martes, 9 de noviembre de 2010

"ENTORNO CULTURAL DEL CRISTIANISMO ANTIGUO", Juan Almirall

Hemos dado un vistazo a las fuentes judías, antecendente incuestionable del Cristianismo. Sin embargo, el judaísmo farisáico que determinó la primera fase del Cristianismo, además se caracterizó por una marcada influencia helenística. Por eso, vamos a intentar aproximarnos a las fuentes helenísticas y sus sucesivas incorporaciones al conjunto dogmático Cristiano. Sin duda, la principal incorporación es la de Pablo, que era un judío fuertemente helenizado, y su fariseísmo estaba teñido de importantes influencias helenísticas, sobre todo de la Escuela Estoica. Por ello, algunas mentes eruditas han intentado encontrar puntos de contactos con el Neoestoicismo romano, en particular de Séneca, que además fue contemporáneo de Pablo. Sin duda, el Estoicismo es la escuela filosófica más extendida en el Imperio y en la época. Pero el estoicismo medio y el neoestoicismo está fuertemente afectados por el sincretismo filosófico y religioso de lo que se ha llamado eclecticismo académico, de Antíoco de Ascalón, seguido por Cicerón, que combina, principalmente, las doctrinas estóicas del gran Posidonio de Apamea, con un cierto platonismo y peripatetismo. Antíoco de Ascalón viajó a Alejandría con su maestro Filón de Larisa, el último de los grandes autores escépticos y que cierra la etapa del escepticismo académico. En Alejandría dejó escuela, y unos años más tarde veremos aparecer una figura ecléctica fundamental en toda la filosofía platónica y neoplatónica, que finalmente se llegará a imponer, entre los últimos reductos del helenismo, y que fue el judío Filón de Alejandría, con sus doctrinas sobre el Lógos y el Noûs, y su interpretación filosófica de la Escritura. Sin duda, la segunda gran incursión del Cristianismo en el Helenismo fue la de Orígenes de Alejandría, que en realidad era un simple continuador y seguidor de Filón en su labor exegética, siguiéndo la interpretación alegórica de la escuela judía de Filón, en la misma Alejandría. Orígenes encuentra en los comentarios filonianos una fácil justificación de la doctrina cristiana del Padre y del Hijo, en particular, en la doctrina sobre el Noûs y el Lógos de Filón. Pero, ni Filón fue un gran filósofo, ni tampoco lo fue Orígenes. A pesar de que a ellos se debe un nuevo producto cultural, que absorverá todo el debate religioso a partir del siglo III: la Teología Cristiana. Los judíos pronto abandonarán las cuestiones teológicas y cosmológicas, heredadas del debate filosófico y metafísico, quedando de forma residual algunas cuestiones en su tradición mística, y se centraron en la interpretación de la Ley y la ética del pueblo judío. Sin embargo, los teólogos cristianos encontraron una nueva distracción en la construcción del dogma, que a la vez, permitía vehiculizar importantes cuestiones políticas, entre las principales sedes patriarcales del Imperio. La Teología Cristiana no era otra cosa que la herencia de Orígenes, sin duda el más grande teólogo de la Cristiandad, que, en realidad, fue un mal filósofo, pues dejó gran cantidad de temas por resolver y no presentó un sistema coherente y sólido, como sí lo hicieron los grandes filósofos de la Escuela Neoplatónica, despreciados abiertamente, pero admirados en secreto, por una gran cantidad de teólogos cristianos, que vieron muy limitadas sus posibilidades de especulación y experiencia, por culpa del dogma y el poder, que condicionaba y limitaba su pensamiento. Plotino, el más grande de la Escuela Neoplatónica, Porfírio el padre de los Universales, Jámblico el teurgo y matemático, y Proclo de Licia, el más grande de todos los dialécticos e interpretes de Platón. Antes de todo ello, el Cristianismo tuvo que batallar con algunas religiones que ganaban adeptos en el Imperio, como eran la Religión Egipcia de Isis y el Hermetismo, la religión de los Oráculos Caldeos, los Misterios de Mitra, tal vez demasiado sangrientos, para una sensibilidad que estaba cambiando, y una Religión Helénica, que incorporaba el Orfismo, y que poco a poco intentaba organizarse. La Religión griega encontraba una más fácil adaptación a la teología filosófica, muy en boga entre las clases cultas del Imperio. Intentaremos presentar algunas de estas doctrinas, muchas de las cuales fueron literalmente plagiadas, otras forzadas y violentadas, para construir la Teología dogmática del Cristianismo, que adolecía de una importante falta de originalidad. La construcción del pensamiento cristiano tiene dos fases: a) la fase inicial, caracterizada por la particular visión universalista del fariseísmo helenizado de Pablo; b) la incorporación de la filosofía helenística en el debate sobre el dogma cristiano, a partir del siglo III, de la mano de Orígenes de Alejandría. La aportación de los Padres Apologistas, como Justino y compañía, es bastante pobre, y sus tediosas obras, son de poca enjundia filosófica.

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