaciones de la psique humana, con la divinidad suprema representada por el Intelecto. Esta evolución va desde los dioses humanizados y la introducción de los héroes semidioses, que por lo general son hijos de un dios y un mortal, que se presentan en la poesía épica, propia de la casta de los guerreros, y que destacan los ideales éticos, principalmente, asociados con una concepción militar de la vida, y termina en las complejas teologías que son herederas de la primera filosofía metafísica, que especula sobre las distintas categorías del pensar, y que entroniza al Ser, el Intelecto, el Uno, y otras formas conceptuales de entender a la divinidad. Esta teología entra en crisis a partir del siglo XVII y XVIII, pero los gérmenes de esta crisis se pueden rastrear en la teología tomista sobre la unidad del intelecto humano y la escolástica nominalista, que reduce las Ideas universales a meros conceptos mentales. 
En el tercer momento no vamos a entrar, aunque queremos apuntar que está relacionado con las concepciones modernas en las que se concibe el cosmos y la materia en términos absolutos, digamos que estamos en una época en la que el ser humano solo le queda hacer metafísica de la materia y el universo, donde no existen formas artísticas de liturgia, digamos que la liturgia ha sido substituida por el estudio científico y académico, en el que todo lo que no es técnica también se encuentra en crisis, pues no sirve para nada. Vivimos en una época de afirmación de la individualidad, donde lo único sagrado son los derechos individuales, lo cual culmina este proceso de individuación, y genera importantes preguntas sobre ¿y ahora qué? Por ello se va imponiendo una cierta espiritualidad individualmente comprendida, en el marco de una tremenda olla de grillos que son los canales de difusión de información y comunicación, donde el estrés fruto de la gran ansiedad que genera la hiper comunicación y super masificación de información, que nuestras mentes tienen que procesar a diario, conducen hacia la necesidad de silencio y meditación, que van ganando terreno a cualquier otra forma de religiosidad.
Pero volvamos a las dos formas litúrgicas que hemos denominado "gramaticales" y "expresivas", pues ellas nos pueden aportar alguna luz sobre la evolución de la conciencia de la que hablaba C.G. Jung. Fuerzas de la naturaleza, como los dioses egipcios o védicos, próximos al chamanismo, donde lo complejo tal vez no sean los elementos rituales, sino la ejecución del ritual. Complejas reglas de ejecución o "reglas sin significado" como las llamaba Fritz Staal, donde el factor decisivo no es lo que se dice, sino el cómo se dice. La gramática sánscrita ordena los sonidos articulados en seis grupos principales, según el punto de articulación consonántico, que por orden de profundidad puede ser velar, palatal, cerebral o retroflejas, dentales, labiales y silbantes. Los cinco primeros grupos se dividen en sonidos sordos, sonoros y nasalizados, y los dos primeros tienen formas aspiradas. Lo que clasifica y ordena perfectamente los sonidos consonánticos, según punto de articulación, como si de una notación musical se tratase. El sonido consonántico se produce cuando el aliento (el espíritu) encuentra un obstáculo en su recorrido a través de la garganta y por la boca, puede suceder una oclusión en la garganta generando sonidos velares, o bien en el paladar, o al atravesar la zona dental o labial. Los sonidos consonánticos son significativos, es decir, la carga de significado de una palabra procede de las consonantes o de grupos de consonantes, las vocales en sí, por el contrario, no son significativas, están cargadas de expresividad y emotividad, es decir, con la vocal se pone un cierto énfasis emocional, por ello si queremos agredir a alguien no le diremos "¡iiiii!", sino "¡aaaaa!", por ejemplo. La vocal es un sonido que se produce cuando el aliento no encuentra ningún obstáculo en la garganta, paladar o boca, sino que depende de la variación en la altura de la lengua y la posición de los labios, es un sonido abierto, que expresa mejor aspectos emotivos de una lengua.
Ello hace que la recitación litúrgica sea más o menos expresiva, en función del protagonismo que tengan las vocales en el canto, frente a las consonantes. El canto bizantino, por ejemplo alarga las vocales y juega con el sonido vocálico, dándole expresividad y emotividad a la litúrgico. Mientras que la recitación védica pone un mayor acento en el uso de los sonidos consonánticos, en el uso de una gama mucho más amplia de consonantes, que, por otra parte, el griego no tiene. Las reglas de recitación védica son muy estrictas y sus normas gramaticales condicionan la forma litúrgica, donde no hay expresividad, sino un complejo juego de articulación de sonidos.
Ejemplo de recitación védica se puede escuchar en el siguiente vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=xCQCSN38KYY. Una buena muestra de canto bizantino se puede escuchar en el siguiente vídeo: http://www.youtube.com/watch?v=RwFYUJb03d0.
La liturgia védica tenía por objeto conectar con las fuerzas de la naturaleza, sus sonidos consonánticos eran el reflejo de los movimientos del cosmos en su constante devenir, solo los sabios videntes podían escuchar estos sonidos inaudibles y plasmarlos en el juego de complejas reglas gramaticales, donde una gran gama de sonidos era necesaria para mostrar el juego universal, al que el ser humano se encontraba conectado y participaba a través del canto litúrgico. Pero la religión cambió con el ser humano, mucho más individualizado que el vidente naturalista, el poeta litúrgico canta los sentimientos y emociones de los dioses humanizados, por ello encuentra en el griego, una lengua con una gama mucho menor de sonidos, una vía de expresión adecuada, donde el juego con las vocales plasma mucho mejor las nuevas relaciones con la divinidad, que son más de orden emotivo y donde el sentimiento precisa de una fuerza expresiva que solo las vocales pueden dar.

viernes, 16 de agosto de 2013

LOS YOGUIS CRISTIANOS: EL YOGA EN LA TEOSOFÍA Y LA ROSACRUZ, POR JUAN ALMIRALL

 
                
 

Rosacruz utilizada por el Dr. Rudolf Steiner en sus Dramas de Misterios
Rosacruz de Max Heindel

Cualquier persona conocedora de los aforismos del Yoga de Patañjali verá muy claramente que las novedades que se introdujeron en el movimiento esotérico de finales del siglo XIX y principios del XX tenían que ver con dicha obra y las etapas del Yoga que allí se describen. Determinadas posturas, mudras, kriyas, bandhas, control de la energía vital o prânayama, absorción de la mente hacia el interior (pratyahara), concentración, meditación, son prácticas propias del Yoga. La transformación del cuerpo etérico o pránico, la transfiguración de un cuerpo de luz, era una práctica yógica, que se alcanzaba por medio de determinados ejercicios respiratorios y la meditación en los chakras. Algunos yogis indios entendieron que Jesús debió conocer esto de alguna manera, pues veían en los Evangelios y en algunas partes de la Biblia la descripción velada de estas técnicas. Por su parte teósofos y rosacruces modernos introdujeron muy conscientemente estas técnicas en sus trabajos espirituales. Podemos decir que el Yoga y sus prácticas se encuentra detrás del renacer espiritual que comenzó en Occidente de la mano de la Sra. Blavatsky y sus seguidores, así como de los grandes maestros rosacruces.
En 1861 Babaji, un Yogâvatar procedente de los Himalayas, tomó contacto con Lahiri Mahasaya, al que le reveló algunas técnicas o kriyas, consistentes en lo que se denomina pranayama y pratyahara, para acelerar el desarrollo del vehículo etérico o vital y dominar la mente. Se trata de distintas técnicas de respiración y meditación que permiten al practicante retener el carbono que se exhala en la respiración normal, y como una planta ir modificando el propio cuerpo etérico o vital. En los ejercicios de meditación el practicante de los mismos conseguía tener una imagen muy clara de los chakras y del ascenso de la serpiente Kundalini a través de la espina dorsal. Además, por el uso de una serie de mudras, el yogi podía ver determinados colores y luces, en la pantalla interior del tercer ojo, a la altura del entrecejo. Estas son algunos de los resultados de la práctica de los kriyas que enseñó Babaji a Lahiri Mahasaya y que le pidió que diera conocer al mundo.
Símbolo de la Self Realization Fellowship de Sw. Yogananda
Discípulo de Lahiri Mahasaya fue Sri Yukteswarananda Giri, un monje que conoció a Lahiri en Benarés en 1884. Yukteswarananda era monje hindú, miembro de la Orden de Swamis fundada por Adi Shankara, y pertenecía al linaje Giri o de las Montañas. Fundo dos ashram en Bengala. En 1894 Sri Yukteswarananda se encontró con su Param-guru, Babaji, quien le encargó que escribiera un libro sobre la Biblia, comparándolo con la filosofía védica. El mismo año Swami Yukteswarananda publicó la obra “La ciencia sagrada”, donde mostraba, básicamente, que la transfiguración de Jesucristo era fruto de un proceso espiritual que se podía alcanzar con la práctica de ciertos kriyas. Unos años después, Yukteswarananda pidió a su discípulo Swami Yogananda Paramahansa que fuera a Occidente a enseñar las técnicas del Kriya Yoga, que podrían ayudar a los cristianos a vivir exactamente el proceso que narran los Evangelios. Yogananda llegó a Estados Unidos en 1920, donde fundó la Self Realization Fellowship, desde donde impartió sus enseñanzas de Kriya Yoga e inició en las mismas a miles de personas de todo el mundo occidental, escribiendo un sinfín de libros sobre el tema, de entre los que destaca la voluminosa obra The Second Coming of Christ: The Resurrection of the Christ Within You (La Segunda Venida de Cristo: La resurrección del Cristo que mora en tu interior).
En el año 1879 los fundadores de la Sociedad Teosófica, Helena Petrovna Blavatsky y el Coronel Olcott se trasladaron a India y establecieron la sede central de la Sociedad en Bombay, y finalmente, en 1882 adquirieron una gran extensión de terreno en Adyar, un suburbio de la ciudad de Madrás (Chennai), donde todavía hoy se encuentran la sede central de la Sociedad Teosófica. Los contactos de muchos teósofos con India fueron fluidos y abundantes. La Dra. Annie Besant y C.W. Leadbeater conocieron, gracias a dichos contactos y sus prácticas esotéricas, algunas de las técnicas y kriyas para tomar conciencia de los centros vitales llamados chakras, que trataban, sobre todo, con los miembros de la Escuela Esotérica de la Sociedad Teosófica, cuyos grados eran el de Probacionista y el Discípulo en el Sendero. Desde el año 1895 hasta el año 1904 la Dra. Besant y C.W. Leadbeater escriben algunas obras que sin duda inspiraron a todos los teósofos de la época, incluido a los maestros rosacruces. De este período son las siguientes obritas: El sendero del discipulado (1895) y El cristianismo esotérico (1901) de la Dra. Besant, y Los auxiliares invisibles (1896) y Clarividencia (1899), en estas obras se explicaba las dos primeras etapas del sendero: el probacionismo y del discipulado, así como la manera de trabajar con los auxiliares invisibles en estados de trance y sueño. Desde finales del siglo XIX y hasta el año 1909, ya bajo la presidencia de la Dra. Besant, la Sociedad Teosófica fue un canal de difusión de doctrinas y prácticas yogicas, así como del Kundalini Yoga.
En el año 1902 el Dr. Rudolf Steiner se integra en la Sociedad Teosófica como Presidente de la Sección Alemana, dirige también la Escuela Esotérica de dicha Sociedad. En el año 1904 publica dos obras clave: Teosofía y Cómo se adquiere el conocimiento de los mundos superiores: un sendero moderno de iniciación. Durante estos años, por una parte, el Dr. Steiner daba sus conferencias sobre ciencia oculta a amplios grupos de oyentes e interesados, y además trabajaba con grupos reducidos de personas, que a veces no superaban las tres personas, en el ámbito de la Escuela Esotérica de la Sociedad Teosófica. A los probacionistas de este grupo les conminaba a meditar por la mañana y por la noche, a hacer un ejercicio de retrospección de los acontecimientos, sentimientos y pensamientos del día; además, tenían que estudiar determinados textos y lecciones ocultas, llevar un cuaderno de seguimiento de las prácticas y regularmente eran examinados sobre las mismas, y se les pedía que se abstuvieran de beber alcohol y alimentos animales.
Más tarde, el Dr. Steiner identificó estas prácticas de estudio y meditación con la Iniciación de los Rosacruces. En 1907, tras el primer Congreso Alemán de la Sociedad Teosófica, el Dr. Steiner dio un curso de catorce conferencias sobre la Teosofía del Rosacruz, en el que desarrollaba dos tipos de iniciación occidental. Por un lado la Iniciación propiamente cristiana, que tenía siete fases inspiradas en el Evangelio de San Juan, en las que el probacionista llegaba a estar tan identificado con sus vehículos internos, que en un momento dado, se producía la separación del vehículo astral del cuerpo físico. La segunda Iniciación era la del Rosacruz. En esta, tras el estudio y comprensión de la ciencia oculta, y de unos ejercicios de meditación, en los cuales podía ver e identificar sus chakras superiores, accedía a una práctica de ejercicios respiratorios, que le permitían hacer exactamente el mismo proceso del que hablaba el Kriya Yoga, esto es, que el probacionista rosacruz podía llegar a retener el carbono de la respiración, como el kriyaban, y construir así un nuevo cuerpo etérico, que gracias al carbono refinado llegaba a ser como el diamante, tal como lo describen los budistas, el cuerpo transfigurado del Cristo.
Gran parte de las ideas sobre la Rosacruz que siguieron al año 1907, año del Congreso alemán, estaban relacionadas con este proceso, que denominó la elaboración de la piedra filosofal. Cristian Rosacruz había sido proclamado Caballero de la Piedra Solar, y el Sol es la fuente principal de energía etérica y vitalidad, del prâna, por lo que la piedra filosofal tenía que ver con el cuerpo etérico o pránico, y su transformación. La respiración está íntimamente relacionada con este proceso de elaboración de la piedra filosofal, el control del prâna o prânayama de los yogis, es para el Rosacruz la clave del Camino de Transfiguración del Cristo. Steiner construye en Munich un pequeño Templo con dos estancias una azul y otra roja, la roja relacionada con la sangre arterial, que transporta el oxígeno, y la azul relacionada con la sangre venosa, que transporta el dióxido de carbono que se elimina en la exhalación. El Templo de Munich guarda una estrecha relación con el proceso de transfiguración del cuerpo etérico, por medio de ejercicios respiratorios, de prânayama y kriyas, tal como hacían los yogis y kriyabanes seguidores de las enseñanzas de Lahiri Mahasaya. El gran teatro de madera, el Goetheanum, también tenía dos cúpulas y dos grandes salas, al igual que el pequeño templo de Munich.
Los kriyas consisten en bandhas o cerramientos y mudras, posiciones de las manos, entre otras técnicas, uno de estos mudras permitía el desarrollo del tercer ojo, en la frente, por el cual, muy fácilmente, se pueden ver algunas formas luminosas y colores. Una de estas formas, de la que habla Swami Yogananda en sus libros y lecciones, es una brillante estrella de cinco puntas en el centro de un círculo de color azulado. El Dr. Steiner conocía esta imagen, pues utilizó el símbolo de un pentagrama en un círculo azul en un de sus obras de teatro. Sin duda, este mudra debía practicarse entre los probacionistas que seguían al Dr. Steiner, pues uno de sus alumnos, el Sr. Max Heindel, que siguió las lecciones del círculo de la Escuela Esotérica que daba el Dr. Steiner, utilizó este mismo símbolo, en el que inscribió una cruz blanca con siete rosas rojas, sobre el pentagrama blanco en un círculo azul, la visión del tercer ojo, para realizar un nuevo trabajo de concentración (dharana) de energía etérica en aquel símbolo, que se encontraba en el Templo de Mount Ecclesia en Oceanside (California). Desde allí comenzó un nuevo trabajo de curación, pues aquel tranquilo paraje californiano, a orillas del Océano Pacífico, pretendía ser una clínica, consagrada a la curación no solo del cuerpo físico, sino también del alma, a través de la transformación de las fuerzas etéricas del cuerpo. Max Heindel fundó la Fraternidad Rosacruz.
En su importante obra, “El concepto Rosacruz del Cosmos”, el Sr. Max Heindel nos cuenta como el misterio del mundo y el desarrollo futuro del hombre se encuentran, precisamente, en la sangre arterial, y en la obtención de la Piedra Filosofal, tal como lo había aprendido de su maestro, el Dr. Rudolf Steiner. La Iniciación Rosacruz tal como la propone Max Heindel, en la etapa de la Transfiguración, el Fuego de Neptuno asciende por el canal espinal, transformando y eliminando todos los residuos del cuerpo, que se vuelve progresivamente transparente o diamantino. En la última etapa de la Iniciación, Max Heindel explica como ese cuerpo diamantino rompe los nudos que le unen al cuerpo, simbolizado por los cuatro estigmas de las manos y de los pies, y la corona de espinas, y como un pentagrama blanco y puro, se emancipa totalmente de la materia y aparece como un resucitado.
Tanto el Dr. Steiner como el Sr. Max Heindel se apartaron de las concretas técnicas yógicas, kriyas y mudras, que les habían aportado la visión y comprensión de los procesos de desarrollo interno, y fueron decantándose por mostrar un camino más relacionado con la práctica y la actividad moral, que con las determinadas técnicas yogicas que ellos habían utilizado. De hecho el Dr. Steiner acusará a la Sociedad Teosófica de utilizar prácticas yógicas, que él había descartado en su experimentación espiritual. Sin embargo, tanto en los libros como en los elementos simbólicos utilizados quedaba el recuerdo de esas técnicas, se suprimieron los ejercicios respiratorios y los mudras que provocaban visiones del tercer ojo, por considerarlos peligrosos, y se centraron en una vía moral de desarrollo paulatino y lento de las facultades internas del alma.
Todos estos símbolos, procedentes del Kriya Yoga se integraron en la tradición rosacruz: el pentagrama se convierte en una rosa de oro en el centro de una cruz dorada, el ascenso del Fuego de Neptuno a través del canal espinal en un Caduceo Dorado, símbolo de la realización sublime del alma, gracias a la Fuerza de Kundalini. Los rosacruces modernos siguieron trabajando la meditación, la meditación matutina y la meditación vespertina de la Escuela Esotérica del Dr. Steiner, se convirtieron en los servicios de curación rosacruces. De hecho, actualmente, las prácticas espirituales de rosacruces y antropósofos consisten en el progreso espiritual a partir de un nuevo comportamiento moral y las meditaciones diarias. Pero a pesar del cambio de rumbo, los símbolos hacia los que se orientan teósofos, antropósofos y rosacruces, son antiguos símbolos del Raja Yoga, el verdadero camino hacia la perfecta unificación del Ser. 

martes, 13 de agosto de 2013

PEREGRINI IN PATRIA ERRORES, SOBRE LA VACUIDAD, POR JUAN ALMIRALL

La humanidad ha buscado la Sabiduría durante siglos. Las vías de investigación e incluso la idea de Sabiduría a menudo ha sido diferente. Occidente sufrió una intelectualización demasiado radical, por el desarrollo de las ciencias, y Oriente mantuvo una cierta libertad espiritual en su búsqueda. En los siglos de mayor desarrollo del pensamiento científico, Occidente echó una mirada a Oriente e intentó recuperar la dirección en la búsqueda de la Sabiduría, por lo que a finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, se fue nutriendo de distintas doctrinas orientales. El problema es que la incorporación de dichas doctrinas ocasionaron una gran confusión, pues procedían de distintas corrientes de pensamiento oriental, muchas de ellas completamente antagónicas. Gracias al análisis científico e histórico es posible poner un poco de orden a las doctrinas orientales incorporadas por Occidente, tanto desde el punto de vista cronológico como desde el de su justificación.
La principal vía de introducción del pensamiento oriental en Occidente fue la Teosofía de la Sra. Blavatsky y del coronel Olcott. Ambos autores, fundadores a su vez de la Sociedad Teosófica, que se encuentra en el origen de gran cantidad de movimientos espirituales modernos, desarrollaron un cuerpo de enseñanzas compuesto de distintas doctrinas orientales, en el convencimiento de que, en el fondo, todas las enseñanzas místicas son en esencia idénticas, varían las formas pero el mensaje es el mismo. Esto es una verdad a medias. Sobre todo cuando se trata de distintas doctrinas que proceden de corrientes espirituales antagónicas. El principal error en que incurrieron es en que el "buddhismo esotérico", nombre que recibía lo que con posterioridad se denominó "doctrina secreta", y en autores cristianos: "ciencia espiritual" o "concepto rosacruz del cosmos", era una selección y mezcla de doctrinas budistas e hindúes, dos religiones que no son, formalmente, conciliables, pues parten de principios muy diferentes, si bien, tienen una base y un lenguaje común.
El budismo comparte con el hinduismo la creencia en la reencarnación y en la ley del karma, sin embargo, hay una doctrina esencial en el budismo que chocar radicalmente con el pensamiento hindú, por lo que desde la más estricta observancia del pensamiento védico se considera al budismo una filosofía heterodoxa, y esta es la doctrina del an-âtman. Además, la doctrina de la reencarnación no es idéntica en la filosofía védica y en el budismo, como tampoco lo es la doctrina sobre el karma. En los primeros sutras Buda establece sus "cuatro nobles verdades sobre el sufrimiento (duhkha)", de las que se deducen ciertas doctrinas, entre ellas la doctrina del karma y de la reencarnación como una consecuencia del sufrimiento. La enseñanza (dharma) de Buda tiene por objeto ser una guía para la liberación del sufrimiento, y una de las causas más importantes de éste es la creencia en la existencia de un principio de identidad último, al que los brahmanes denominaban âtman. Por eso, la tercera verdad es la liberación del sufrimiento, el nirvana, que es extinción de todo lo ilusorio, desde la realidad, que es fruto de "pratītya-samutpāda" o "surgimiento condicionado" de los fenómenos, así como de la creencia errónea de la existencia de un âtman.
La doctrina del an-âtman es muy difícil de aceptar por los occidentales, y por ello los fundadores del pensamiento teosófico la pasaron por alto, mezclando las doctrinas budistas con el concepto de âtman como realidad última. Y es que el occidental necesita ver el mundo de forma evolutiva, y el camino de realización como una "evolución de la conciencia", por lo que no contempla la mera "extinción", que es propiamente el nirvana. Para Occidente siempre hay un "yo", incluso divino en desarrollo, y en esto coincide plenamente con el hinduismo, donde el principio último inmanifestado, brahman, es igual a âtman, tal como rezan las Upanishad. Por tanto, no hay budismo, ni "esotérico" ni de ninguna clase, si se mantiene la creencia en un "yo evolucionante" o "yo divino", pues ello choca con una doctrina fundamental de todo el budismo. La esencia del budismo es la comprensión de la vacuidad, tanto de los fenómenos condicionados que contemplan los sentidos, como de la existencia de un observador con algún tipo de identidad, el budismo trasciende la dualidad que genera la sensación de sujeto-objeto porque niega la realidad inherente de ambos y afirma su completa vacuidad. 

domingo, 21 de julio de 2013

TEURGIA: JÁMBLICO EL MAGO, POR JUAN ALMIRALL





La Teurgia es el arte hierático, el arte sacerdotal, se trata sin duda de las prácticas mágicas que los sacerdotes orientales utilizaban para conocer la naturaleza, deseos y voluntad de los dioses. Sabiduría, arte y ciencia en la antigüedad se concentraba en un único lugar, el Templo, allí los sacerdotes estudiaban la naturaleza, el cosmos, y el mundo divino, y allí realizaban sus prácticas sagradas, purificaciones, iniciaciones, etc. En la época imperial el griego domina todos los ámbitos de la cultura del Imperio, es la lengua franca de la cultura, y los sacerdotes orientales lo hablan y lo utilizan para sus prácticas sagradas, de ahí surge este nuevo concepto: Teurgia.

En la obra Sobre los Misterios egipcios un sacerdote profeta de un Templo egipcio, llamado Abamón, seudónimo de Jámblico, contesta a una carta de Porfírio donde se plantean varias cuestiones relativas al arte hierático, podemos clasificar las cuestiones siguiendo el orden de los capítulos de esta obra: 1º sobre los dioses y lo divino en general; 2º sobre los démones y los héroes y sus manifestaciones; 3º la mántica, oráculos y predicciones, interpretación de los sueños; 4º la influencia de los dioses; 5º sacrificios y plegarias, sobre el culto a los dioses; 6º prescripciones religiosas y actos rituales; 7º la teología egipcia simbólica; 8º sobre la astrología y el libre albedrío; 9º el demon protector; y 10º la felicidad.

La más alta filosofía para los autores de esta época, es la teología, Heródoto nos cuenta como los egipcios eran conocidos en la Antigüedad como el pueblo más piadoso del mundo, por lo que no es de extrañar que fuera en Egipto donde se desarrollara la Teología helenística más elaborada, también habrán importantes escuelas en Siria, especialmente en Antioquia, tradición que heredará el Cristianismo, con los dos grandes centros productores de Teología cristiana: la Escuela de Alejandría y la Escuela de Antioquia, la primera más puramente filosófica y científica y la segunda más inclinada hacia la retórica y la lógica. Las grandes cuestiones teológicas, como explica Jámblico, “nos inducen a detenernos en lo que los sabios caldeos nos han legado, otras plantean objeciones a partir de lo que enseñan os profetas egipcios”.

La teurgia parte de la premisa de que “estamos nosotros inmersos en la presencia divina y alcanzamos nuestra plenitud por ella y tenemos conocimiento de lo que somos en el conocimiento de los dioses”, que son de naturaleza inteligible, pero también de “los géneros superiores que forman el cortejo de los dioses, me refiero a los démones, héroes y almas puras” (De Myst. I.3), todos ellos tienen sus cualidades especiales en el orden de la procesión, y forman una escalera en el orden ascendente de la conversión, por ello es de capital importancia comprender cuál sea la naturaleza de todos los seres espirituales que integran los mundos sensible e inteligible: “En cuanto a los seres superiores y los que, en tanto universales, contienen el principio, en los superiores son producidos los inferiores, en los incorpóreos los cuerpos, en los poderes creadores las cosas creadas, y por ellos que los contienen circularmente son dirigidos, y, por tanto, las revoluciones celestiales del alma etérea, ante todo no dejan nunca de existir en ellas, y las almas de los mundos, llegadas a su intelecto, son perfectamente abrazadas por él y en él primariamente engendradas; y el intelecto, tanto el particular como el universal, es abarcado por los géneros superiores”, pues el Noûs es el “jefe y rey de los seres”.

La mistagogia sagrada es una disciplina propia de la Teurgia, “entre los actos que ordinariamente se ejecutan en la teúrgia, unos tienen una causa inefable y superior a la razón; otros, como símbolos, están consagrados eternamente a los seres superiores; otros conservan alguna otra imagen, como también precisamente la naturaleza generadora modela imitativamente unas formas visibles de conceptos invisibles; otros se hacen en honor a la divinidad o bien tienen como objetivo una asimilación cualquiera o incluso una relación de parentesco; algunos, en cambio, nos procuran lo ventajoso para nosotros o purifican de algún modo y liberan nuestras pasiones humanas o apartan cualquier otro de los peligros que nos amenazan”, la purificación y la elevación del alma hacia las realidades divinas sería el objetivo de la epoptías, las iniciaciones divinas que producen ciertas visiones, de las que se habla en el capítulo siguiente.

Varios son los rangos de los seres divinos, según sus cualidades y actividades, los primeros son los dioses inteligibles, rectores de los órdenes superiores y del cosmos, luego tenemos a los démones, que ejecutan y llevan a término las naturalezas cósmicas y la providencia, los héroes aportan vida y razón, siendo referentes espirituales para las almas, superior a los héroes tenemos a los ángeles que tienen una vida inmaculada, y por encima de estos los arcángeles, aquí vemos la influencia de las doctrinas cristianas y gnósticas en el arte sagrado pagano, que mostró siempre un carácter multiplicador, frente al Cristianismo más excluyente y dogmatizante; con los arcontes gnósticos y las almas divinas se cierra la clasificación de los órdenes espirituales que muestra Jámblico en esta obra. Pero el autor no se limita a enumerar los órdenes espirituales, sino que nos da un verdadero manual de las prácticas epópticas: “Las imágenes de los dioses irradian más luz, las de los arcángeles están llenas de una luz sobrenatural y luminosas son las de los ángeles. Los démones dejan traslucir un fuego turbio, los héroes una mezcla de más elementos, mientras que en el caso de los arcontes los cósmicos difunden un fuego también más puro y los materiales una mezcla de elementos distintos y opuestos; las almas difunden una luz parcialmente visible, contaminada con numerosas mezclas de la generación” (De Myst. II.4).


En definitiva, tenemos en esta obra un auténtico manual de las visiones espirituales de las que hablaba Plotino, así como de todas las demás prácticas místicas de las que hablan los tratados de Hermes Trismegistos, volveremos a ver el sentido de las estatuas de los dioses, el misterio de los nombres divinos, las distintas mánticas, la astrología, lo que hoy se calificaría de manual sobre esoterismo, es en esta época un texto fundamental que nos ilustra sobre las prácticas de los sacerdotes helenistas, que recogieron las antiguas tradiciones sacerdotales de los Templos de Egipto y Siria.   

JÁMBLICO DE CALCIS, PITAGÓRICO Y MATEMÁTICO, POR JUAN ALMIRALL

El otro ingrediente de la mezcla pitagórica, además de los símbolos jeroglíficos y las sentencias, son las matemáticas, pues se trata de una ciencia que conduce a la razón hacia lo inteligible, ya que, por un lado los entes matemáticos son incorporales, como los inteligibles, y subsistentes en sí mismos, lo que les convierte en intermediarios entre la esencia indivisible y la divisible corporal, piénsese en las tres sustancias que conforman los elementos constitutivos del Alma del Timeo: la esencia divisible e indivisible, lo mismo divisible e indivisible, y lo otro divisible e indivisible. Igualmente, entre la idea (eidôn) y el concepto (lógôn) hay un lugar intermedio, entre lo que está privado de parte y lo que está dividido en partes, y la matemática se sirve tanto de la composición como de la división. Por otro lado, los entes matemáticos conducen hacia la esencia divina como por medio de una escalera que lleva al punto más alto posible.

Por su parte, la matemática pitagórica se distingue de las restantes matemáticas en que no sólo cuantifica, sino que además incluye el elemento simbólico del número y de los restantes entes matemáticos, lo que permite relacionar las matemáticas con disciplinas como la ética, la teología y la física; pero además, los pitagóricos parten de unos axiomas, que son primeros principios, de los que siempre demuestran todo lo demás, de aquí la necesidad de unos elementos de teología, o una teología more geométrico, de Proclo, o las sentencias de Porfirio, la teología matemática demuestra cada principio, cada afirmación, partiendo de los primeros principios axiomáticos. Así a partir de los géneros absolutamente principales la matemática enseña la división hasta los géneros inferiores, por tanto, se trata de una ciencia diairética. Pero también, la matemática se sirve de la horística, pues la matemática se sirve de las definiciones, que hace con exactitud, tenemos de nuevo el ejemplo de los Elementos de Teología de Proclo, donde vemos cada principio teológico perfectamente definido. Es una ciencia igualmente analítica y sintética, a través de la potencia unitiva, por la fuerza de primer principio que tiene el Uno, por tanto, coincide con las distintas partes de la dialéctica, tal como la define Proclo, al comienzo de su comentario al Crátilo de Platón.

Las obras propiamente matemáticas de la Synagogé son De común matemática scientia y In Nicomachi arithmetica introductionem, en la primera obra hace un comentario general a la ciencia matemática, como en el Protréptico, y después se centra en la matemática pitagórica. Examina todos los géneros, la aritmética, la geometría, la música y la esfera. Nos asegura que los pitagóricos utilizaban los symbola como medio de relación de las matemáticas con otras disciplinas, como la ética, la teología y la física; y son los verdaderos iniciados, que se interesan por la vida pitagórica, los que se convierten en matemáticos. Las matemáticas están muy relacionadas con el conocimiento del alma, pues esta es número, armonía y geometría, pues la esencia del alma es la matemática, el alma surge de la matemática, tal como se nos describe en el Timeo. Realmente todas estas cuestiones son posibles si entendemos la matemática no como una mera disciplina científica, sino como una verdadera filosofía matemática, en la que el verdadero objeto son los inteligibles (tà noêtá), como toda filosofía, el Bien se identifica con la Unidad, y ambas con el Ser, de manera que ahí las disciplinas se tocan, el Bien es un ideal ético, el Uno el principio de toda matemática, el Ser de toda ontología, por tanto, la matemática afecta a todos los dominios de la vida.

En la introducción a la aritmética de su ideal Nicómaco de Geresa, Jámblico se centra más en el número y sus misterios. La aritmética es la disciplina decana de las matemáticas, sus nociones son las más simples y las más fundamentales. El número aparece después del Uno, que se distingue de la unidad, tò hén no es lo mismo que monàs, Jámblico en su Introducción a la Aritmética de Nicómaco, nos dice: “Tales definía el cuanto, o sea, el número, “sistema de unidad” (según la doctrina de los egipcios, al lado de los cuales él también estudió), mientras que definía el numerable “uno” en sentido propio, no cae pues entre el límite de la unidad y del uno. Pitágoras, en cambio, lo definía como “extensión y actuación de las razones seminales inmanentes a la unidad (monádi spermatikôn lógôn)”, o con otras palabras, “el principio numérico que subsiste, antes que todos los números, en el noûs divino y gracias al cual y del cual vienen ordenados y mantienen su orden indisoluble las cosas numeradas”, para los egipcios pues, el número es un sistema de unidades, mientras que para Pitágoras, el número es principio ordenador, que se encuentra en el noûs divino. Hecha esta distinción, cabe ahora diferenciar entre la unidad o mónada y el Uno, tò hén, obviamente, este último, para Plotino, es el primer principio y está más allá del Noûs, el segundo dios, el Uno no es ningún número, y no es matematizable, no se puede contar, sin embargo, el número esencial que se encuentra ya en el plano del Noûs donde ya existe la multiplicidad, “proporciona el ser, cuantitativo, el que facilita la cantidad entre las cosas”, los números para Plotino, son unidades, como las de los egipcios, existen según la unidad, que es el principio que les permite aspirar al Uno, ya que gracias a la unidad participan del Uno, el dos es por tanto una unidad, como el tres, etc. Esta sería la versión egipcia, tal como lo ve Jámblico. Mónada o unidad es aquello que cada cosa es y por lo que puede llamarse uno “tò hén”, es pluralidad aquello que se compone de unidades y genera cantidad, unidad y uno no son, pues, lo mismo, la unidad es aquello participado por el Uno.

Los números tienen pues la virtud de elevar la inteligencia hacia el Uno, hacia el primer Dios, y por tanto son útiles para la teología, que tanta trascendencia tendrá para Jámblico, el primer gran teólogo pagano del Helenismo, como así se llamó la religión pagana en los tiempos de implantación y oficialización del Cristianismo, más adelante veremos el libro de Salustio, Sobre los dioses y el mundo, un resumen de la religiosidad Helenística, que se desarrolla y organiza a partir de la teología de Jámblico, y que Juliano, el emperador helenista intentará organizar, pues consideraba que la victoria del Cristianismo, se debía sobre todo, a la organización territorial y jerárquica del Cristianismo. El paganismo, pese a disponer de las fuentes más cultas y de la filosofía más sofistica como aval, perdió terreno en el siglo IV, y en el siglo V y VI sufrió persecución hasta su total desaparición del Imperio cristiano.

Volviendo al número, cabe destacar el aspecto simbólico de éste, su capacidad elevadora, pues ya desde Plotino y con Proclo todavía más claramente, todas las cosas penden de su principio, que tiene como origen y al que aspiran regresar, pues bien, los números son clara muestra de lo secuencial de los principios, se mueven entre el límite más absoluto, el Uno y lo ilimitado, el ápeiron o la Díada indefinida de Platón. Los números se desarrollan en series distintas mostrando sus particulares cualidades, luego veremos en La Teología de la Aritmética, obra que algunos autores atribuyen a Jámblico, como el quinto libro conservado de la Synagogé, pues Jámblico había escrito una teología de la aritmética, lo que no es seguro es que se trate del mismo libro, pues bien, en dicha obra, se estudia el significado de los diez primeros números, a los que todos los demás se pueden reducir, los números pares e impares operan como números femeninos y masculinos, siendo los impares más perfectos que los pares. Por supuesto se trata de números esenciales, dado que tienen capacidad de aportar rasgos definitorios de rango conceptual, y muy distintos de los números meramente cuantitativos, que sólo sirven para el cálculo.

El ente matemático en general tiene una naturaleza mixta, es por una parte inteligible pero también se encuentra en lo corporal, lo que le acerca al principio mediador por excelencia el Alma, que une lo corporal con lo inteligible. Recuérdese que, precisamente, Platón hace surgir al Alma de dos medias, la media aritmética y la media armónica, y que con la proporción geométrica tenemos las tres grandes relaciones matemáticas que ordenan y dan armonía al Universo. Por tanto, son modelo no sólo inteligible y espiritual, sino de la virtudes éticas y políticas, el méson es la medida de la excelencia en todas las cosas, según Aristóteles que frontalmente rechaza el pitagorismo, pero al que debe más de una de sus formulaciones teóricas. Jámblico, en su estudio sobre las matemáticas, nos dará la clave de la importancia de las matemáticas en todos los ámbitos en las que ellas son de utilidad, y por lo que eran tan apreciadas por los pitagóricos: las matemáticas pitagóricas buscan unir sus razonamientos  con lo Bello y el Bien, es decir, los dos ámbitos de lo divino según Plotino, la Belleza de la multiplicidad del Noûs y el Bien, el primer Dios, y por tanto, tienen aplicación en el ámbito de la Teología, como en el nivel del Ser (ontológico), son también útiles en el plano del discurso, lógos, por medio de la lógica (el silogismo, para el que los términos medios son definitivos), pero también es útil en el plano de la Fýsis, de la vida política y de la técnica, y no olvidemos la ética aristotélica que se basa en los términos medios.

Las matemáticas nos permiten desentrañar el misterio de la naturaleza corporal y divina, aritmética, geometría y música, guardan las tres razones básicas que se esconden detrás de todo movimiento, y sobre todo, del movimiento más perfecto, a saber, el de la esfera (la astronomía). Estas tres razones son la media aritmética, que nos permite encontrar el exacto término medio entre los dos extremos, y por tanto el más perfecto: a+b/2; y la razón geométrica, que pone en relación tres medios: donde el medio común mantiene la misma relación del primer término con el medio que el medio con el último: a/b = b/c. Por último, la media armónica, origen de los intervalos musicales que suenan de forma agradable y armónico, que consiste en ab/media aritmética de a y b, es decir, ab/a+b/2, una relación aparentemente extraña, de donde salen los intervalos de cuarta, quinta y la octava. Aquí se encuentran las claves del cosmos, reducido a razones matemáticas, encontramos toda la actividad de los dioses encósmicos e hipercósmicos, que actúan bajo la dirección de las divinidades inteligibles, que luego se describirán en la obra de Salustio, y de donde Proclo tomará su clasificación de los rangos divinos.

Para terminar el apartado sobre las matemáticas, nos gustaría dar una breve reseña sobre La Teología de la Aritmética, obra que se ha identificado con el séptimo libro de la Synagogé, y que llevaba el título de “Perì tês en Theoîs arithmêtikês epistêmês”, hoy perdida, pero que debería tener análogos contenidos, pues de lo que se trata en la teología de la aritmética es de analizar la naturaleza y carácter divino de los Números, y comienza sin más preámbulos con el monádos, que al no variar la cantidad cuando se multiplica con otros números, nos muestra su carácter estable, que contiene todos los demás números en potencia, los Pitagóricos lo llamaban Noûs pues es el más similar al Uno, también lo llamaban ser, causa de la verdad, simplicidad, modelo, orden, concordia, etc.


La Díada sumada a sí misma da el mismo resultado que su multiplicación, los Pitagóricos la veían como principio de acción, por ello la llamaban coraje, impulso, pero también movimiento y generación, y es el opuesto a la Mónada, es imperfecto en cuanto está privado de figura. La Tríada, está dotada de belleza y fascinación, pues presenta la potencia activa de la Mónada, fruto de la suma de la Mónada y la Díada, se trata del principio filial por excelencia, y de la primera figura geométrica: el triángulo. La Tétrada muestra la base de toda cosa que se encuentra en la naturaleza, es la base de los sólidos, el cuadrado, es el último elemento de la divina Tetratkys, siendo cuatro los principios del cosmos. La Péntada comprende en sí las especies de todos los números, pues es la suma del par 2 y del impar 3, por eso lo llaman “matrimonio”, y le ofrece un lugar destacado al ser la mitad de la Década, el número perfecto, y tiene una naturaleza celeste, al ser cinco los planetas, y cinco varios fenómenos celestes, la suma de los trópicos y del ecuador celeste, siendo el éter el quinto elemento; es el número también de la Justicia, Némesis, y del Andrógino, al estar en el medio de toda perfección. La Héxada es el primero de los tres números cósmicos, y representa a la armonía, mientras que siete son los movimientos astrales, y ocho es el propio de las estrellas fijas, Platón construye el Alma con siete números, y coincide con los siete períodos de la vida, de los que también habla Filón en el Opificium mundi. Los Pitagóricos llaman al siete Atenea, pues es un número virgen sin vínculo matrimonial. Ocho es el número astral por excelencia, es la base de la Esfera. La Eneada es el más grande de los inferiores al número perfecto, es el final de la serie, el 10 es la perfección de la mónada, supone tres ordenes de tres, es decir, de los órdenes de perfección y coincide con el coro de las Musas. Mientras que el diez, la Década es igual a la divina Tetratkys o la perfección, el modelo perfecto que sigue el Demiurgo en la creación del cosmos.

viernes, 12 de julio de 2013

LOS SYMBOLA DE JAMBLICO, POR JUAN ALMIRALL




Los symbola que recibían los acusmáticos: La filosofía de los acusmáticos consiste en sentencias indemostrables y sin argumentación: “así deben practicarse”. Y las demás, que fueron pronunciadas por él, intentan conservarlas como enseñanzas divinas. Y no pretenden hablar por sí mismos ni que se deba hablar, sino que asumen que, entre ellos, los que posean mayor número de sentencias están mejor dotados para la sabiduría. Todas las sentencias así llamadas se dividen en tres clases: la primera, en efecto, corresponde a la pregunta “¿Qué es?” (tí esti), la segunda “¿Qué es en más alto grado?” (tà dè tí málista), la tercera “¿Qué se debe hacer o no hacer?” (tà dè tí deî práttein ê mê práttein). Tales eran, pues, las sentencias, como, por ejemplo, de la primera clase, “¿Qué son las islas de los bienaventurados?, el sol y la Luna”, “¿Qué es el oráculo de Delfos? La tetratkýs”; “¿Qué es exactamente la armonía de las Sirenas?”. En cuanto a las de “¿Qué es en más alto grado?”, por ejemplo, “¿Qué es lo más justo? Hacer sacrificios”; “¿Qué es lo más sabio? El número y, en segundo lugar, lo que pone denominaciones a las cosas”. Así: “¿Qué es lo más sabio entre nosotros? La medicina.”; “¿Qué es lo más bello? La armonía”; “¿Qué es lo más poderoso? El pensamiento (gnômê)”. “¿Qué es lo más valioso? La felicidad”. “¿Cuál es el dicho más verdadero? Que los hombres son malvados” (…) Éstas y otras de este tipo son las sentencias de esta segunda categoría. En efecto, cada una de ellas responde especialmente al modelo “¿Qué es en más alto grado?”. Y esta sabiduría es la misma que la llamada de los siete sabios. Pues tampoco aquéllos investigaban qué es el bien, sino qué lo es especialmente (…) En cuanto a las sentencias del tercer tipo que plantean “qué se debe hacer o no se debe hacer” son de esta clase. Por ejemplo, “Es necesario procrear” (pues hay que dejar en nuestro lugar cuidadores de la divinidad) o “Es necesario, en primer lugar, calzarse el pie derecho” o bien “No hay que caminar por los caminos que transita la gente”, “Ni meter la mano en un recipiente de agua lustral”,  “Ni bañarse en un baño público”. En todos estos casos, en efecto, no se sabe si los usuarios comunes son puros.” (V.P. 82 – 83).
Más adelante Jámblico comentará que el sistema de enseñanza más frecuente de los pitagóricos era el de los símbolos, haciendo una clara alusión a las prácticas sagradas de los egipcios. Estos sýmbola son también parte de la enseñanza egipcia. Además de los jeroglíficos sagrados, los sýmbola son sentencias que determinan, sin mucho razonamiento, forma de actuar con respecto a lo divino, y esto es un rasgo importante y destacable de este tipo de enseñanzas. Se tratan todas ellas de prescripciones religiosas, sobre pureza, y sobre los misterios de la religión, en un sentido amplio. Piénsese que Jámblico vive la época final del paganismo, caracterizada por un gran sincretismo religioso, y por tanto, rescata distintas prescripciones de diferentes tradiciones y costumbres religiosas.
En el Protréptico, a partir del capítulo 21 y hasta el final, se dedica a comentar y explicar treinta y nueve símbolos, como los que ha ido citando en los capítulos 82 a 86 de la V.P., por lo que debían tener una gran importancia en la propuesta sobre el modo de vida de los pitagóricos, y su admirada piedad. Sin embargo, más parecen una serie de reglas y votos propios de la religiosidad egipcia, que como reconoce Jámblico estaba basada en estos símbolos. Como todas las sociedades secretas, los pitagóricos guardaban un riguroso silencio sobre los misterios divinos que aprendían en la escuela, y “emplearon modos secretos para los no iniciados y encubrieron con símbolos sus conversaciones y escritos.” (V.P. 104, in fine), los símbolos son también signos de reconocimiento entre los miembros de la secta.
Y si, al seleccionar los símbolos en sí, no se descubrieran y se explicaran con una exposición irreprochable, su lectura, a los que la abordan, parecería ridícula y cuanto de viejas, llena de vaciedad y garrulería. Sin embargo, cada vez que se aclaran estos símbolos, a tenor de sus características, y se hacen visibles y accesibles a la mayoría en lugar de oscuros, se asemejan a los presagios y oráculos de Apolo Pitio, puesto que descubren un pensamiento admirable e infunden un espíritu divino a los estudiosos que los han comprendido.[1], la relación con los oráculos nos demuestra la verdadera naturaleza de estos símbolos pitagóricos, se trata de sentencias para meditarlas, imágenes simbólicas de gran profundidad, que permiten una relación con lo espiritual por el hecho de romper el esquema mental cotidiano, es una puerta a otra manera de pensar, un pensamiento imaginativo e intuitivo, en el que el discurso no tiene ningún valor, son las imágenes e intuiciones que provoca el símbolo lo que verdaderamente importa. Esto introduce a estos symbola pitagóricos en la tradición mágica de los jeroglíficos, o las imágenes alquímicas.
De hecho el segundo libro de la Synagogé tiene por objeto introducirnos en el universo simbólico de los symbola, el capítulo 21 es el más largo, y en él se hace un detallado y amplio comentario de algunos símbolos.



[1] Cf. Prot. 21, 4: “Y si no se seleccionaran los símbolos, se desplegaran y se les aplicara una exégesis rigurosa, parecerían, a los que leyeran su contenido, ridículos y propios de viejas, llenos de palabrería y verborrea. Así, pues, para que las palabras queden al descubierto y resulte evidente su utilidad para la exhortación, aportaremos las soluciones, tanto para los de fuera como para los de la secta, de cada uno de los símbolos, sin dejar de explicar los que eran secretos y los que no se podría revelar a los no iniciados.” Por las constantes alusiones, los pitagóricos ya debían ser muy conscientes de la carencia de sentido y el carácter algo mojigato de los símbolos, para el común de los profanos.