domingo, 22 de junio de 2008

EL DIAGRAMA DE LOS OFITAS



La secta gnóstica de los ofitas fue fundada por Eufrates, se trataba de un grupo gnóstico cristiano cuyo sistema especulativo se basaba en la interpretación alegórica del Antiguo Testamento, y que influirá profundamente en la cosmología de Valentín, con la que existen grandes similitudes. Los ofitas, se llamaban así, pues veneraban a la Serpiente del Antiguo Testamento, que transmitió al hombre la ciencia, y que con ello se enfrentó al dios de los judíos, Yahvéh, creador tirano, que según la mitología gnóstica, habría creado al hombre y tras comunicarle la centella divina, lo mantenía prisionero en el mundo caído, lejos del Paraíso de la Luz. Sus prácticas mágicas, frecuentes entre los grupos gnósticos, consistían en invocaciones, fórmulas, palabras de paso, para atravesar los distintos lugares del Cosmos, como muestra el Codex Brucianus, que contiene “Los dos Libros de Yao” o “El gran Discurso Iniciático”. Orígenes en la obra “Contra Celso”, nos describe un diagrama que habría encontrado, donde se representaba el Cosmos de los ofitas, el lugar donde había sido concebido el ser humano, y a través del cual debía pasar el alma para llegar a la primera Luz, la Luz ilimitada del Pleroma.


La Serpiente

La Serpiente es una figuración del Noûs, el Intelecto, que aparece en diversas formas entre las distintas Escuelas de la Antigüedad tardía, aquí tal como lo describe Irineo de Lyon, que nos cuenta algunas creencias de los ofitas, según los cuales la Madre del Cosmos era la Ogdóada, y sus siete hijos eran siete Arcontes, guardianes de las siete esferas planetarias: “También el hijo heredó de la Madre un cierto soplo de incorrupción, por medio del cual opera, y tras recibir potencia, emitió también él, a partir de las aguas, un hijo sin madre. Pretenden, en efecto, que no conocía a la madre. Y su hijo, a imitación del padre, emitió otro hijo. El tercero engendró al cuarto, y éste, a su vez, engendró otro; del quinto fue engendrado el sexto, y éste engendró al séptimo. De este modo se llevó a término un Hebdómada (siete Esferas planetarias), reservando para la Madre la Ogdóada (la octava Esfera de las estrellas fijas). La prelacía en el orden de la dignidad y del poder es consecuencia del orden de la generación. Pusieron luego nombres a sus invenciones. El primero que procedió de la Madre se llamaba Yaldabaoth; el que le sigue Yao; el siguiente Sabaoth; el cuarto Adoneo; el quinto Eloeo; el sexto Oreo; y el séptimo y último Astafeo. Estos cielos, virtudes, potencias, ángeles y creadores se sientan en el cielo de acuerdo con el orden de su generación. Son invisibles y gobiernan las cosas celestiales y terrenales.” Cada uno de estos Arcontes se identificaría con un planeta, Yaldabaoth con Saturno, Yao con Júpiter, Sabaoth con Marte, Adoneo con el Sol, Eloeo con Venus, Oreo con Mercurio y Astafeo con la Luna.

“El primero de ellos, Yaldabaoth, desprecia a la Madre porque había engendrado hijos y nietos sin permiso de nadie, y también ángeles, arcángeles, virtudes, potestades y dominaciones. Una vez concluido todo esto, estalló contra aquél una revuelta de sus hijos a causa del primer lugar (se refiere a la guerra de los dioses olímpicos contra los dioses titanes por el trono del Cielo). Entonces Yaldabaoth, triste y desesperanzado, volvió su mirada hacia la hez de la materia que estaba abajo y corporeizó en ella su deseo, de lo cual nació un hijo. Este es el Noûs (el Intelecto), que tiene la forma retorcida de una serpiente.” (Irineo de Lyon, Adversus Haereses, I, 30). Luego, sigue narrando Irineo, la Madre junto con los Arcontes crearon al hombre, y Yaldabaoth le insufló el Noûs, la centella divina, haciendo inmortal al alma.

El diagrama del Cosmos

“En él había una pintura de diez círculos, separados entre sí, pero encerrados dentro de otro círculo, que se decía ser el Alma del Cosmos y se llamaba Leviatán. De éste decían las Escrituras de los judíos, sea cual fuere su sentido oculto, que fue plasmado por Dios como un juguete. Así hallamos en los Salmos: Todo lo has hecho sabiamente, la tierra henchida está de tus hechuras. ¡Mira es grande mar, su anchura inmensa! Por él corren las naves, animales pequeños, otros grandes, y ese dragón, juguete que tú hicieras (Ps. 103, 24-26). En lugar de dragón, el texto hebraico trae Leviathan. Ahora bien, el impío diagrama dice ser el Alma que penetra el Cosmos ese Leviathan que tan claramente condena el profeta. Hallamos también en él al que se llama Beemoth, colocado después del círculo más abajo. El autor de este abominable diagrama inscribió a este Leviatán sobre el círculo y en el centro de éste, de forma que puso dos veces su nombre. Dice además Celso que “el diagrama estaba dividido por una gruesa raya negra”, y afirma habérsele dicho que ésta era la gehenna, llamada también tártaro. Como quiera que en el Evangelio hallamos escrito gehenna como lugar de tormentos (Mt. 5, 22), hemos inquirido si aparece ese nombre en algún pasaje de las antiguas Escrituras, más que más que también los judíos emplean la palabra…” (C.C. VI, 25).

Los siete Arcontes guardianes

“Seguidamente vuelve al tema de los siete démones arcónticos, que realmente no se nombran entre cristianos, sino usados, a lo que creo, por los ofitas. Y, a la verdad, en el diagrama que nosotros adquirimos de ellos, hallamos un orden semejante al que expone Celso. Dice, pues, Celso que el primero estaba representado en forma de león; pero no cuenta el nombre que le dan éstos, a la verdad, impiísimos sectarios; nosotros hemos encontrado que este que tiene forma de león decía aquel abominable diagrama ser Miguel, el ángel del Creador, de que hablan con loa las sagradas Escrituras. Del mismo modo dice Celso que el segundo, que le sigue, es un toro; el diagrama que nosotros teníamos decía que el tauriforme era Suriel. El tercero dice Celso que era anfibio y silbaba hórridamente; pero el diagrama decía que el tercero era Rafael en forma de dragón. Del mismo modo dice Celso que el cuarto tenía forma de águila; según el diagrama, el aquiliforme era Gabriel. El quinto dice Celso que tenía el rostro de oso; según el diagrama, el urisforme era Thauthabooth. Luego dice Celso que el sexto se decía entre ellos que tenía cara de perro; el diagrama decía ser éste Erataoth. Luego dice Celso que el séptimo tenía rostro de asno y se llamaba Thaphabaoth u Onoel; pero nosotros hallamos en el diagrama que este que tiene forma de asno se llama Thartharaoth.” (C.C. VI, 30).

A continuación, Orígenes explica las fórmulas que deben recitarse ante las puertas de cada uno de los Arcontes que guardan diferentes lugares del Cosmos.

“… después de atravesar la que llama barrera de la maldad a las puertas de los arcontes eternamente encadenadas: “Rey solitario, vínculo de la ceguera, olvido inconsciente, yo te saludo, fuerza primera, guardada por el espíritu de la providencia y sabiduría, de donde soy enviado puro, hecho ya parte de la luz del Padre y del Hijo. La gracia esté conmigo; sí, Padre, esté conmigo”. Y de aquí dicen que proceden los poderes de la Ogdóada (la Octava Esfera de las estrellas fijas). Luego, al pasar el que llaman Yaldabaoth, enseñan a decir: “¡Oh tú, Yaldabaoth, primero y último, nacido para imperar con audacia, palabra que eres dominante de una mente pura, obra perfecta para el Hijo y el Padre!, traigo un símbolo marcado con la marca de la vida, después de abrir al mundo la puerta que tú cerraste con tu eternidad, para pasar de nuevo libre tu poder. La gracia esté conmigo; sí, Padre, ésté conmigo”. Y dicen que con este arconte simpatiza la estrella Fenonte (phainon, el planeta Saturno). Luego piensan que quien ha pasado Yaldabaoth y ha llegado a Yao debe decir: “¡Oh tú, Yao, segundo y primero, señor de los ocultos misterios del Hijo y del Padre, que brillas en la noche, soberano de la muerte, parte del inocente, llevando ya tu propio…!, como un símbolo, me dispongo a entrar en tu imperio, después de dominar por una palabra viva al que nació de ti. La gracia esté conmigo, Padre, esté conmigo”. Luego viene Sabaoth, al que piensan hay que decir: “Señor de la quinta autoridad, poderoso Sabaoth, defensor de la ley de tu creación, destruida por la gracia, con una péntada más poderosa, déjame pasar, contemplando un símbolo intachable de tu arte, preservado por la imagen de una figura, un cuerpo liberado por la péntada. La gracia esté conmigo, Padre, esté conmigo”. Seguidamente viene Astafeo, al que creen hay que decir lo siguiente: “Señor de la tercera puerta, Astafeo, inspector del primer manantial del agua, mirando a un iniciado, déjame pasar, purificado que estoy por el espíritu de una virgen, contemplando la esencia del mundo. La gracia esté conmigo, Padre, esté conmigo”. Después de éste viene Eloeo, al que piensan ha de decirse lo siguiente: “Señor de la segunda puerta, Eloeo, déjame pasar, pues te traigo un símbolo de tu madre, la gracia escondida por las potencias de las autoridades. La gracia esté conmigo, Padre, esté conmigo”. Al último lo llaman Oreo, y a éste piensan que le dicen: “Tú que pasaste intrépidamente la barrera del fuego y alcanzaste el imperio de la primera puerta, déjame pasar, mirando el símbolo de tu propia fuerza, destruido por una figura del árbol de la vida, tomado por la imagen según la semejanza de un hombre inocente. La gracia esté conmigo, Padre, esté conmigo” (C.C. VI, 31).

Sin duda, se tratan de fórmulas mágicas que los gnósticos rescatan de los egipcios, y sus rituales y fórmulas para atravesar las distintas puertas y lugares del Duat, donde el iniciado, llamado Osiris, debe recitar unas determinadas fórmulas mágicas para impedir ser devorado o atacado por los guardianes de las distintas puertas. El gnóstico quiere atravesar todas las regiones inferiores del Más Allá, para llegar hasta el Pleroma, morada de la Luz y del Padre, desde donde el Hijo ha descendido. Para ello debe ser iniciado en los distintos misterios sobre las puertas y lugares, y sus guardianes, salvar las distintas dificultades que se encontrará en el viaje del alma hacia la Luz. Los guardianes, nos dice Orígenes, portan los distintos nombres del Dios del Antiguo Testamento, como si se tratara de distintas divinidades: Sabaoth, Adoneo por Adonai, Eloeo por Eloí, Yaldabaoth, por Yahvéh Sabaoth.

“Seguidamente expone Celso otros cuentos, en el sentido de que “algunos se transforman en las figuras de los Arcontes, de suerte que unos se llaman leones, otros toros, otros dragones, águilas, osos y perros.” (C.C. VI, 33). Lo que indica que los ofitas y gnóstico escenificaban en algún tipo de ritual mistérico todas estas enseñanzas sobre los Arcontes démones guardianes de las puertas del Más Allá, en el camino que recorrían las almas para llegar a su objetivo luminoso.

Las Puertas del Paraíso

“Por nuestra parte, en el diagrama que poseíamos hallamos también lo que Celso llama la figura cuadrangular y lo que aquellos infelices dicen ante las puertas del paraíso. Allí estaba pintada, como diámetro de un círculo ígneo, una espada fulgurante, como si montara guardia al árbol de la ciencia y de la vida. Ahora bien, Celso o no quiso o no pudo citar los discursos que, según las fábulas de aquellos impíos, dicen en cada puerta los que van a pasar por ellas…” (C.C. VI, 33). Los ofitas eran una secta gnóstico cristiana, que incorporan elementos de la Escritura, como es la visión del Génesis de la espada flamígera que guarda las puertas del Paraíso, en las descripciones que del Más Allá daban los egipcios, y sus detalladas descripciones del Duat, el Reino de Osiris.

Los dos Círculos

“No es la menor de las cosas que están inscritas entre los dos círculos supracelestes de arriba, entre ellas, dos: “Mayor” y “Menor”, que entienden del Hijo y del Padre”. Efectivamente, en el diagrama hemos hallado el círculo menor y mayor, en cuyo diámetro estaba inscrito: Padre e Hijo. Y entre el mayor, dentro del cual estaba el menor, y otro compuesto de dos círculos, el interior amarillo, el exterior azul, hallamos inscrito el diafragma (o valla) en forma de hacha, y encima de él un círculo pequeño, que tocaba al mayor que los primeros y llevaba inscrito ágape (amor), y más abajo, tocando al círculo, tenía inscrito zoé (vida). En el segundo círculo, que encerraba y comprendía otros dos círculos y otra figura romboidal, estaba inscrito: Providencia de la Sabiduría (Sophia Pronoia), y dentro de la sección común a los dos: naturaleza de la Sabiduría. Y encima de la sección común a los dos había un círculo, en que estaba inscrito gnosis (conocimiento), y debajo otro, en que estaba inscrito: sínesis (inteligencia).”

Origenes, “Contra Celso” (C.C.), Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2001.

Juan Almirall

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