Textos, artículos y referencias para reconstruir la historia del cristianismo y del pensamiento occidental. Una aproximación filosófica al pensamiento cristiano.
El 26 de abril de 2008 se celebró en el Hotel Meliá de Valladolid una mesa redonda bajo el título: "EL CRISTIANISMO INTERIOR", en la que se leyeron las siguientes ponencias: por parte de Juan Almirall "Cristianismo Antiguo: Filosofía, Misterio y Dogma", Jesús Rodríguez "Prisciliano a través de sus textos" y Sergi Grau "El Cristianismo Heterodoxo en la Edad Media". Tras dicho evento surgió la idea de crear un blog en el que se pudieran encontrar textos, artículos y referencias sobre la HISTORIA DEL CRISTIANISMO Y DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL en su dimensión más amplia. Este blog intenta ser una ayuda para aquellos que buscan más información sobre autores y movimientos cristianos, así como de su entorno cultural, que en definitiva han modelado el pensamiento y la espiritualidad de Occidente.
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sábado, 12 de julio de 2014
domingo, 6 de diciembre de 2009
PABLO: ENTRE LA SABIDURÍA Y LA GNOSIS
"Hablamos, sin embargo, de sabiduría entre los perfectos (teleíois), sabiduría que no es de éste Eón (toû aiônos), ni de los Arcontes de este Eón (tôn arjóntôn toû aiônos), llamados a la desaparición; sino que hablamos de la sabiduría de Dios (theoû sofían) en misterio (en mystêríô), la escondida, que predestinó (proôrisen) Dios antes de los Eones (prò tôn aiônôn) para nuestra gloria, que ninguno de los Arcontes de este Eón (tôn arjóntôn toû aiônos) conoció (égnôken);", este fragmento no procede de ningún códice de Nag Hammadi, como se podría pensar, sino que es una traducción literal del griego de la primera Epístola de Pablo a los Corintios (1 Cor. 2: 6-8). Sorprendente ¿no es cierto? El lenguaje del Apóstol es completamente gnóstico. El problema, sin duda, son las traducciones. Examinemos por ejemplo la popular versión de Nacar y Colunga: "Hablamos, sin embargo, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este siglo, ni de los principios de este siglo, abocados a la destrucción, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria; que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo;" Esta claro, que en las versiones del Nuevo Testamento al uso, el lenguaje, completamente gnóstico de Pablo, queda totalmente enmascarado. ¿Porqué en las traducciones de los textos de Nag Hammadi se conservan las palabras griegas como Eones y Arcontes, y en las versiones más populares del Nuevo Testamento se traducen de forma tan arbitraria y traicionera?
Nuestra intención en este artículo no es dar respuesta a dicha pregunta, sobre el particular que cada cual saque sus propias conclusiones, aunque nosotros recomendamos que junto al Nuevo Testamento que Uds. acostubren a leer, como la versión de Nacar y Colunga (que es estupenda, sin duda), utilicen el Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español de Francisco Lacueva, de la Editorial Evangélica Clie. Con seguridad, su lectura del Nuevo Testamento cambiará de forma asombrosa, como nos ha pasado a nosotros, repasando en la obra de Lacueva, las Epístolas del Apóstol Pablo.
La intención de este artículo es mostrar como el Apóstol de los gentiles se encuentra en el centro de dos importantes tradiciones: la tradición sapiencial, obviamente del judaísmo, y la tradición gnóstico cristiana valentiniana.
Existe una gnosis pre cristiana, y esto lo reconocen todos los especialistas, comenzando por el Dr. Josep Montserrat. Lo que no nos aclaran demasiado es de dónde procede esta gnosis pre cristiana. Fue el Dr. Quispel quien, en un artículo sobre el tratado "tebronte" de la Biblioteca de Nag Hammadi, ya advertía los grandes parecidos que se encontraban entre las obras sapienciales alejandrinas y las aretalogías de Isis. El tratado citado es una de esas obras gnósticas que puede considerarse más judía que cristiana. Su protagonista es la Sabiduría: "yo soy la primera y la última, la honorable y la despreciable, la prostituta la respetable, la esposa y la virgen, la madre y la hija, los miembros de mi madre, la estéril y la que tiene muchos hijos..." Esta obra se expresa en la línea de las últimas manifestaciones de la tradición sapiencial judía, como son: el libro de la Sabiduría y el Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sirac (Eclesiástico), ambas obras escritas en griego, durante el siglo I a.C., en Alejandría. En estas obras, la Sabiduría aparece totalmente personificada, como el Eón Sofía de los gnósticos, y se dice de ella: "Proclama su buen nacimiento al convivir con Dios, y el que es dueño de todo la amó. Pues está iniciada en la ciencia de Dios" (Sab. 8: 3-4).
La Sabiduría incluso aparece como Espíritu de Dios, siempre con carácter femenino, como compañera, esposa y amante de Dios, conocedora e iniciadora en sus misterios. Y sobre todo reveladora de la verdadera Gnosis: "fue quien me dio la Gnosis auténtica de los seres para saber la trabazón del mundo y la actividad de los elementos; el comienzo, el final y el medio de los tiempos, las alteraciones de los solsticios y los cambios de estación, los ciclos del año las posiciones de los astros, la naturaleza de los animales y la bravura de las fieras, la violencia de los espíritus y los razonamientos de los hombres, las variedades de plantas y las virtualidades de las raíces; todo lo que existe, oculto o manifiesto lo conocí" (Sab. 7: 17-21). Los Sabios de Israel conocían ya una Gnosis, una Gnosis a la que llamaban Sabiduría, y que era revelada por el Espíritu Divino.
A esto mismo se refiere Pablo en sus epístolas; Pablo escribe dentro de la tradición sapiencial de Israel, que él, como fariseo que era, conocía perfectamente. Los Fariseos formaban una Escuela de pensamiento rabínica. Muchos de sus miembros eran considerados Sabios de Israel. Los Fariseos eran Rabinos, Maestros de Sabiduría e Interpretes de la Ley. Y Pablo, si bien, no parece haberse confirmado, tal vez por edad, como Rabino o Maestro Fariseo, sí que es cierto, que se presentaba en las Sinagogas de la Diáspora y ante el Sanedrín como Fariseo convencido: "Hermanos, yo soy fariseo e hijo de fariseos. Por la esperanza en la resurrección de los muertos soy ahora juzgado" (Hech. 23: 6). La Escuela Farisea, que contaba con importantes miembros en el alto tribunal del Sanedrín, en el siglo I de nuestra era, creía en la resurrección de los muertos y la vida más allá, de hecho, el Cristianismo, sólo podía darse en el contexto de la filosofía de los Maestros Fariseos, muchos de los cuales eran considerados Sabios, es decir, detentadores de una Gnosis. Esta Gnosis permitía conocer cosas como la naturaleza, los movimientos de los astros, los animales y las plantas, etc. La diferencia entre los Sabios de Israel, a los que seguirán los Gnósticos valentinianos, respecto de los Filósofos Peripatéticos de Alejandría, es que, mientras éstos últimos extraían su Gnosis de la "contemplación" de la Naturaleza, como había enseñado en su obra el gran Aristóteles, los Sabios de Israel, en Alejandría, alcanzaban el mismo conocimiento pero por medio de la "Revelación" directa del Espíritu de Sabiduría, procedente de Dios, el Creador del Cosmos.
En Pablo no hay una idea clara de Trinidad, está por un lado Dios Padre, y el Hijo, que es también Espíritu, cuando se revela a las Iglesias (Ekklêsía que quiere decir simplemente Asamblea), y deja descender su Gnosis entre los Cristianos, y así "a uno le es dada por el Espíritu la palabra de Sabiduría (lógos sofías), a otro palabra de conocimiento (lógos gnôseôs) conforme al mismo Espíritu, a otro fe (pístis) en el mismo Espíritu, y a otro carismas de santidad (jarísmata iamátôn) en un sólo Espíritu; a otro de actividades de poder (energêmata dynámeôn); a otro, profecía (profêteía)..." En definitiva, Pablo enuncia todas las facultades del Sabio de Israel: Sabiduría, Gnosis, Fe, Santidad, Poder, Profecía... Las cualidades que confiere el Espíritu de Sabiduría que buscaban los Sabios de Israel, tal como testimonian el Libro de la Sabiduría y el Ben Sirac.
Esta tradición sapiencial, que encierra el origen de la Gnosis revelada por el Espíritu de la que hablan, sobre todo los Libros de Sabiduría judíos y Pablo en sus epístolas, es la misma que se difunde en las comunidades gnósticas fundadas por Valentín. Los Gnósticos Valentinianos también aspiran a una Gnosis, esperan la revelación del Espíritu de Sabiduría, y por ello, los que lo recibían, se consideraban "pneumáticos", es decir, iniciados en los Misterios de la Gnosis, la Gnosis de los Espirituales que tiene su origen igualmente en Pablo, en la Epístola a los Romanos. Es en Roma donde, curiosamente, enseñó Valentín, y más tarde Plotino, el fundador de la Escuela Neoplatónica, que mantuvo una fuerte polémica con los gnósticos valentinianos, entre los que se contaban algunos alumnos suyos, por lo que éstos debieron ser en la ciudad eterna, tanto o más numerosos que los cristianos más ortodoxos.
Por tanto, podemos decir, en conclusión, que el Gnosticismo Valentiniano y en general todas las Escuelas Gnósticas que proliferaron en el siglo II de nuestra era, no eran nada extraño, como los pintan los heresiólogos y teólogos cristianos contemporáneos a aquellos. Sino que se trataba de una cristianización de la tradición sapiencial judía, en su versión más helenizada e influenciada por la cultura alejandrina, fascinada sobre todo por el descubrimiento de la Naturaleza, bien fuera por la observación directa de los fenómenos, bien fuera por la invocación del Espíritu procedente del Creador del Cosmos, cuyo conocimiento todos estaban de acuerdo en denominar: Gnosis.
Nuestra intención en este artículo no es dar respuesta a dicha pregunta, sobre el particular que cada cual saque sus propias conclusiones, aunque nosotros recomendamos que junto al Nuevo Testamento que Uds. acostubren a leer, como la versión de Nacar y Colunga (que es estupenda, sin duda), utilicen el Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español de Francisco Lacueva, de la Editorial Evangélica Clie. Con seguridad, su lectura del Nuevo Testamento cambiará de forma asombrosa, como nos ha pasado a nosotros, repasando en la obra de Lacueva, las Epístolas del Apóstol Pablo.
La intención de este artículo es mostrar como el Apóstol de los gentiles se encuentra en el centro de dos importantes tradiciones: la tradición sapiencial, obviamente del judaísmo, y la tradición gnóstico cristiana valentiniana.
Existe una gnosis pre cristiana, y esto lo reconocen todos los especialistas, comenzando por el Dr. Josep Montserrat. Lo que no nos aclaran demasiado es de dónde procede esta gnosis pre cristiana. Fue el Dr. Quispel quien, en un artículo sobre el tratado "tebronte" de la Biblioteca de Nag Hammadi, ya advertía los grandes parecidos que se encontraban entre las obras sapienciales alejandrinas y las aretalogías de Isis. El tratado citado es una de esas obras gnósticas que puede considerarse más judía que cristiana. Su protagonista es la Sabiduría: "yo soy la primera y la última, la honorable y la despreciable, la prostituta la respetable, la esposa y la virgen, la madre y la hija, los miembros de mi madre, la estéril y la que tiene muchos hijos..." Esta obra se expresa en la línea de las últimas manifestaciones de la tradición sapiencial judía, como son: el libro de la Sabiduría y el Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sirac (Eclesiástico), ambas obras escritas en griego, durante el siglo I a.C., en Alejandría. En estas obras, la Sabiduría aparece totalmente personificada, como el Eón Sofía de los gnósticos, y se dice de ella: "Proclama su buen nacimiento al convivir con Dios, y el que es dueño de todo la amó. Pues está iniciada en la ciencia de Dios" (Sab. 8: 3-4).
La Sabiduría incluso aparece como Espíritu de Dios, siempre con carácter femenino, como compañera, esposa y amante de Dios, conocedora e iniciadora en sus misterios. Y sobre todo reveladora de la verdadera Gnosis: "fue quien me dio la Gnosis auténtica de los seres para saber la trabazón del mundo y la actividad de los elementos; el comienzo, el final y el medio de los tiempos, las alteraciones de los solsticios y los cambios de estación, los ciclos del año las posiciones de los astros, la naturaleza de los animales y la bravura de las fieras, la violencia de los espíritus y los razonamientos de los hombres, las variedades de plantas y las virtualidades de las raíces; todo lo que existe, oculto o manifiesto lo conocí" (Sab. 7: 17-21). Los Sabios de Israel conocían ya una Gnosis, una Gnosis a la que llamaban Sabiduría, y que era revelada por el Espíritu Divino.
A esto mismo se refiere Pablo en sus epístolas; Pablo escribe dentro de la tradición sapiencial de Israel, que él, como fariseo que era, conocía perfectamente. Los Fariseos formaban una Escuela de pensamiento rabínica. Muchos de sus miembros eran considerados Sabios de Israel. Los Fariseos eran Rabinos, Maestros de Sabiduría e Interpretes de la Ley. Y Pablo, si bien, no parece haberse confirmado, tal vez por edad, como Rabino o Maestro Fariseo, sí que es cierto, que se presentaba en las Sinagogas de la Diáspora y ante el Sanedrín como Fariseo convencido: "Hermanos, yo soy fariseo e hijo de fariseos. Por la esperanza en la resurrección de los muertos soy ahora juzgado" (Hech. 23: 6). La Escuela Farisea, que contaba con importantes miembros en el alto tribunal del Sanedrín, en el siglo I de nuestra era, creía en la resurrección de los muertos y la vida más allá, de hecho, el Cristianismo, sólo podía darse en el contexto de la filosofía de los Maestros Fariseos, muchos de los cuales eran considerados Sabios, es decir, detentadores de una Gnosis. Esta Gnosis permitía conocer cosas como la naturaleza, los movimientos de los astros, los animales y las plantas, etc. La diferencia entre los Sabios de Israel, a los que seguirán los Gnósticos valentinianos, respecto de los Filósofos Peripatéticos de Alejandría, es que, mientras éstos últimos extraían su Gnosis de la "contemplación" de la Naturaleza, como había enseñado en su obra el gran Aristóteles, los Sabios de Israel, en Alejandría, alcanzaban el mismo conocimiento pero por medio de la "Revelación" directa del Espíritu de Sabiduría, procedente de Dios, el Creador del Cosmos.
En Pablo no hay una idea clara de Trinidad, está por un lado Dios Padre, y el Hijo, que es también Espíritu, cuando se revela a las Iglesias (Ekklêsía que quiere decir simplemente Asamblea), y deja descender su Gnosis entre los Cristianos, y así "a uno le es dada por el Espíritu la palabra de Sabiduría (lógos sofías), a otro palabra de conocimiento (lógos gnôseôs) conforme al mismo Espíritu, a otro fe (pístis) en el mismo Espíritu, y a otro carismas de santidad (jarísmata iamátôn) en un sólo Espíritu; a otro de actividades de poder (energêmata dynámeôn); a otro, profecía (profêteía)..." En definitiva, Pablo enuncia todas las facultades del Sabio de Israel: Sabiduría, Gnosis, Fe, Santidad, Poder, Profecía... Las cualidades que confiere el Espíritu de Sabiduría que buscaban los Sabios de Israel, tal como testimonian el Libro de la Sabiduría y el Ben Sirac.
Esta tradición sapiencial, que encierra el origen de la Gnosis revelada por el Espíritu de la que hablan, sobre todo los Libros de Sabiduría judíos y Pablo en sus epístolas, es la misma que se difunde en las comunidades gnósticas fundadas por Valentín. Los Gnósticos Valentinianos también aspiran a una Gnosis, esperan la revelación del Espíritu de Sabiduría, y por ello, los que lo recibían, se consideraban "pneumáticos", es decir, iniciados en los Misterios de la Gnosis, la Gnosis de los Espirituales que tiene su origen igualmente en Pablo, en la Epístola a los Romanos. Es en Roma donde, curiosamente, enseñó Valentín, y más tarde Plotino, el fundador de la Escuela Neoplatónica, que mantuvo una fuerte polémica con los gnósticos valentinianos, entre los que se contaban algunos alumnos suyos, por lo que éstos debieron ser en la ciudad eterna, tanto o más numerosos que los cristianos más ortodoxos.
Por tanto, podemos decir, en conclusión, que el Gnosticismo Valentiniano y en general todas las Escuelas Gnósticas que proliferaron en el siglo II de nuestra era, no eran nada extraño, como los pintan los heresiólogos y teólogos cristianos contemporáneos a aquellos. Sino que se trataba de una cristianización de la tradición sapiencial judía, en su versión más helenizada e influenciada por la cultura alejandrina, fascinada sobre todo por el descubrimiento de la Naturaleza, bien fuera por la observación directa de los fenómenos, bien fuera por la invocación del Espíritu procedente del Creador del Cosmos, cuyo conocimiento todos estaban de acuerdo en denominar: Gnosis.
Juan Almirall
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jueves, 30 de octubre de 2008
TEXTOS: EL EVANGELIO DE LA VERDAD
El Evangelio de la verdad es alegría para quienes han recibido de parte del Padre de la verdad el don de conocerlo por el poder de la Palabra que ha venido desde el Pleroma, la que está en el Pensamiento y el Intelecto del Padre, la que es llamada el Salvador, ya que es el nombre de la obra que debe llevar a cabo para la salvación de quienes eran ignorantes del Padre, pero el evangelio es la manifestación de la esperanza que se descubre por quienes la buscan.
Puesto que la Totalidad buscó a Aquel del que habían salido, y la Totalidad estaba dentro de Él, el Incomprensible, el Impensable, que está sobre todo pensamiento, ignorar al Padre produjo angustia y terror. Pero la angustia se tornó densa como una bruma, de manera que nadie podía ver; por este motivo se ha fortalecido el Error; ha trabajado su materia vanamente, puesto que no conocía la verdad. Emprendió una obra disponiendo con esfuerzo y belleza algo semejante a la Verdad. Esto, en realidad, no constituía una humillación para el Incomprensible, el Impensable, puesto que eran nada, la angustia, el olvido y la obra engañosa, en tanto que siendo firme la Verdad es inmutable e inquebrantable y totalmente bella. Por esto, despreciad el Error. De este modo no tenía raíz y estaba en una bruma respecto del Padre, afanado en disponer actividades, olvidos y terrores, para por medio de ellos atraer a los del medio y hacerlos cautivos.
El olvido del Error no se manifestó. No es un [...] desde el Padre. El olvido no tuvo lugar desde el Padre, aunque tuvo origen por su causa. Pero lo que nace en él es el conocimiento que se manifestó para que el olvido se disipara y el Padre fuese conocido. Ya que el olvido existió a causa de que el Padre no fue conocido, cuando el Padre sea conocido, el olvido a partir de ese momento dejará de existir.
Éste es el evangelio del que se busca, que se reveló a los que son perfectos por las misericordias del Padre, el misterio oculto, Jesús, el Cristo, por cuyo medio iluminó a los que estaban en la oscuridad a causa del olvido. Los ha iluminado y les ha mostrado un camino. El camino, sin embargo, es la verdad que les ha enseñado. Por este motivo el Error se ha irritado contra él, lo ha perseguido, lo ha maltratado y lo redujo a nada. Lo clavó en un madero y fue un fruto del conocimiento del Padre. Pero no fue motivo de destrucción porque fuese asimilado, sino que a los que lo asimilan dio motivos para que sean felices por el descubrimiento, pero Él los descubrió en sí mismo y ellos lo descubrieron en ellos, al Incomprensible, al Impensable, al Padre, el Perfecto, que produjo la Totalidad, en el que está la Totalidad y del que la Totalidad necesita. Aunque ha conservado su perfección en sí, la que no ha dado a la Totalidad, el Padre no era celoso. Pues ¿qué celo podría existir entre Él y sus miembros? Porque si el Eón hubiera recibido así su perfección, no podrían llegar [...] al Padre, el que conserva en sí su perfección, dándosela como una conversión hacia Él y un conocimiento perfectamente único. Él es el que ha producido la Totalidad, en el que está la Totalidad y del que la Totalidad necesita. Como en el ejemplo de alguien al que otros ignoran, que desea que lo conozcan y lo amen, del mismo modo ¿por qué motivo la Totalidad estaría necesitada a no ser que fuese por el conocimiento del Padre? Él fue un guía, silenciosamente y en reposo.
Apareció en las escuelas, profirió la Palabra como un maestro. Se le aproximaron los sabios, según propia estimación, para probarle. Pero los confundió, porque eran vanos. Ellos lo odiaron, puesto que no eran sabios verdaderamente. Después de todos éstos se aproximaron a él también los niños, a quienes pertenece el conocimiento del Padre. Fortalecidos, aprendieron los aspectos del rostro del Padre. Conocieron y fueron conocidos; fueron glorificados y han glorificado.
Se manifestó en su corazón el libro que vive del Viviente, el que está escrito en el Pensamiento y el Intelecto del Padre y que antes del establecimiento de la Totalidad estaba en su Incomprensibilidad, el que nadie podía tomar, puesto que está reservado para el que lo tomara para ser inmolado. Ninguno hubiera podido manifestarse de cuantos creyeron en la salvación si no hubiera aparecido ese libro. Por ese motivo el compasivo, el fiel, Jesús, aceptó con paciencia los sufrimientos hasta que tomó este libro, puesto que sabe que su muerte es vida para muchos. Del mismo modo que en un testamento se ocultan antes de abrirse los bienes del dueño de la casa fallecido, así sucede con la Totalidad, que permanece oculta en tanto que el Padre de la Totalidad era invisible, siendo un ser engendrado por sí mismo, del que provienen todos los intervalos. Por este motivo apareció Jesús, revistió aquel libro, fue clavado en un madero, y publicó el edicto del Padre sobre la cruz. ¡Oh sublime enseñanza! Se humilló hasta la muerte, aunque la vida eterna reviste. Después de despojarse de estos harapos perecederos, se revistió de la incorruptibilidad que nadie puede sustraerle. Habiendo penetrado en las regiones vacías de los terrores, atravesó por los que estaban desnudos a causa del olvido, siendo conocimiento y perfección, proclamando lo que hay en el corazón [...] enseñar a sus discípulos. Pero los discípulos son el Viviente, los que están inscritos en el libro del Viviente. Reciben la enseñanza sobre sí mismos, la reciben del Padre, y se vuelven de nuevo hacia Él.
Puesto que la perfección de la Totalidad está en el Padre, es necesario para la Totalidad subir hacia Él. Entonces, el que posee el conocimiento adquiere lo que le es propio y lo atrae hacia sí. Porque el que es ignorante está menesteroso y falto de muchas cosas, puesto que le falta lo que lo perfeccionará. Dado que la perfección de la Totalidad está en el Padre, es necesario que la Totalidad ascienda hacia Él y que cada uno adquiera lo que le es propio. Los ha inscrito de antemano, habiéndolos preparado para darla a los que han salido de Él. Aquellos cuyo nombre conoció de antemano han sido llamados finalmente, de modo que el que posee el conocimiento es aquel cuyo nombre ha sido pronunciado por el Padre, pues aquel cuyo nombre no ha sido dicho es ignorante. Efectivamente, ¿cómo podrá oír aquel cuyo nombre no ha sido convocado? Porque el que es ignorante hasta el fin es una obra del olvido y será disuelto con él, de lo contrario ¿cuál es el motivo de que estos desgraciados carezcan de nombre y de que no exista para ellos una llamada?
De esta manera el que posee el conocimiento es de lo alto. Si es llamado, escucha, responde y se vuelve hacia quien lo llama para ascender hacia Él. Y sabe cómo se llama. Poseyendo el conocimiento hace la voluntad de quien lo ha llamado, quiere complacerle y recibe el reposo. Su nombre propio aparece. El que llegue a poseer el conocimiento de este modo sabe de dónde viene y a dónde va. Sabe como una persona que habiendo estado embriagada ha salido de su embriaguez, ha vuelto a sí misma y ha corregido lo que le es propio. Él ha desviado a muchos del Error. Les ha precedido hasta sus lugares, de los que se habían alejado cuando aceptaron el error, a causa de la profundidad del que abarca a todos los intervalos, mientras que ninguno existe que lo abarque a Él. Era una gran maravilla que estuvieran en el Padre sin conocerlo y que fuesen capaces de autogenerarse, puesto que no podían comprender ni conocer a Aquel en el que estaban. Porque de este modo su voluntad no había emergido de Él. En efecto, la reveló en consideración a un conocimiento que persuada a todas sus emanaciones. Éste es el conocimiento del libro viviente que reveló a los eones, por fin, como sus letras, revelando cómo no son vocales ni consonantes, para que el que las lea piense en algo vano, sino que son letras de la Verdad que sólo pronuncian los que las conocen. Cada letra es un pensamiento completo, porque son letras escritas por la Unidad, habiéndolas escrito el Padre, para que los eones por medio de sus letras conozcan al Padre.
Su sabiduría contempla a la Palabra, su enseñanza la pronuncia y su conocimiento la ha revelado. Su clemencia es una corona sobre ella. Su alegría está en armonía con ella; su gloria la ha exaltado; su imagen la ha manifestado; su reposo la ha recibido en sí mismo; su amor hizo un cuerpo sobre ella; su fe la ha rodeado. De esta manera la Palabra del Padre surge en la Totalidad, como el fruto de su corazón y como impronta de su voluntad. Pero sostiene a la Totalidad eligiéndola y recibe también el aspecto de la Totalidad. Jesús el de infinita dulzura la purifica, le da vuelta hacia el Padre y la Madre. El Padre descubre su seno. Pero su seno es el Espíritu Santo. Descubre su secreto, su secreto es su Hijo, para que por la misericordia del Padre los eones dejen de inquietarse buscando al Padre y descansen en él sabiendo que es el reposo. Después de haber colmado la deficiencia, ha abolido la forma. Su forma es el mundo en el que fue esclavo.
Porque la región en donde hay envidia y discordia es deficiente, pero la región en la que hay unidad es perfecta. Puesto que la deficiencia se produjo porque se ignoró al Padre, entonces cuando se conoce al Padre la deficiencia dejará de existir. Como sucede con la ignorancia de una persona, que una vez que conoce se desvanece su ignorancia, como se desvanece la oscuridad cuando aparece la luz, del mismo modo también se desvanece la deficiencia ante la perfección. Así desde ese momento no se manifiesta más la forma, sino que se disolverá en la fusión de la Unidad, porque ahora sus obras yacen dispersas, a la vez que la Unidad dará perfección a los intervalos. En la Unidad cada uno se realizará; en el conocimiento se purificará de la multiplicidad en la Unidad, consumiendo la materia en sí mismo, como una llama, y la oscuridad por la luz y la muerte por la vida. Si estas cosas verdaderamente han sobrevenido a cada uno de nosotros, debemos vigilar sobre todo para que la morada sea santa y esté en silencio para la Unidad.
Es lo mismo que en el caso de ciertas personas que han dejado los lugares que tenían vasos en sus puestos que no eran buenos. Si los hubieran roto, tampoco habría sufrido daño el dueño de casa. Sin embargo queda satisfecho, pues en lugar de los vasos deteriorados, los hay llenos, que son de manufactura perfecta. Porque así es el juicio que ha venido de lo alto. Ha juzgado a cada uno, como una espada desenvainada, de doble filo, que corta por ambos lados. Cuando la Palabra apareció, la que está en el corazón de quienes la pronuncian, ella no es sólo un sonido, sino que tomó un cuerpo, una gran turbación sobrevino entre los vasos, porque algunos habían sido vaciados y otros estaban llenos; es decir, algunos habían sido provistos, pero otros derramados, unos purificados, pero otros quebrados.
Todas las regiones se agitaron y conmovieron, porque carecían de orden y estabilidad. El Error se desconcertó, ignorando qué hacer; se afligió, lamentándose, y quedó vacilante, porque no sabía nada, después que se le aproximó el conocimiento que es su destrucción y el de todas sus emanaciones, el Error es vano, al no tener nada adentro. La Verdad apareció, todas sus emanaciones la conocieron. Saludaron al Padre verdaderamente con una potencia perfecta que las une con el Padre. Porque cada una ama a la Verdad, puesto que la Verdad es la boca del Padre y su lengua es el Espíritu Santo. El que se une a la verdad se une a la boca del Padre por su lengua, cuando llegue a recibir el Espíritu Santo, puesto que tal es la manifestación del Padre y su revelación a sus eones. Ha revelado lo que de Él estaba oculto y lo ha explicado. Pues ¿quién existe, sino el Padre solamente?
Seres ocultos y descubiertos
Todos los intervalos son sus emanaciones. Han sabido que proceden de Él como hijos provenientes de un hombre perfecto. Sabían que todavía no habían recibido forma y que todavía no habían recibido un nombre, cada uno de los cuales engendra el Padre. En ese momento reciben una forma por su conocimiento, pues aunque estén en Él, no le conocen. Pero el Padre es perfecto, conociendo todo intervalo que está en Él. Si quiere, manifiesta a quien quiere, dándole una forma y dándole un nombre y lo llama y motiva que ellos vengan a la existencia los que antes de venir a la existencia, ignoran a quien los ha formado. No digo, por lo tanto, que no son nada los que todavía no existen, sino que están en Él que querrá que vengan a la existencia cuando quiera, como el tiempo conveniente por venir. Antes de que todas las cosas se manifiesten, sabe lo que producirá. Pero el fruto que todavía no se ha manifestado, nada sabe, ni nada hace. De este modo también cada intervalo que es en el Padre proviene del que es, que lo ha establecido desde lo que no es. Pues el que carece de raíz, tampoco tiene fruto, pero por más que piense interiormente «He comenzado a existir», sin embargo, será destruido por sí mismo. Por este motivo el que no ha existido en absoluto nunca existirá. Entonces ¿qué quiso para pensar de sí mismo? Esto: «He existido como las sombras y los fantasmas de la noche». Cuando la luz ilumina el terror que esa persona ha experimentado, comprende que no es nada.
De este modo eran ignorantes del Padre, al que no veían. Puesto que existía terror, turbación, inestabilidad, vacilación y discordia, eran muchas las ilusiones y las vacuas ficciones que los ocupaban, como si estuvieran sumergidos en el sueño y convivieran con sueños inquietantes. Bien huían a algún lugar, bien se daban vuelta extenuados, después de perseguir a otros, bien daban golpes, bien los recibían, bien caían desde grandes alturas, o bien volaban por el aire, aunque sin poseer alas. A veces les sucede como si alguien fuese a matarlos, aunque nadie los persiga, o bien como si ellos mismos mataran a sus vecinos, porque se encontraron manchados con su sangre. Una vez que los que pasan por estas cosas se despiertan, nada ven, aunque estaban en medio de todas estas confusiones, puesto que ellas no existen. Semejante es el modo de los que han rechazado la ignorancia lejos de sí, igual que no tienen en ninguna consideración el sueño, así tampoco consideran sus acciones como algo sólido, sino que las abandonan como un sueño tenido en la noche. El conocimiento del Padre lo aprecian como el amanecer. De esta manera ha actuado cada uno de ellos, como cuando estaban dormidos mientras que eran ignorantes. Y éste es el modo como ha llegado el conocimiento, como si se despertara. ¡Feliz será el que llegue a darse vuelta y a despertarse! Y bienaventurado es el que ha abierto los ojos del ciego. Y el Espíritu ha corrido tras él, dándose prisa para despertarle. Habiendo tendido la mano al que yacía sobre la tierra, lo afirmó sobre sus pies, pues todavía no se había levantado.
Les dio los medios de conocerlo, el conocimiento del Padre y la manifestación de su Hijo. Porque cuando lo han visto y lo han oído, les hizo gustarlo y sentirlo y tocar al Hijo bienamado. Cuando apareció, instruyéndoles sobre el Padre, el Incomprensible, cuando les hubo insuflado lo que está en el Pensamiento, cumpliendo su voluntad, cuando muchos hubieron recibido la luz, se dieron vuelta hacia él. Porque los materiales eran extraños y no vieron su semejanza, tampoco lo habían conocido. Pues él vino en una forma carnal, sin encontrar ningún obstáculo a su desplazamiento, puesto que la incorruptibilidad es irresistible. De nuevo, dijo cosas nuevas, hablando sobre lo que está en el corazón del Padre, habiendo proferido la Palabra sin defecto. Una vez que la luz habló por su boca y su voz engendró la Vida, les dio pensamiento e intelecto, la misericordia y la salvación y el espíritu poderoso proveniente de la infinitud y de la dulzura del Padre. Habiendo detenido los castigos y las torturas, puesto que desviaban de su rostro a muchos que estaban en el error y los lazos necesitados de misericordia, ha destruido a ambos con poder y los confundió con el conocimiento.
Ha llegado a ser un camino para los que iban descarriados y conocimiento para los ignorantes, descubrimiento para los que buscaban y confirmación para los vacilantes e incontaminación para los manchados. Es el pastor que ha dejado las noventa y nueve ovejas que no estaban perdidas y ha ido a buscar a la que estaba extraviada. Se regocijó cuando la encontró, porque noventa y nueve es un número que está en la mano izquierda, que lo contiene. Pero cuando se encuentra el uno, el número entero pasa a la mano derecha. Del mismo modo sucede al que le falta el uno, es decir, la mano derecha completa, que atrae a lo que era deficiente y lo toma del lado de la mano izquierda y lo lleva a la derecha, y de este modo también el número llega a ser una centena. Se trata del signo del que está en su sonido, o sea, del Padre. Incluso en sábado ha trabajado por la oveja que encontró caída en el pozo. Ha reanimado a la oveja subiéndola desde el pozo para que sepáis íntimamente, vosotros, los hijos del conocimiento interior, cuál es el sábado, en el que no es conveniente que la salvación descanse, para que podáis hablar del día de lo alto, que carece de noche, y de la luz que no se oculta, porque es perfecta. Decid, pues, desde el corazón que sois el día perfecto y que en vosotros mora la luz que no desfallece. Hablad de la verdad con los que la buscan y del conocimiento a los que han pecado en su error.
Afirmad el pie de los que vacilan y tended vuestra mano a los débiles. Alimentad a quienes tienen hambre y consolad a los que sufren. Levantad a los que quieren levantarse y despertad a los que duermen, porque sois el entendimiento que atrae. Si actuáis así como fuertes, seréis también más fuertes. Prestaos atención a vosotros mismos y no os preocupéis de las otras cosas que habéis apartado de vosotros. No volváis a lo que habéis vomitado para comerlo. No seáis polillas. No seáis gusanos, porque ya lo habéis rechazado. No seáis un lugar para el diablo, porque ya lo habéis destruido. No consolidéis vuestros obstáculos, los que sois vacilantes, aunque seáis como un apoyo para ellos. Pues al licencioso se lo debe tratar incluso como más nocivo que al justo. Efectivamente el primero actúa como una persona sin ley, pero el último actúa como una persona justa entre los demás. Así pues, vosotros haced la voluntad del Padre, puesto que le pertenecéis.
Porque el Padre es dulce y lo que hay en su voluntad es bueno. Ha tomado conocimiento de lo que es vuestro para que podáis reposar en Él. Porque por los frutos se toma el conocimiento de las cosas que son suyas, ya que los hijos del Padre son su fragancia, pues existen desde la gracia de su rostro. Por esta razón el Padre ama su fragancia y la manifiesta en toda región, y si la mezcla con la materia, da su fragancia a la luz y en su Silencio la hace superar toda forma y todo sonido, pues no son los oídos los que perciben la fragancia, sino que es el hálito que tiene el sentido del olfato y atrae la fragancia hacia sí y se sumerge en la fragancia del Padre, de manera que así lo protege y lo lleva al lugar de donde vino, de la fragancia primera que se ha enfriado como algo en una obra psíquica, semejante al agua fría que se congela sobre la tierra que no es firme y que los que la ven piensan que es tierra, pero después de nuevo se disuelve. Las fragancias, pues, que se han enfriado provienen de la división. Por este motivo vino la fe, disolvió la división y aportó el Pleroma cálido de amor para que el frío no vuelva de nuevo, sino que exista la unidad del pensamiento perfecto.
Ésta es la Palabra del evangelio del descubrimiento del Pleroma, para los que esperan la salvación que viene de lo alto. Mientras que su esperanza, por la que esperan, está en expectativa, ellos cuya imagen es luz, sin ninguna sombra, entonces, en ese momento, el Pleroma sobreviene. La deficiencia material no proviene de la infinitud del Padre, el que viene a dar tiempo para la deficiencia, aunque nadie podría sostener que lo incorruptible pudiera venir de esta manera. Pero la Profundidad del Padre se multiplicó y el pensamiento del Error no existía con él. Es algo que declina, es algo que fácilmente se pone derecho de nuevo con el descubrimiento de Aquel que ha venido hacia él al que recuperará. Porque este retorno es llamado arrepentimiento. Por este motivo la incorruptibilidad ha soplado y ha ido detrás del que ha pecado para que pueda descansar. Porque la clemencia es lo que queda para la luz en la deficiencia, la Palabra del Pleroma. En efecto, el médico va ligero hacia el lugar en donde hay un enfermo, porque ahí está la voluntad que hay en él. El que es deficiente, entonces, no se oculta, porque uno posee lo que al otro le falta. De esta manera el Pleroma que no es deficiente, pero que colma la deficiencia, es lo que Él suministró desde sí mismo para completar lo que le falta, para que así reciba la gracia. Cuando era deficiente, no tenía la gracia. Por esto había deficiencia en el lugar en donde no había gracia. Una vez que aquélla, que estaba disminuida, se recibió, reveló lo que le faltaba, siendo ahora Pleroma, es decir, el descubrimiento de la Luz de la Verdad que apareció sobre él porque ésta es inmutable.
Por esto se habló de Cristo en su medio para los que estaban angustiados pudieran retornar y él pudiera ungirlos con el ungüento. Éste es la misericordia del Padre que tendrá misericordia de ellos. Pero aquellos a los que ha ungido son los perfectos. Porque los vasos llenos son los que habitualmente se untan. Pero cuando la untura de un vaso se disuelve, está vacío y el motivo de su deficiencia es la causa por la que su untura desaparece. Porque en ese momento lo atrae un soplo, algo por el poder de lo que está con él. Pero de aquel que carece de deficiencia ningún sello es levantado, ni nada se derrama, sino que aquello de lo que está falto el Padre perfecto una vez más lo llena. Él es bueno. Conoce a sus simientes, porque es el que las ha sembrado en su paraíso. Pero su paraíso es su lugar de reposo. Éste es la perfección en el pensamiento del Padre, y éstas son las palabras de su reflexión. Cada una de sus palabras es la obra de su voluntad única en la revelación de su Palabra. Mientras estaban todavía en la profundidad de su pensamiento, la Palabra que fue la primera en adelantarse las reveló junto con el Intelecto que profiere la Palabra única en la gracia silenciosa. Ha sido llamado Pensamiento, porque estaba en Él antes de revelarse. Le correspondió, pues, adelantarse la primera cuando la voluntad de Aquel que quiso lo determinó.
Pero la voluntad es que el Padre esté en reposo y complacido. Nada sucede sin la voluntad del Padre, pero su voluntad es inescrutable. Su huella es la Voluntad y nadie puede conocerla ni es posible a nadie escudriñarla para comprenderla. Pero cuando quiere, lo que quiere ahí está, aun cuando el espectáculo no les agrade del modo que sea ante Dios, cuando el Padre quiere. Porque conoce el comienzo de todos y su final. Al final, efectivamente, los interpelará directamente. Pero el fin consiste en conocer al que está oculto, y Éste es el Padre, del que ha salido el principio y hacia el que retornarán los que han salido de Él. Ellos, por otra parte, han aparecido para la gloria y la alegría de su nombre.
El olvido del Error no se manifestó. No es un [...] desde el Padre. El olvido no tuvo lugar desde el Padre, aunque tuvo origen por su causa. Pero lo que nace en él es el conocimiento que se manifestó para que el olvido se disipara y el Padre fuese conocido. Ya que el olvido existió a causa de que el Padre no fue conocido, cuando el Padre sea conocido, el olvido a partir de ese momento dejará de existir.
Éste es el evangelio del que se busca, que se reveló a los que son perfectos por las misericordias del Padre, el misterio oculto, Jesús, el Cristo, por cuyo medio iluminó a los que estaban en la oscuridad a causa del olvido. Los ha iluminado y les ha mostrado un camino. El camino, sin embargo, es la verdad que les ha enseñado. Por este motivo el Error se ha irritado contra él, lo ha perseguido, lo ha maltratado y lo redujo a nada. Lo clavó en un madero y fue un fruto del conocimiento del Padre. Pero no fue motivo de destrucción porque fuese asimilado, sino que a los que lo asimilan dio motivos para que sean felices por el descubrimiento, pero Él los descubrió en sí mismo y ellos lo descubrieron en ellos, al Incomprensible, al Impensable, al Padre, el Perfecto, que produjo la Totalidad, en el que está la Totalidad y del que la Totalidad necesita. Aunque ha conservado su perfección en sí, la que no ha dado a la Totalidad, el Padre no era celoso. Pues ¿qué celo podría existir entre Él y sus miembros? Porque si el Eón hubiera recibido así su perfección, no podrían llegar [...] al Padre, el que conserva en sí su perfección, dándosela como una conversión hacia Él y un conocimiento perfectamente único. Él es el que ha producido la Totalidad, en el que está la Totalidad y del que la Totalidad necesita. Como en el ejemplo de alguien al que otros ignoran, que desea que lo conozcan y lo amen, del mismo modo ¿por qué motivo la Totalidad estaría necesitada a no ser que fuese por el conocimiento del Padre? Él fue un guía, silenciosamente y en reposo.
Apareció en las escuelas, profirió la Palabra como un maestro. Se le aproximaron los sabios, según propia estimación, para probarle. Pero los confundió, porque eran vanos. Ellos lo odiaron, puesto que no eran sabios verdaderamente. Después de todos éstos se aproximaron a él también los niños, a quienes pertenece el conocimiento del Padre. Fortalecidos, aprendieron los aspectos del rostro del Padre. Conocieron y fueron conocidos; fueron glorificados y han glorificado.
Se manifestó en su corazón el libro que vive del Viviente, el que está escrito en el Pensamiento y el Intelecto del Padre y que antes del establecimiento de la Totalidad estaba en su Incomprensibilidad, el que nadie podía tomar, puesto que está reservado para el que lo tomara para ser inmolado. Ninguno hubiera podido manifestarse de cuantos creyeron en la salvación si no hubiera aparecido ese libro. Por ese motivo el compasivo, el fiel, Jesús, aceptó con paciencia los sufrimientos hasta que tomó este libro, puesto que sabe que su muerte es vida para muchos. Del mismo modo que en un testamento se ocultan antes de abrirse los bienes del dueño de la casa fallecido, así sucede con la Totalidad, que permanece oculta en tanto que el Padre de la Totalidad era invisible, siendo un ser engendrado por sí mismo, del que provienen todos los intervalos. Por este motivo apareció Jesús, revistió aquel libro, fue clavado en un madero, y publicó el edicto del Padre sobre la cruz. ¡Oh sublime enseñanza! Se humilló hasta la muerte, aunque la vida eterna reviste. Después de despojarse de estos harapos perecederos, se revistió de la incorruptibilidad que nadie puede sustraerle. Habiendo penetrado en las regiones vacías de los terrores, atravesó por los que estaban desnudos a causa del olvido, siendo conocimiento y perfección, proclamando lo que hay en el corazón [...] enseñar a sus discípulos. Pero los discípulos son el Viviente, los que están inscritos en el libro del Viviente. Reciben la enseñanza sobre sí mismos, la reciben del Padre, y se vuelven de nuevo hacia Él.
Puesto que la perfección de la Totalidad está en el Padre, es necesario para la Totalidad subir hacia Él. Entonces, el que posee el conocimiento adquiere lo que le es propio y lo atrae hacia sí. Porque el que es ignorante está menesteroso y falto de muchas cosas, puesto que le falta lo que lo perfeccionará. Dado que la perfección de la Totalidad está en el Padre, es necesario que la Totalidad ascienda hacia Él y que cada uno adquiera lo que le es propio. Los ha inscrito de antemano, habiéndolos preparado para darla a los que han salido de Él. Aquellos cuyo nombre conoció de antemano han sido llamados finalmente, de modo que el que posee el conocimiento es aquel cuyo nombre ha sido pronunciado por el Padre, pues aquel cuyo nombre no ha sido dicho es ignorante. Efectivamente, ¿cómo podrá oír aquel cuyo nombre no ha sido convocado? Porque el que es ignorante hasta el fin es una obra del olvido y será disuelto con él, de lo contrario ¿cuál es el motivo de que estos desgraciados carezcan de nombre y de que no exista para ellos una llamada?
De esta manera el que posee el conocimiento es de lo alto. Si es llamado, escucha, responde y se vuelve hacia quien lo llama para ascender hacia Él. Y sabe cómo se llama. Poseyendo el conocimiento hace la voluntad de quien lo ha llamado, quiere complacerle y recibe el reposo. Su nombre propio aparece. El que llegue a poseer el conocimiento de este modo sabe de dónde viene y a dónde va. Sabe como una persona que habiendo estado embriagada ha salido de su embriaguez, ha vuelto a sí misma y ha corregido lo que le es propio. Él ha desviado a muchos del Error. Les ha precedido hasta sus lugares, de los que se habían alejado cuando aceptaron el error, a causa de la profundidad del que abarca a todos los intervalos, mientras que ninguno existe que lo abarque a Él. Era una gran maravilla que estuvieran en el Padre sin conocerlo y que fuesen capaces de autogenerarse, puesto que no podían comprender ni conocer a Aquel en el que estaban. Porque de este modo su voluntad no había emergido de Él. En efecto, la reveló en consideración a un conocimiento que persuada a todas sus emanaciones. Éste es el conocimiento del libro viviente que reveló a los eones, por fin, como sus letras, revelando cómo no son vocales ni consonantes, para que el que las lea piense en algo vano, sino que son letras de la Verdad que sólo pronuncian los que las conocen. Cada letra es un pensamiento completo, porque son letras escritas por la Unidad, habiéndolas escrito el Padre, para que los eones por medio de sus letras conozcan al Padre.
Su sabiduría contempla a la Palabra, su enseñanza la pronuncia y su conocimiento la ha revelado. Su clemencia es una corona sobre ella. Su alegría está en armonía con ella; su gloria la ha exaltado; su imagen la ha manifestado; su reposo la ha recibido en sí mismo; su amor hizo un cuerpo sobre ella; su fe la ha rodeado. De esta manera la Palabra del Padre surge en la Totalidad, como el fruto de su corazón y como impronta de su voluntad. Pero sostiene a la Totalidad eligiéndola y recibe también el aspecto de la Totalidad. Jesús el de infinita dulzura la purifica, le da vuelta hacia el Padre y la Madre. El Padre descubre su seno. Pero su seno es el Espíritu Santo. Descubre su secreto, su secreto es su Hijo, para que por la misericordia del Padre los eones dejen de inquietarse buscando al Padre y descansen en él sabiendo que es el reposo. Después de haber colmado la deficiencia, ha abolido la forma. Su forma es el mundo en el que fue esclavo.
Porque la región en donde hay envidia y discordia es deficiente, pero la región en la que hay unidad es perfecta. Puesto que la deficiencia se produjo porque se ignoró al Padre, entonces cuando se conoce al Padre la deficiencia dejará de existir. Como sucede con la ignorancia de una persona, que una vez que conoce se desvanece su ignorancia, como se desvanece la oscuridad cuando aparece la luz, del mismo modo también se desvanece la deficiencia ante la perfección. Así desde ese momento no se manifiesta más la forma, sino que se disolverá en la fusión de la Unidad, porque ahora sus obras yacen dispersas, a la vez que la Unidad dará perfección a los intervalos. En la Unidad cada uno se realizará; en el conocimiento se purificará de la multiplicidad en la Unidad, consumiendo la materia en sí mismo, como una llama, y la oscuridad por la luz y la muerte por la vida. Si estas cosas verdaderamente han sobrevenido a cada uno de nosotros, debemos vigilar sobre todo para que la morada sea santa y esté en silencio para la Unidad.
Es lo mismo que en el caso de ciertas personas que han dejado los lugares que tenían vasos en sus puestos que no eran buenos. Si los hubieran roto, tampoco habría sufrido daño el dueño de casa. Sin embargo queda satisfecho, pues en lugar de los vasos deteriorados, los hay llenos, que son de manufactura perfecta. Porque así es el juicio que ha venido de lo alto. Ha juzgado a cada uno, como una espada desenvainada, de doble filo, que corta por ambos lados. Cuando la Palabra apareció, la que está en el corazón de quienes la pronuncian, ella no es sólo un sonido, sino que tomó un cuerpo, una gran turbación sobrevino entre los vasos, porque algunos habían sido vaciados y otros estaban llenos; es decir, algunos habían sido provistos, pero otros derramados, unos purificados, pero otros quebrados.
Todas las regiones se agitaron y conmovieron, porque carecían de orden y estabilidad. El Error se desconcertó, ignorando qué hacer; se afligió, lamentándose, y quedó vacilante, porque no sabía nada, después que se le aproximó el conocimiento que es su destrucción y el de todas sus emanaciones, el Error es vano, al no tener nada adentro. La Verdad apareció, todas sus emanaciones la conocieron. Saludaron al Padre verdaderamente con una potencia perfecta que las une con el Padre. Porque cada una ama a la Verdad, puesto que la Verdad es la boca del Padre y su lengua es el Espíritu Santo. El que se une a la verdad se une a la boca del Padre por su lengua, cuando llegue a recibir el Espíritu Santo, puesto que tal es la manifestación del Padre y su revelación a sus eones. Ha revelado lo que de Él estaba oculto y lo ha explicado. Pues ¿quién existe, sino el Padre solamente?
Seres ocultos y descubiertos
Todos los intervalos son sus emanaciones. Han sabido que proceden de Él como hijos provenientes de un hombre perfecto. Sabían que todavía no habían recibido forma y que todavía no habían recibido un nombre, cada uno de los cuales engendra el Padre. En ese momento reciben una forma por su conocimiento, pues aunque estén en Él, no le conocen. Pero el Padre es perfecto, conociendo todo intervalo que está en Él. Si quiere, manifiesta a quien quiere, dándole una forma y dándole un nombre y lo llama y motiva que ellos vengan a la existencia los que antes de venir a la existencia, ignoran a quien los ha formado. No digo, por lo tanto, que no son nada los que todavía no existen, sino que están en Él que querrá que vengan a la existencia cuando quiera, como el tiempo conveniente por venir. Antes de que todas las cosas se manifiesten, sabe lo que producirá. Pero el fruto que todavía no se ha manifestado, nada sabe, ni nada hace. De este modo también cada intervalo que es en el Padre proviene del que es, que lo ha establecido desde lo que no es. Pues el que carece de raíz, tampoco tiene fruto, pero por más que piense interiormente «He comenzado a existir», sin embargo, será destruido por sí mismo. Por este motivo el que no ha existido en absoluto nunca existirá. Entonces ¿qué quiso para pensar de sí mismo? Esto: «He existido como las sombras y los fantasmas de la noche». Cuando la luz ilumina el terror que esa persona ha experimentado, comprende que no es nada.
De este modo eran ignorantes del Padre, al que no veían. Puesto que existía terror, turbación, inestabilidad, vacilación y discordia, eran muchas las ilusiones y las vacuas ficciones que los ocupaban, como si estuvieran sumergidos en el sueño y convivieran con sueños inquietantes. Bien huían a algún lugar, bien se daban vuelta extenuados, después de perseguir a otros, bien daban golpes, bien los recibían, bien caían desde grandes alturas, o bien volaban por el aire, aunque sin poseer alas. A veces les sucede como si alguien fuese a matarlos, aunque nadie los persiga, o bien como si ellos mismos mataran a sus vecinos, porque se encontraron manchados con su sangre. Una vez que los que pasan por estas cosas se despiertan, nada ven, aunque estaban en medio de todas estas confusiones, puesto que ellas no existen. Semejante es el modo de los que han rechazado la ignorancia lejos de sí, igual que no tienen en ninguna consideración el sueño, así tampoco consideran sus acciones como algo sólido, sino que las abandonan como un sueño tenido en la noche. El conocimiento del Padre lo aprecian como el amanecer. De esta manera ha actuado cada uno de ellos, como cuando estaban dormidos mientras que eran ignorantes. Y éste es el modo como ha llegado el conocimiento, como si se despertara. ¡Feliz será el que llegue a darse vuelta y a despertarse! Y bienaventurado es el que ha abierto los ojos del ciego. Y el Espíritu ha corrido tras él, dándose prisa para despertarle. Habiendo tendido la mano al que yacía sobre la tierra, lo afirmó sobre sus pies, pues todavía no se había levantado.
Les dio los medios de conocerlo, el conocimiento del Padre y la manifestación de su Hijo. Porque cuando lo han visto y lo han oído, les hizo gustarlo y sentirlo y tocar al Hijo bienamado. Cuando apareció, instruyéndoles sobre el Padre, el Incomprensible, cuando les hubo insuflado lo que está en el Pensamiento, cumpliendo su voluntad, cuando muchos hubieron recibido la luz, se dieron vuelta hacia él. Porque los materiales eran extraños y no vieron su semejanza, tampoco lo habían conocido. Pues él vino en una forma carnal, sin encontrar ningún obstáculo a su desplazamiento, puesto que la incorruptibilidad es irresistible. De nuevo, dijo cosas nuevas, hablando sobre lo que está en el corazón del Padre, habiendo proferido la Palabra sin defecto. Una vez que la luz habló por su boca y su voz engendró la Vida, les dio pensamiento e intelecto, la misericordia y la salvación y el espíritu poderoso proveniente de la infinitud y de la dulzura del Padre. Habiendo detenido los castigos y las torturas, puesto que desviaban de su rostro a muchos que estaban en el error y los lazos necesitados de misericordia, ha destruido a ambos con poder y los confundió con el conocimiento.
Ha llegado a ser un camino para los que iban descarriados y conocimiento para los ignorantes, descubrimiento para los que buscaban y confirmación para los vacilantes e incontaminación para los manchados. Es el pastor que ha dejado las noventa y nueve ovejas que no estaban perdidas y ha ido a buscar a la que estaba extraviada. Se regocijó cuando la encontró, porque noventa y nueve es un número que está en la mano izquierda, que lo contiene. Pero cuando se encuentra el uno, el número entero pasa a la mano derecha. Del mismo modo sucede al que le falta el uno, es decir, la mano derecha completa, que atrae a lo que era deficiente y lo toma del lado de la mano izquierda y lo lleva a la derecha, y de este modo también el número llega a ser una centena. Se trata del signo del que está en su sonido, o sea, del Padre. Incluso en sábado ha trabajado por la oveja que encontró caída en el pozo. Ha reanimado a la oveja subiéndola desde el pozo para que sepáis íntimamente, vosotros, los hijos del conocimiento interior, cuál es el sábado, en el que no es conveniente que la salvación descanse, para que podáis hablar del día de lo alto, que carece de noche, y de la luz que no se oculta, porque es perfecta. Decid, pues, desde el corazón que sois el día perfecto y que en vosotros mora la luz que no desfallece. Hablad de la verdad con los que la buscan y del conocimiento a los que han pecado en su error.
Afirmad el pie de los que vacilan y tended vuestra mano a los débiles. Alimentad a quienes tienen hambre y consolad a los que sufren. Levantad a los que quieren levantarse y despertad a los que duermen, porque sois el entendimiento que atrae. Si actuáis así como fuertes, seréis también más fuertes. Prestaos atención a vosotros mismos y no os preocupéis de las otras cosas que habéis apartado de vosotros. No volváis a lo que habéis vomitado para comerlo. No seáis polillas. No seáis gusanos, porque ya lo habéis rechazado. No seáis un lugar para el diablo, porque ya lo habéis destruido. No consolidéis vuestros obstáculos, los que sois vacilantes, aunque seáis como un apoyo para ellos. Pues al licencioso se lo debe tratar incluso como más nocivo que al justo. Efectivamente el primero actúa como una persona sin ley, pero el último actúa como una persona justa entre los demás. Así pues, vosotros haced la voluntad del Padre, puesto que le pertenecéis.
Porque el Padre es dulce y lo que hay en su voluntad es bueno. Ha tomado conocimiento de lo que es vuestro para que podáis reposar en Él. Porque por los frutos se toma el conocimiento de las cosas que son suyas, ya que los hijos del Padre son su fragancia, pues existen desde la gracia de su rostro. Por esta razón el Padre ama su fragancia y la manifiesta en toda región, y si la mezcla con la materia, da su fragancia a la luz y en su Silencio la hace superar toda forma y todo sonido, pues no son los oídos los que perciben la fragancia, sino que es el hálito que tiene el sentido del olfato y atrae la fragancia hacia sí y se sumerge en la fragancia del Padre, de manera que así lo protege y lo lleva al lugar de donde vino, de la fragancia primera que se ha enfriado como algo en una obra psíquica, semejante al agua fría que se congela sobre la tierra que no es firme y que los que la ven piensan que es tierra, pero después de nuevo se disuelve. Las fragancias, pues, que se han enfriado provienen de la división. Por este motivo vino la fe, disolvió la división y aportó el Pleroma cálido de amor para que el frío no vuelva de nuevo, sino que exista la unidad del pensamiento perfecto.
Ésta es la Palabra del evangelio del descubrimiento del Pleroma, para los que esperan la salvación que viene de lo alto. Mientras que su esperanza, por la que esperan, está en expectativa, ellos cuya imagen es luz, sin ninguna sombra, entonces, en ese momento, el Pleroma sobreviene. La deficiencia material no proviene de la infinitud del Padre, el que viene a dar tiempo para la deficiencia, aunque nadie podría sostener que lo incorruptible pudiera venir de esta manera. Pero la Profundidad del Padre se multiplicó y el pensamiento del Error no existía con él. Es algo que declina, es algo que fácilmente se pone derecho de nuevo con el descubrimiento de Aquel que ha venido hacia él al que recuperará. Porque este retorno es llamado arrepentimiento. Por este motivo la incorruptibilidad ha soplado y ha ido detrás del que ha pecado para que pueda descansar. Porque la clemencia es lo que queda para la luz en la deficiencia, la Palabra del Pleroma. En efecto, el médico va ligero hacia el lugar en donde hay un enfermo, porque ahí está la voluntad que hay en él. El que es deficiente, entonces, no se oculta, porque uno posee lo que al otro le falta. De esta manera el Pleroma que no es deficiente, pero que colma la deficiencia, es lo que Él suministró desde sí mismo para completar lo que le falta, para que así reciba la gracia. Cuando era deficiente, no tenía la gracia. Por esto había deficiencia en el lugar en donde no había gracia. Una vez que aquélla, que estaba disminuida, se recibió, reveló lo que le faltaba, siendo ahora Pleroma, es decir, el descubrimiento de la Luz de la Verdad que apareció sobre él porque ésta es inmutable.
Por esto se habló de Cristo en su medio para los que estaban angustiados pudieran retornar y él pudiera ungirlos con el ungüento. Éste es la misericordia del Padre que tendrá misericordia de ellos. Pero aquellos a los que ha ungido son los perfectos. Porque los vasos llenos son los que habitualmente se untan. Pero cuando la untura de un vaso se disuelve, está vacío y el motivo de su deficiencia es la causa por la que su untura desaparece. Porque en ese momento lo atrae un soplo, algo por el poder de lo que está con él. Pero de aquel que carece de deficiencia ningún sello es levantado, ni nada se derrama, sino que aquello de lo que está falto el Padre perfecto una vez más lo llena. Él es bueno. Conoce a sus simientes, porque es el que las ha sembrado en su paraíso. Pero su paraíso es su lugar de reposo. Éste es la perfección en el pensamiento del Padre, y éstas son las palabras de su reflexión. Cada una de sus palabras es la obra de su voluntad única en la revelación de su Palabra. Mientras estaban todavía en la profundidad de su pensamiento, la Palabra que fue la primera en adelantarse las reveló junto con el Intelecto que profiere la Palabra única en la gracia silenciosa. Ha sido llamado Pensamiento, porque estaba en Él antes de revelarse. Le correspondió, pues, adelantarse la primera cuando la voluntad de Aquel que quiso lo determinó.
Pero la voluntad es que el Padre esté en reposo y complacido. Nada sucede sin la voluntad del Padre, pero su voluntad es inescrutable. Su huella es la Voluntad y nadie puede conocerla ni es posible a nadie escudriñarla para comprenderla. Pero cuando quiere, lo que quiere ahí está, aun cuando el espectáculo no les agrade del modo que sea ante Dios, cuando el Padre quiere. Porque conoce el comienzo de todos y su final. Al final, efectivamente, los interpelará directamente. Pero el fin consiste en conocer al que está oculto, y Éste es el Padre, del que ha salido el principio y hacia el que retornarán los que han salido de Él. Ellos, por otra parte, han aparecido para la gloria y la alegría de su nombre.
El nombre del Padre, empero, es el Hijo. Es Él el que en el Principio dio un nombre al que ha salido de sí, que era Él mismo y al que engendró como Hijo. Le ha dado su nombre, el que le perteneció; es aquel al que le pertenece todo lo que existe en torno al Padre. Suyo es el nombre; suyo es el Hijo. Es posible para éste verlo. Pero el nombre es invisible porque sólo él es el secreto del Invisible que viene a los oídos que están completamente llenos de él por él. Porque, realmente, el nombre del Padre no es dicho, sino que se revela por medio del Hijo. Entonces y siendo así ¡grande es el nombre! ¿Quién, entonces, podrá pronunciar un nombre para Él, el gran nombre, salvo Él solo al que pertenece el nombre y los hijos del nombre, en los que descansó el nombre del Padre, los que a su vez descansaban en su nombre? Puesto que el Padre es inengendrado, Él solo es el que lo engendró como nombre para sí mismo antes de producir los eones, para que el nombre del Padre estuviese sobre sus cabezas como Señor, el que es el nombre verdadero, firme en su autoridad por la potencia perfecta. Porque el nombre no pertenece a las palabras ni su nombre forma parte de las denominaciones sino que es invisible. Se dio un nombre para sí solo, puesto que Él solo se contempla y solo tiene capacidad para darse un nombre. Porque el que no existe carece de nombre. Pues ¿qué nombre se puede dar al que no existe? Pero El que es, es asimismo con su nombre, y el único que le conoce y el solo que sabe darle un nombre es el Padre. El Hijo es su nombre. Por lo tanto no lo ha ocultado, sino que ha existido y en cuanto es el Hijo, sólo Él dio un nombre. El nombre, por lo tanto, es del Padre, igual que el nombre del Padre es el Hijo. Puesto que ¿en dónde la misericordia encontraría este nombre, si no es junto al Padre? Pero seguro que alguno dirá a su vecino: «¿Quién dará un nombre al que existía antes que él, como si los niños no recibieran un nombre de los que los han engendrado?» Primero, entonces, nos conviene entender acerca de este tema: «¿qué es el nombre?». Éste es el nombre auténtico; por lo tanto no es el nombre que deriva del Padre, puesto que es el nombre propio. No ha recibido, por consiguiente, el nombre en préstamo como los demás, según el modo como cada uno es producido, sino que éste es el nombre propio. No hay ningún otro al que se lo haya dado. Pero él es innominable e indescriptible, hasta el momento en que éste, que es perfecto, sólo lo expresó. Y él es el que tiene el poder para proclamar su nombre y contemplarlo. Por consiguiente, cuando le ha parecido bien que su nombre amado sea su Hijo y le dio el nombre a él, este que salió de la profundidad, expresó sus realidades, sabiendo que el Padre es carente de mal. Por esto también lo ha enviado para que hablase del lugar y de su lugar de reposo desde el que ha venido y glorificase al Pleroma, la grandeza de su nombre y la dulzura del Padre.
Sobre el lugar de donde ha venido cada uno hablará y hacia la región en la que ha recibido su constitución retornará con prisa y abandonará esta región, la región donde se halló recibiendo gusto de aquel lugar, nutriéndose y creciendo. Y su lugar propio de reposo es su Pleroma. De este modo todas las emanaciones del Padre son plenitudes, y la raíz de todas estas emanaciones está en que a todas las hizo crecer en Él mismo. Él les ha asignado sus destinos. Cada una de ellas se ha manifestado, para que por su propio pensamiento [...]. Porque el lugar hacia el que extienden su pensamiento, ese lugar, su raíz, es la que las eleva en todas las alturas hacia el Padre. Toman posesión de su cabeza, que es reposo para ellas, y son sostenidas, uniéndosele, de manera que dicen que han participado de su rostro con sus besos. Pero no se manifiestan de esta manera, ya que no fueron elevadas por sí mismas; tampoco han sido privadas de la gloria del Padre ni lo concibieron como pequeño ni duro, ni irascible, sino como carente de mal, imperturbable, dulce, conociendo todos los intervalos antes de que existieran y sin haber tenido necesidad de instruirse. Ésta es la manera de ser de los que poseen algo de lo alto de la grandeza inconmensurable, en tanto que esperan al Uno solo y perfecto, que está allí para ellos. Y no descienden al Hades ni hay para ellos celos ni lamento ni muerte, sino que descansan en el que permanece en reposo, sin esforzarse ni dar vueltas en torno a la verdad. Por el contrario, ellos mismos son la verdad y el Padre está en ellos y ellos están en el Padre, siendo perfectos, siendo indivisibles en el verdaderamente bueno, de nada necesitan, sino que permanecen en reposo, refrescados por el Espíritu. Y tendrán en cuenta su raíz. Se interesarán por estas cosas en las que encontrarán su raíz y no sufrirán pérdida para su alma.
Tal es el lugar de los bienaventurados. En cuanto a lo demás, sepan en sus lugares que no me es conveniente, habiendo estado en el lugar de reposo, decir nada más. Pero es en él en el que estaré, y para consagrarme por entero al Padre de la Totalidad y a los verdaderos hermanos, aquellos sobre los que el amor del Padre se derrama y en cuyo medio nada de Él falta. Son ellos los que se manifiestan verdaderamente, puesto que existen en la vida verdadera y eterna, y hablan de la luz que es perfecta y colmada de la simiente del Padre, y que está en su corazón y en el Pleroma, mientras que su Espíritu se recogija en esto y glorifica a Aquel en el que ha existido porque es bueno. Y sus hijos son perfectos y dignos de su nombre, porque Él es el Padre y son hijos de este tipo los que Él ama.
Fuente: Textos Gnósticos - Biblioteca Nag Hammadi II, por Antonio Piñero. Editorial Trotta
Sobre el lugar de donde ha venido cada uno hablará y hacia la región en la que ha recibido su constitución retornará con prisa y abandonará esta región, la región donde se halló recibiendo gusto de aquel lugar, nutriéndose y creciendo. Y su lugar propio de reposo es su Pleroma. De este modo todas las emanaciones del Padre son plenitudes, y la raíz de todas estas emanaciones está en que a todas las hizo crecer en Él mismo. Él les ha asignado sus destinos. Cada una de ellas se ha manifestado, para que por su propio pensamiento [...]. Porque el lugar hacia el que extienden su pensamiento, ese lugar, su raíz, es la que las eleva en todas las alturas hacia el Padre. Toman posesión de su cabeza, que es reposo para ellas, y son sostenidas, uniéndosele, de manera que dicen que han participado de su rostro con sus besos. Pero no se manifiestan de esta manera, ya que no fueron elevadas por sí mismas; tampoco han sido privadas de la gloria del Padre ni lo concibieron como pequeño ni duro, ni irascible, sino como carente de mal, imperturbable, dulce, conociendo todos los intervalos antes de que existieran y sin haber tenido necesidad de instruirse. Ésta es la manera de ser de los que poseen algo de lo alto de la grandeza inconmensurable, en tanto que esperan al Uno solo y perfecto, que está allí para ellos. Y no descienden al Hades ni hay para ellos celos ni lamento ni muerte, sino que descansan en el que permanece en reposo, sin esforzarse ni dar vueltas en torno a la verdad. Por el contrario, ellos mismos son la verdad y el Padre está en ellos y ellos están en el Padre, siendo perfectos, siendo indivisibles en el verdaderamente bueno, de nada necesitan, sino que permanecen en reposo, refrescados por el Espíritu. Y tendrán en cuenta su raíz. Se interesarán por estas cosas en las que encontrarán su raíz y no sufrirán pérdida para su alma.
Tal es el lugar de los bienaventurados. En cuanto a lo demás, sepan en sus lugares que no me es conveniente, habiendo estado en el lugar de reposo, decir nada más. Pero es en él en el que estaré, y para consagrarme por entero al Padre de la Totalidad y a los verdaderos hermanos, aquellos sobre los que el amor del Padre se derrama y en cuyo medio nada de Él falta. Son ellos los que se manifiestan verdaderamente, puesto que existen en la vida verdadera y eterna, y hablan de la luz que es perfecta y colmada de la simiente del Padre, y que está en su corazón y en el Pleroma, mientras que su Espíritu se recogija en esto y glorifica a Aquel en el que ha existido porque es bueno. Y sus hijos son perfectos y dignos de su nombre, porque Él es el Padre y son hijos de este tipo los que Él ama.
Fuente: Textos Gnósticos - Biblioteca Nag Hammadi II, por Antonio Piñero. Editorial Trotta
lunes, 23 de junio de 2008
Maestros de la heterodoxia: Valentín y la formación del Universo Divino

Valentín fue uno de los más grandes Maestros de la Gnosis, era de origen egipcio, y había nacido en torno al año 100. En el Egipto del siglo II domina la filosofía Neopitagórica de Eudoro de Alejandría, el Platonismo Medio de Antíoco de Ascalón y la Escuela Alegórica judía de Filón, estas son las principales corrientes que confluyen en Egipto junto con la labor del Museo y la Biblioteca alejandrinos (cf. con nuestro artículo sobre la Academia). Para las corrientes filosóficas descritas, excepto Filón, el Noûs es Dios, no una emanación de Dios, como mantendrá Valentín y luego Plotino. Sin embargo, Valentín pronto dará la espalda a la Filosofía, que presenta en una escena mítica donde la hybris de Sophia, en su intento por sondear las profundidades de Dios, produce su caída, y el segundo ciclo mítico, que muestra la creación del Alma del Cosmos y la aparición de los hombres. Es el Cristianismo lo que conmueve a Valentín, y en especial el Cristianismo del Lógos del prólogo del Evangelio de Juan, conocido ya en el Egipto de su época.
“Juan, el discípulo del Señor, queriendo hablar de la generación de todos los Eones tal como el Padre los emitió, establece como principio al primero nacido del Padre, llamado Hijo Unigénito y también Dios, en el cual el Padre emitió, a modo de simiente, a todos los Eones… El Lógos fue emitido por este principio y, en el Lógos, la entera sustancia de los Eones, a los que él mismo dio después forma.” (Irineo de Lyon, A.H. I, 8, 5).
Más tarde, su afán por predicar el Evangelio de la Verdad y su revelación gnóstica, le conducen a Roma, donde la Iglesia estaba más jerarquizada que en Egipto, donde funda una Escuela, que luego tendrá varias ramificaciones, y que encontrará la oposición no sólo de la incipiente ortodoxia romana, sino también de filósofos como Plotino y Porfirio, que también enseñaron en Roma, lo que nos permite suponer que la Escuela de Valentín tuvo una muy buena acogida y gran difusión en los medios romanos. Valentín, después de su aventura romana, regresó a Alejandría, donde habría muerto a los sesenta años.
Los valentinianos tenían un Evangelio propio, al que Irineo llama Evangelium Veritatis. Entre los textos de Nag Hammadi (NHC I 3) aparece un texto con este nombre, dicho Evangelio se atribuye a Valentín o a algún discípulo muy próximo a él: “El Evangelio de la Verdad es alegría para quienes han recibido de parte del Padre de la Verdad el don de conocerlo por el poder del Lógos que venido desde el Plêrôma, la que está en la Ennoia y el Noûs del Padre, la que es llamada el Salvador, ya que es el nombre de la obra que debe llevar a cabo para la salvación de quienes eran ignorantes del Padre, pero el Evangelio es la manifestación de la esperanza que se descubre por quienes la buscan.”
Cosmología valentiniana
La primera fase del ciclo mítico gnóstico la forman las distintas narraciones sobre el mundo trascendente, el Plêrôma y sus habitantes, los Eones. En clave platónica, se podría interpretar este mundo como el lugar supraceleste o el mundo de las Ideas, y a estos Eones, se los podría asimilar a las Ideas-Formas, no exactamente a las eidós de Platón, pues tienen sus propios nombres, pero funcionarían de alguna manera de forma parecida a las Ideas platónicas, la participación y vinculación de unas Ideas con otras, tal como lo explica Platón en el Sofista, en el universo pleromático de la Gnosis, estas relaciones son fruto de la lubricidad y la generación, hasta un total de treinta personajes, una primera Ogdóada (al más puro estilo egipcio, piénsese en la teología hermopolitana), una segunda Dodécada, fruto de la Ogdóada y en tercer lugar una Década, estos serán los habitantes del Plêrôma, que en muchos casos desconocerán al Padre y origen de todo, lo que producirá las penalidades del último de los Eones, Sophia, que desconocedora del Padre, intentará sondearlo, lo que producirá su caída del universo pleromático, y sus penalidades en el mundo sombrío, lo que nos llevará al segundo ciclo mítico, la creación y redención de Sophia, por medio de los espirituales, pneumáticos. El ciclo de redención comienza y acaba en el Plêrôma, tal como nos narra el Evangelio de la Verdad:
“Descubre su secreto, su secreto es su Hijo, para que por la misericordia del Padre los Eones dejen de inquietarse buscando al Padre y descansen en él sabiendo que es el reposo.” (Evangelio de la Verdad, IV, 24). “Y su lugar propio de reposo es su Plêrôma. De este modo todas las emanaciones del Padre son plêrôma, y la raíz de todas estas emanaciones está en el que a todas las hizo crecer en Él mismo. Él les ha asignado sus destinos.” (E.V. IX, 41).
La primera Ogdóada
En el Plêrôma encontramos los treinta Eones, según la Carta dogmática valentiniana (Epifanio, Panarion 31, 4,11 – 6, 15): “Os hago rememorar misterios indecibles, inefables y supracelestes, que no pueden ser concebidos ni por principados ni por potestades ni por súbditos ni por confusión alguna, misterios que son manifestados únicamente al Pensamiento del Inmutable. Al principio, el que es paternidad subsistente, (Autopátôr) contenía en sí todas las cosas, que se hallaban en Él en ignorancia. Algunos lo llaman “Eón inmarcesible”, siempre joven, andrógino, que todo lo contiene y que no es contenido. Al Pensamiento (Ennoia) que estaba en Él lo llaman Pensamiento, otros Gracia, propiamente, porque suministra los tesoros de la Grandeza a los que provienen de Ella; pero los que hablan verdad la llaman Silencio (Sigê), porque la Grandeza lo ha acabado todo a través de la reflexión sin Lógos. Al principio, pues, la Ennoia incorruptible, queriendo romper las cadenas, ablandó la Grandeza introduciéndola al deseo de su reposo. Y se unió con él y produjo al padre de la verdad, al que los perfectos han llamado Hombre con toda propiedad, porque era el antitipo del ingénito preexistente. Después de esto, Silencio indujo una unidad natural de luz, y junto con el Hombre – su conyugio consistía en el querer – produjo la Aletheia (Verdad). Los perfectos la llaman con toda razón Verdad, porque era verdaderamente semejante a su madre Silencio, la cual quería que las luces quedaran divididas por igual entre el varón y la hembra, para que, a través de ellos, también la […] que poseían se manifestara a los que procedían de ellos y estaban divididos en luces sensibles. Después de esto, Verdad, despertando una lubricidad semejante a la de su madre, ablandó al Padre con respecto a sí misma y se unieron en unión incorruptible y en conyugio siempre joven produjeron una Tétrada espiritual y andrógina, antitipo de la Tétrada preexistente, que eran Abismo, Silencio, Padre y Verdad. Ésta es la Tétrada que provino del Padre y de Verdad: Hombre, Iglesia, Logos y Vida.”
Examinemos pues la primera Ogdóada:
1º) Abismo (Abyssos) o Autopátôr, primer Dios y origen de todos los Eones, y que se encuentra en perfecto reposo; del Padre emana Pensamiento, Ennoia o Silencio (Sigê), un segundo principio intelectual, que se nos muestra como emanación del primer principio, y que es el que pretende romper las cadenas de la perfecta quietud del Padre, para generar a una nueva prole de seres divinos.
2º) La segunda generación esta formada por Intelecto (Noûs) o Padre (según Irineo de Lyon, A.H. I, 1), y este Intelecto con su madre Silencio procrean a Verdad (Aletheia).
3º) Los hijos de Intelecto y Verdad serán cuatro Eones llamados: Lógos, Vida (Zoé), Hombre (Anthropós) y Ekklesia. Esta generación se inspira en el Evangelio de Juan, según Irineo: “En primer lugar distingue a los tres: Dios, Principio, Lógos; luego los reúne de nuevo, para mostrar la emisión e cada uno de ellos – del Hijo y del Lógos – y la unión que existe entre ellos y con el Padre. En el Padre está el Principio y del Padre procede, y en el Principio está el Lógos y de él procede. Así que dijo bien: “En el Principio existía el Lógos”, pues estaba en el Hijo; “y el Lógos estaba en Dios”, pues el Principio también lo estaba; “y el Lógos era Dios”, consecuencia obvia, pues lo engendrado por Dios es Dios; “este Lógos estaba en el principio en Dios”: con este texto manifestó el orden de la emisión. “Todas las cosas fueron hechas por medio de él, y fuera de él no se hizo nada”, pues el Lógos fue causa de formación y generación para todos los eones después de Él. “Lo que se hizo en él era Vida”, aquí insinúa Juan el conyugio, pues viene a decir que todas las cosas fueron hechas por medio de él, pero la Vida en él. La Vida que está en él le es más propia que las cosas hechas por medio de él. Coexiste con él y por medio de él produce fruto. Al añadir “la Vida era la luz de los Hombres”, diciendo “Hombres”, quiere significar a la Iglesia en cuanto designada equivalentemente por “Hombre”, para así, por medio de un solo nombre, manifestar la comunidad del conyugio. En efecto, de Lógos y de la Vida proceden Hombre e Iglesia.” (A.H. I, 8). Así nos muestra Irineo como los gnósticos valentinianos encontraban la totalidad de la Ogdóada en el prólogo del Evangelio de Juan. Vemos pues, que para los Valentinianos, el mundo supraceleste platónico con sus rangos y jerarquías de Ideas, se transforma en un mundo pleromático, con los rangos y jerarquías de Eones, entidades eternas que portan los nombres de la tradición juanista.
La Dodécada y la Década
Continúa el ciclo de la emanación de los Eones con una Dodécada de andróginos impulsivos, hijos de Hombre y Ekklesia, según la Carta dogmática valentiniana, que continúa: “Entonces, por voluntad del Abismo que todo lo contiene, el Hombre y la Iglesia, recordando las palabras paternas, se unieron y produjeron la Dodécada de los seres concupiscentes andróginos. Los masculinos son: Intercesor, Paterno, Materno, Intelecto eterno, Deseado (Luz), Eclesiástico; los femeninos son: Fe, Esperanza, Caridad, Inteligencia, Beatitud y Sabiduría.”
Eones hijos de Hombre e Iglesia, los masculinos:
1) Intercesor (Consolador Paraklitos).
2) Paterno (Patricus).
3) Materno (Metricus).
4) Intelecto Eterno (Agnus).
5) Deseado (Luz, Theletus).
6) Eclesiástico (Ekklesiasticus).
Y los femeninos:
1) Fe (Pistis).
2) Esperanza (Elpís).
3) Caridad (Ágape).
4) Inteligencia (Comprensión, Synesis).
5) Beatitud (Makariotes).
6) Sabiduría (Sophia).
En la misma carta, se nos narra la formación de la última Década de andróginos impulsivos, hijos de Lógos y Vida: “Después, Lógos y Vida, dando forma al don de la unión, entraron en mutua comunión – su comunión consistía en el querer – se unieron y produjeron una Década de seres concupiscentes y también andróginos. Los masculinos son: Profundidad, Imperecedero, Autocreado Unigénito e Inmóvil; los tales tomaron estas designaciones para gloria del que todo lo contiene. Los femeninos son: Comunión, Unión, Mezcla, Unidad y Placer; también ellos tomaron sus designaciones para gloria de Silencio.” Los masculinos: 1) Profundidad, Bythius; 2)Imperecedero (Ageratus); 3) Autocreado (Autónomo, Autophyes); 4) Unigénito (Monogenes); 5) Inmóvil (Acinetes). Y los femeninos: 1) Comunión; 2) Unión (Henosis); 3) Mezcla (Mixis); 4) Unidad; y 5) Placer (Hedone).
Los Números Divinos
El ciclo de la creación del Universo Divino termina con la formación del Número en una nueva Ogdóada inferior en dignidad: “Entonces, el que todo lo contiene decidió en su insuperable inteligencia llamar a la existencia a otra Ogdóada, contrapuesta a la Ogdóada original anterior, que permaneciese en el número de la treintena – puesto que no era intención de la Grandeza caer bajo el número – y estableció a los machos frente a los machos: primero, tercero, quinto, séptimo; e igual con las hembras: díada, tétrada, héxada, ogdóada. Esta Ogdóada, llamada a existir en contraposición a la Ogdóada anterior – Abismo, Padre, Hombre, Lógos, y Silencio, Verdad, Iglesia, Vida – se unió con las luces y se completó una perfecta Treintena.” Esta Ogdóada corresponde al rango inferior de los Números pitagóricos, de toda teología platónica, al ser los números entes intermedios entre el alma y la inteligencia, pues participan de lo inteligible y lo sensible.
Las Nupcias Celestes
Por último, el ciclo mitológico valentiniano, termina con las uniones divinas y las nupcias incorruptibles: “Y la Ogdóada anterior estaba en reposo. Pero Abismo, con el sostén de la Grandeza, empezó a querer unirse con la Treintena. Y de hecho se unió con Verdad, y el Padre de Verdad convino con Iglesia; Maternal poseyó a Vida, e Intercesor a la Unidad. Unidad se unió con el Padre de Verdad; el Padre de Verdad estaba con Silencio, y el Lógos espiritual entró en unión con […], con mezcla espiritual y comunión incorrupta, realizando el fin que es Padre por sí mismo, su propio reposo indivisible. La Treintena, tras haber llevado a acabamiento profundos misterios y celebrar nupcias en un ámbito incorruptible, produjo luces incorruptibles que fueron llamadas hijos de la unidad y carecían de personalidad, puesto que no tenían el elemento intelectual y permanecían en reposo fuera de la inteligencia, al margen de Pensamiento. Pues si uno hace una cosa sin comprenderla del todo, en realidad no la hace.”
El último episodio tiene lugar por la unión entre el Espíritu Santo o voluntad intelectual, enviada por Silencio (Ennoia) a los miembros de la segunda Ogdóada: “Entonces se cumplieron matrimonios entre los miembros de la Ogdóada: el Espíritu Santo se unió al primero, la díada al tercero, el tercero a la héxada, la ogdóada al séptimo, el séptimo a la díada, la héxada al quinto. Toda la Ogdóada realizó estas uniones con placer siempre joven y con mezcla incorruptible – pues no estaban separados entre sí y se unían con placer irreprehensible – y produjo una péntada de seres concupiscentes y no femeninos, cuyos nombres son: Emancipador, Definidor, Agradable, Perdonador, Reintegrador. Eson son denominados hijos de la Mediedad (Límite)”.
Con estos últimos Eones completamos el cuadro de los protagonistas del primer ciclo mítico valentiniano, continúa el segundo ciclo con el drama de la caída del Eón Sophia, y la formación de los seres humanos hylicos, psíquicos y pneumáticos, la formación del Cosmos caído por el Demiurgo Yaldabaoth y la redención de Sophia, que dejamos para otra ocasión.
Juan Almirall
Etiquetas:
Gnosticismo,
Platonismo,
Valentín
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