domingo, 21 de julio de 2013

JÁMBLICO DE CALCIS, PITAGÓRICO Y MATEMÁTICO, POR JUAN ALMIRALL

El otro ingrediente de la mezcla pitagórica, además de los símbolos jeroglíficos y las sentencias, son las matemáticas, pues se trata de una ciencia que conduce a la razón hacia lo inteligible, ya que, por un lado los entes matemáticos son incorporales, como los inteligibles, y subsistentes en sí mismos, lo que les convierte en intermediarios entre la esencia indivisible y la divisible corporal, piénsese en las tres sustancias que conforman los elementos constitutivos del Alma del Timeo: la esencia divisible e indivisible, lo mismo divisible e indivisible, y lo otro divisible e indivisible. Igualmente, entre la idea (eidôn) y el concepto (lógôn) hay un lugar intermedio, entre lo que está privado de parte y lo que está dividido en partes, y la matemática se sirve tanto de la composición como de la división. Por otro lado, los entes matemáticos conducen hacia la esencia divina como por medio de una escalera que lleva al punto más alto posible.

Por su parte, la matemática pitagórica se distingue de las restantes matemáticas en que no sólo cuantifica, sino que además incluye el elemento simbólico del número y de los restantes entes matemáticos, lo que permite relacionar las matemáticas con disciplinas como la ética, la teología y la física; pero además, los pitagóricos parten de unos axiomas, que son primeros principios, de los que siempre demuestran todo lo demás, de aquí la necesidad de unos elementos de teología, o una teología more geométrico, de Proclo, o las sentencias de Porfirio, la teología matemática demuestra cada principio, cada afirmación, partiendo de los primeros principios axiomáticos. Así a partir de los géneros absolutamente principales la matemática enseña la división hasta los géneros inferiores, por tanto, se trata de una ciencia diairética. Pero también, la matemática se sirve de la horística, pues la matemática se sirve de las definiciones, que hace con exactitud, tenemos de nuevo el ejemplo de los Elementos de Teología de Proclo, donde vemos cada principio teológico perfectamente definido. Es una ciencia igualmente analítica y sintética, a través de la potencia unitiva, por la fuerza de primer principio que tiene el Uno, por tanto, coincide con las distintas partes de la dialéctica, tal como la define Proclo, al comienzo de su comentario al Crátilo de Platón.

Las obras propiamente matemáticas de la Synagogé son De común matemática scientia y In Nicomachi arithmetica introductionem, en la primera obra hace un comentario general a la ciencia matemática, como en el Protréptico, y después se centra en la matemática pitagórica. Examina todos los géneros, la aritmética, la geometría, la música y la esfera. Nos asegura que los pitagóricos utilizaban los symbola como medio de relación de las matemáticas con otras disciplinas, como la ética, la teología y la física; y son los verdaderos iniciados, que se interesan por la vida pitagórica, los que se convierten en matemáticos. Las matemáticas están muy relacionadas con el conocimiento del alma, pues esta es número, armonía y geometría, pues la esencia del alma es la matemática, el alma surge de la matemática, tal como se nos describe en el Timeo. Realmente todas estas cuestiones son posibles si entendemos la matemática no como una mera disciplina científica, sino como una verdadera filosofía matemática, en la que el verdadero objeto son los inteligibles (tà noêtá), como toda filosofía, el Bien se identifica con la Unidad, y ambas con el Ser, de manera que ahí las disciplinas se tocan, el Bien es un ideal ético, el Uno el principio de toda matemática, el Ser de toda ontología, por tanto, la matemática afecta a todos los dominios de la vida.

En la introducción a la aritmética de su ideal Nicómaco de Geresa, Jámblico se centra más en el número y sus misterios. La aritmética es la disciplina decana de las matemáticas, sus nociones son las más simples y las más fundamentales. El número aparece después del Uno, que se distingue de la unidad, tò hén no es lo mismo que monàs, Jámblico en su Introducción a la Aritmética de Nicómaco, nos dice: “Tales definía el cuanto, o sea, el número, “sistema de unidad” (según la doctrina de los egipcios, al lado de los cuales él también estudió), mientras que definía el numerable “uno” en sentido propio, no cae pues entre el límite de la unidad y del uno. Pitágoras, en cambio, lo definía como “extensión y actuación de las razones seminales inmanentes a la unidad (monádi spermatikôn lógôn)”, o con otras palabras, “el principio numérico que subsiste, antes que todos los números, en el noûs divino y gracias al cual y del cual vienen ordenados y mantienen su orden indisoluble las cosas numeradas”, para los egipcios pues, el número es un sistema de unidades, mientras que para Pitágoras, el número es principio ordenador, que se encuentra en el noûs divino. Hecha esta distinción, cabe ahora diferenciar entre la unidad o mónada y el Uno, tò hén, obviamente, este último, para Plotino, es el primer principio y está más allá del Noûs, el segundo dios, el Uno no es ningún número, y no es matematizable, no se puede contar, sin embargo, el número esencial que se encuentra ya en el plano del Noûs donde ya existe la multiplicidad, “proporciona el ser, cuantitativo, el que facilita la cantidad entre las cosas”, los números para Plotino, son unidades, como las de los egipcios, existen según la unidad, que es el principio que les permite aspirar al Uno, ya que gracias a la unidad participan del Uno, el dos es por tanto una unidad, como el tres, etc. Esta sería la versión egipcia, tal como lo ve Jámblico. Mónada o unidad es aquello que cada cosa es y por lo que puede llamarse uno “tò hén”, es pluralidad aquello que se compone de unidades y genera cantidad, unidad y uno no son, pues, lo mismo, la unidad es aquello participado por el Uno.

Los números tienen pues la virtud de elevar la inteligencia hacia el Uno, hacia el primer Dios, y por tanto son útiles para la teología, que tanta trascendencia tendrá para Jámblico, el primer gran teólogo pagano del Helenismo, como así se llamó la religión pagana en los tiempos de implantación y oficialización del Cristianismo, más adelante veremos el libro de Salustio, Sobre los dioses y el mundo, un resumen de la religiosidad Helenística, que se desarrolla y organiza a partir de la teología de Jámblico, y que Juliano, el emperador helenista intentará organizar, pues consideraba que la victoria del Cristianismo, se debía sobre todo, a la organización territorial y jerárquica del Cristianismo. El paganismo, pese a disponer de las fuentes más cultas y de la filosofía más sofistica como aval, perdió terreno en el siglo IV, y en el siglo V y VI sufrió persecución hasta su total desaparición del Imperio cristiano.

Volviendo al número, cabe destacar el aspecto simbólico de éste, su capacidad elevadora, pues ya desde Plotino y con Proclo todavía más claramente, todas las cosas penden de su principio, que tiene como origen y al que aspiran regresar, pues bien, los números son clara muestra de lo secuencial de los principios, se mueven entre el límite más absoluto, el Uno y lo ilimitado, el ápeiron o la Díada indefinida de Platón. Los números se desarrollan en series distintas mostrando sus particulares cualidades, luego veremos en La Teología de la Aritmética, obra que algunos autores atribuyen a Jámblico, como el quinto libro conservado de la Synagogé, pues Jámblico había escrito una teología de la aritmética, lo que no es seguro es que se trate del mismo libro, pues bien, en dicha obra, se estudia el significado de los diez primeros números, a los que todos los demás se pueden reducir, los números pares e impares operan como números femeninos y masculinos, siendo los impares más perfectos que los pares. Por supuesto se trata de números esenciales, dado que tienen capacidad de aportar rasgos definitorios de rango conceptual, y muy distintos de los números meramente cuantitativos, que sólo sirven para el cálculo.

El ente matemático en general tiene una naturaleza mixta, es por una parte inteligible pero también se encuentra en lo corporal, lo que le acerca al principio mediador por excelencia el Alma, que une lo corporal con lo inteligible. Recuérdese que, precisamente, Platón hace surgir al Alma de dos medias, la media aritmética y la media armónica, y que con la proporción geométrica tenemos las tres grandes relaciones matemáticas que ordenan y dan armonía al Universo. Por tanto, son modelo no sólo inteligible y espiritual, sino de la virtudes éticas y políticas, el méson es la medida de la excelencia en todas las cosas, según Aristóteles que frontalmente rechaza el pitagorismo, pero al que debe más de una de sus formulaciones teóricas. Jámblico, en su estudio sobre las matemáticas, nos dará la clave de la importancia de las matemáticas en todos los ámbitos en las que ellas son de utilidad, y por lo que eran tan apreciadas por los pitagóricos: las matemáticas pitagóricas buscan unir sus razonamientos  con lo Bello y el Bien, es decir, los dos ámbitos de lo divino según Plotino, la Belleza de la multiplicidad del Noûs y el Bien, el primer Dios, y por tanto, tienen aplicación en el ámbito de la Teología, como en el nivel del Ser (ontológico), son también útiles en el plano del discurso, lógos, por medio de la lógica (el silogismo, para el que los términos medios son definitivos), pero también es útil en el plano de la Fýsis, de la vida política y de la técnica, y no olvidemos la ética aristotélica que se basa en los términos medios.

Las matemáticas nos permiten desentrañar el misterio de la naturaleza corporal y divina, aritmética, geometría y música, guardan las tres razones básicas que se esconden detrás de todo movimiento, y sobre todo, del movimiento más perfecto, a saber, el de la esfera (la astronomía). Estas tres razones son la media aritmética, que nos permite encontrar el exacto término medio entre los dos extremos, y por tanto el más perfecto: a+b/2; y la razón geométrica, que pone en relación tres medios: donde el medio común mantiene la misma relación del primer término con el medio que el medio con el último: a/b = b/c. Por último, la media armónica, origen de los intervalos musicales que suenan de forma agradable y armónico, que consiste en ab/media aritmética de a y b, es decir, ab/a+b/2, una relación aparentemente extraña, de donde salen los intervalos de cuarta, quinta y la octava. Aquí se encuentran las claves del cosmos, reducido a razones matemáticas, encontramos toda la actividad de los dioses encósmicos e hipercósmicos, que actúan bajo la dirección de las divinidades inteligibles, que luego se describirán en la obra de Salustio, y de donde Proclo tomará su clasificación de los rangos divinos.

Para terminar el apartado sobre las matemáticas, nos gustaría dar una breve reseña sobre La Teología de la Aritmética, obra que se ha identificado con el séptimo libro de la Synagogé, y que llevaba el título de “Perì tês en Theoîs arithmêtikês epistêmês”, hoy perdida, pero que debería tener análogos contenidos, pues de lo que se trata en la teología de la aritmética es de analizar la naturaleza y carácter divino de los Números, y comienza sin más preámbulos con el monádos, que al no variar la cantidad cuando se multiplica con otros números, nos muestra su carácter estable, que contiene todos los demás números en potencia, los Pitagóricos lo llamaban Noûs pues es el más similar al Uno, también lo llamaban ser, causa de la verdad, simplicidad, modelo, orden, concordia, etc.


La Díada sumada a sí misma da el mismo resultado que su multiplicación, los Pitagóricos la veían como principio de acción, por ello la llamaban coraje, impulso, pero también movimiento y generación, y es el opuesto a la Mónada, es imperfecto en cuanto está privado de figura. La Tríada, está dotada de belleza y fascinación, pues presenta la potencia activa de la Mónada, fruto de la suma de la Mónada y la Díada, se trata del principio filial por excelencia, y de la primera figura geométrica: el triángulo. La Tétrada muestra la base de toda cosa que se encuentra en la naturaleza, es la base de los sólidos, el cuadrado, es el último elemento de la divina Tetratkys, siendo cuatro los principios del cosmos. La Péntada comprende en sí las especies de todos los números, pues es la suma del par 2 y del impar 3, por eso lo llaman “matrimonio”, y le ofrece un lugar destacado al ser la mitad de la Década, el número perfecto, y tiene una naturaleza celeste, al ser cinco los planetas, y cinco varios fenómenos celestes, la suma de los trópicos y del ecuador celeste, siendo el éter el quinto elemento; es el número también de la Justicia, Némesis, y del Andrógino, al estar en el medio de toda perfección. La Héxada es el primero de los tres números cósmicos, y representa a la armonía, mientras que siete son los movimientos astrales, y ocho es el propio de las estrellas fijas, Platón construye el Alma con siete números, y coincide con los siete períodos de la vida, de los que también habla Filón en el Opificium mundi. Los Pitagóricos llaman al siete Atenea, pues es un número virgen sin vínculo matrimonial. Ocho es el número astral por excelencia, es la base de la Esfera. La Eneada es el más grande de los inferiores al número perfecto, es el final de la serie, el 10 es la perfección de la mónada, supone tres ordenes de tres, es decir, de los órdenes de perfección y coincide con el coro de las Musas. Mientras que el diez, la Década es igual a la divina Tetratkys o la perfección, el modelo perfecto que sigue el Demiurgo en la creación del cosmos.

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