viernes, 2 de enero de 2009

LA EXPERIENCIA DE DIOS II: LA VIA APOFÁTICA Y LA VIA KATAFÁTICA

En nuestro anterior trabajo sobre la experiencia de Dios hemos visto dos clases genéricas de experiencia documentada de lo divino: la experiencia que hemos llamado animista, pues se asocia más con tipos de religiosidad tribal y primitiva, y la experiencia del dios trascendente, de la que hemos dado tres clases de testimonios, los procedentes de los Yogasûtras de Patañjali, el Sermón de la Vacuidad de la colección de textos budistas y las meditaciones de Plotino, recogidas en los textos de sus Eneadas. Probablemente, los textos que nos resulten más familiares sean los últimos de Plotino, si bien este autor es un caso bastante insólito en la literatura clásica occidental. Pues en Plotino encontramos las bases de la espiritualidad occidental, al menos el sistema filosófico que sirvió de base a la teología Neoplatónica, de la que los teólogos cristianos tomaron prestada su teología mística. Pero no es la experiencia directa de la que da testimonio Plotino la que despertó más interés a los místicos posteriores, tanto paganos como cristianos, sino la teología dialéctica inspirada en las dos primeras hipótesis del diálogo el “Parménides” de Platón, que vio la luz gracias al círculo de discípulos de Plotino. Estos discípulos fueron: Porfírio y Amelio, que escribieron ambos una teología platónica, luego también lo hizo Jámblico de Calcis, Plutarco y Siriano de Atenas, y por fin Proclo de Licia, que es el autor que nos ha legado seis libros de teología platónica comentando la segunda hipótesis del Parménides de Platón, y otros tantos, de Comentarios a dicho diálogo, referidos a la primera hipótesis.


Estas dos hipótesis platónicas son lo que pasó a la posteridad como las vías de conocimiento de Dios, llamadas katafática y apofática, o lo que es lo mismo, la vía afirmativa y la vía negativa. ¿Y en qué consisten estas dos vías, digamos, dialécticas de conocimiento de Dios? Pues la primera vía, la vía katafática, consiste en el ascenso del alma a través de las distintas cualidades espirituales, desde las más básicas hasta las más simples y perfectas. Y la vía apofática o negativa, consiste en negar dichas cualidades, para quedarse ante la inefable presencia de la divinidad. Esto fue desarrollado, pensado y diseñado por los maestros neoplatónicos que hemos citado, y en particular por Proclo de Licia, a la sazón, maestro de la Academia de Atenas durante el siglo V de nuestra era. En aquella última versión de la Academia fue conocido y estudiado por un gran maestro espiritual de la Cristiandad, el conocido con el nombre de Dionisio Areopagita. Dionisio fue el autor de tres obras de gran influencia durante toda la Edad Media, y que llevan por título: Las Jerarquías Espirituales, Los Nombres de Dios y la Teología Mística. Estas tres obras constituyen el desarrollo de la teología dialéctica cristiana, con sus dos vías afirmativa y negativa, que tantas vueltas les dieron teólogos y místicos medievales.

Proclo en su obra "Teología Platónica" pretende mostrar el camino ascendente por el que el alma debe subir, desde las jerarquías espirituales más unidas al mundo, hasta las jerarquías espirituales más próximas a Dios, el Uno o el Bien, del que hablaba Platón en sus diálogos. Obviamente el alma debe pasar por toda una serie de órdenes, en total nueve (tres tríadas) de dioses intelectuales, cada uno de los órdenes de dioses propulsaba al alma hacia el orden jerárquico superior. Así el alma sólo tenía que dejarse fascinar por los distintos dioses intelectuales, y purificarse en una especie de meditación dialéctica, en la cual iba explorando verdades cada vez más sutiles, hasta llegar hasta al puro y simple Uno, eterno e indivisible, más allá del cual ya nada hay, origen y final de todas las cosas. Lo mismo hizo Dionisio, sus órdenes celestes también son nueve, se trata de la mente angélica, nos dice: “dejémonos iniciar (epopteusômen), en cuanto nos sea posible por las jerarquías de los espíritus celestes conforme la Sagrada Escritura nos lo ha revelado de modo simbólico y anagógico. Centremos fijamente la mirada inmaterial del entendimiento en la Luz desbordante más que fundamental, que se origina en el Padre, fuente de la Divinidad. Por medio de figuras simbólicas, nos ilustra sobre las bienaventuradas jerarquías de los ángeles. Pero elevémonos sobre esta profusión luminosa hasta el puro Rayo de Luz en sí mismo.” Dioniso aquí también se basa en la Escritura, pero ahora se refiere a los Evangelios y el Antiguo Testamento, mientras que Proclo se había basado en el diálogo “Parménides” de Platón. Se trata igualmente de una epopté, es decir, una iniciación en toda regla, como las de los antiguos misterios. Observemos a los espíritus celestes, en Proclo son los dioses intelectuales: los Intelectos Padres (Crono, Rea y Zeus), los dioses Inteligibles-Intelectivos (las Ideas matemáticas, que son siempre términos medios) y los dioses Inteligibles (las Ideas de Platón); para Dionisio son nueve órdenes de espíritus celestes: ángeles, arcángeles y principados, que inspiran los pensamientos de dios, transmiten la luz a los seres humanos, les siguen los espíritus del orden moral o intermedio: Potestades, Virtudes y Dominaciones, y el tercer y más perfecto de los órdenes que contemplan directamente a Dios: Tronos, Querubines y Serafines. Después como vimos en las meditaciones plotineanas, por este ascenso a través de los órdenes celestes, llegamos a la propia luz, que ya no es intelectual sino puro y simple amor, un poco como lo describe el neoplatónico.

Hasta aquí la vía afirmativa o katafática, inspirada en la segunda hipótesis del Parménides, y que se refiere a si el uno es una multiplicidad, es decir, si el uno puede descomponerse en múltiples cualidades, de los que salen los órdenes de espíritus celestiales que hemos citado. Pero la primera hipótesis es una hipótesis negativa, si el uno no es, es decir, si el uno no tiene cualidades, es pura y simplemente un uno. Aquí se abre otra nueva posibilidad, ya no hemos de ascender contemplando, sino que hemos de intentar contemplar negando todo lo que no sea Él, el puro Uno, el Misterio de los Misterios, el Inefable. Esta es obviamente la vía mística, a la que Proclo dedica su Comentario al Parménides, se trata de negar que Dios sea otra cosa que lo que es, Dios mismo. Esta idea inspira la obrita titulada "Teología Mística" de Dionisio, y que fue el libro de cabecera de todos los místicos de la Cristiandad.

“Esto pido, Timoteo, amigo mío, entregado por completo a la contemplación mística. Renuncia a los sentidos, a las operaciones intelectuales, a todo lo que son y aun de las que no son. Deja de lado tu entender y esfuérzate por subir lo más que puedas hasta unirte con aquel que está más allá de todo ser y de todo saber. Porque por el libre, absoluto y puro apartamiento de ti mismo y de todas las cosas, arrojándolo todo y del todo, serás elevado espiritualmente hasta el divino Rayo de tinieblas de la divina Supraesencia

¡Que podamos también nosotros penetrar en esta más que luminosa oscuridad! ¡Renunciemos a toda visión y conocimiento para ver y conocer lo invisible e incognoscible: a Aquel que está más allá de toda visión y conocimiento! Porque ésta es la visión y conocimiento verdaderos: alabar sobrenaturalmente al Supraesencial renunciando a todas las cosas. Como los escultores esculpen las estatuas. Quitan todo aquello que a modo de envolturas impide ver claramente la forma encubierta. Basta este simple despojo para que se manifieste la oculta y genuina belleza. Conviene, pues, a mi entender, alabar la negación de modo muy diferente a la afirmación. Afirmar es ir poniendo cosas a partir de los principios, bajando por los medios y llegar hasta los últimos extremos. Por la negación, en cambio, es ir quitándolas desde los últimos extremos y subir a los principios. Quitamos todo aquello que impide conocer desnudamente al Incognoscible, conocido solamente a través de las cosas que lo envuelven. Miremos, por tanto, aquella oscuridad supraesencial que no dejan ver las luces de las cosas.”

Saludos,

Juan Almirall




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lea usted a schuon y. Mistica idlamica l

Anónimo dijo...

Intente rezar